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Opinión

El olor a Villarejo

Pongamos a Villarejo en su sitio; un delincuente que ejerce desde que asumió al Estado como domicilio fijo, presuntamente. Y los gobiernos le dieron cobijo sin presunción alguna

BBVA, Iberdrola y la red internacional: el caso Villarejo prorroga sus grandes líneas
El comisario jubilado José Manuel Villarejo. Europa Press

Llevamos dos años bajo el síndrome Villarejo y cabe preguntarse quién carajo es este tipo capaz de crear un bucle sin fin que alimenta a la clase política, a los tribunales y a los medios de comunicación. Por más que busco no logro dar con la trayectoria completa de este comisario de policía que un buen día creó una empresa, por mal nombre Cenyt, dedicada a trabajos de manipulación, escuchas ilegales, infiltración, informes falsos y demás manejos de alta rentabilidad.

La murga Villarejo es la música más extendida entre políticos, empresarios y voceros mediáticos. Hay detalles significativos; los interesados hablan del “excomisario” y los ajenos del “comisario” a secas. Todos usan el escapulario salva querellas del “presuntamente”. Desde que la judicatura se ha convertido en el altar donde se ofrecen los animales del sacrificio cada individuo ha devenido en letrado y los bufetes se forran. Nada parece influir la opinión ciudadana, todo está en manos de los jueces. A ese trasvase de responsabilidades se le llama “estado de derecho”.

La instancia que debería ejercer de último recurso se ha convertido en la primera línea de defensa para ser tenido en cuenta. No hemos ganado mucho en libertades pero nos ofrecen la cándida sensación de estar protegidos, por más que la verdad importe un rábano.

Del tal Villarejo sabemos muy poco y nadie parece tener demasiado interés en iluminarnos. Ni cómo llegó a comisario, quien le protegió, quien le fue dando responsabilidades, ni siquiera el por qué adquirió la potestad de grabar a diestro y siniestro, sin que nadie lo advirtiera o le expulsara de la confidencialidad con la que se manejaba entre ministros de la derecha y ministrables de la izquierda institucional. Se labró una fortuna, aún no conocemos cuánta. Escuchándole desde sus variados bozales a uno le da la impresión de que se trata de un espía salido del Tebeo.

Del tal Villarejo sabemos muy poco y nadie parece tener demasiado interés en iluminarnos. Ni cómo llegó a comisario, quien le protegió, quien le fue dando responsabilidades, ni siquiera el por qué adquirió la potestad de grabar a diestro y siniestro

Por más que manipulemos el pasado -la historia para el que la trabaja- nosotros tenemos recursos suficientes para el recuerdo. A mí Villarejo me evoca siniestras figuras del pasado cercano. Una mezcla de Perote y Roldán. Juan Alberto Perote, un alto cargo del CESID trasformado en agente rebotado del CIS, cuyas filtraciones dieron la puntilla a 14 años del llamado “felipismo”. Luis Roldán, llegó de una gasolinera a la Dirección General de la Guardia Civil y se quedó con tantos fondos del Estado como para amasar un suculento patrimonio; entremedias hizo y deshizo lo que quiso, sin límite alguno.

Los recuerdo ahora que la memoria se ha vuelto una herramienta multiusos y cada cual saca del armario del abuelo lo que le peta para acomodar su sueldo a sus creencias. Ambos, Perote y Roldán eran altos funcionarios del Estado y sus emolumentos y actividades se fueron limitando hasta que les llegó la hora de la prisión. El comisario Villarejo también fue otro dignatario del estado aunque ahora se trate de achicar sus responsabilidades. No logro saber quién protegió su carrera, si fue Mariano Rajoy y su piadoso ministro de Interior, el beato Fernández de Barcelona. O si ya trabajaba en la época de Zapatero, aquella aportación leonesa al Estado, de tan sonriente recuerdo para nuestro mundo local que no se dividía en clases sino en Leyres Pajines.

Villarejo frisa los 70 años y nació en un pueblo de Córdoba, aún tiene acento, pero me inquieta saber que fue comisario de policía en San Sebastián durante el tardofranquismo, por lo que cabe intuir que no se dedicaba solo a la lucha contra ETA. Con el Generalísimo muerto saltó a Madrid y sobreviene el silencio; a partir de aquí todo lo que hace lleva el sello de “presuntamente”. Compra, vende, chantajea, manipula unas veces como representante del Estado otras como empresario avispado, especialista en extorsiones. Tiene cintas grabadas de todos; de los de ayer en el PP y los de hoy en el PSOE. Para conversar a calzón quitado se necesita cierta confianza y hasta intimidad. A la fiscal general del Estado y a sus amigotes, entre otros, les debería caer la cara de vergüenza aunque estén blindados de piel y de jueces.

Qué magnífica cartera de clientes la de Villarejo. Magistrados, ministros, candidatos a tales y el más exclusivo y rentable, la economía que funciona. El BBVA, Iberdrola, CaixaBank, Endesa, Repsol…Cualquiera diría que tenía oficina abierta en el Ibex. Por supuesto todo es presuntamente, pero cabe la pregunta del millón: ¿cómo esta gente, que tiene pautados los minutos porque cotizan en bolsa, llegó a tratar con un patán deslenguado? Para los trabajos sucios no se elige a caballeros sino a sicarios, pero saben que dejan rastro y que no vale buscar luego al más tonto y maltrecho de la compañía para cargarle el muerto.

Qué magnífica cartera de clientes la de Villarejo. Magistrados, ministros, candidatos a tales y el más exclusivo y rentable, la economía que funciona. El BBVA, Iberdrola, CaixaBank, Endesa, Repsol…

Quizá esté en su ADN, porque todos de un modo u otro se acostumbraron al olor a Villarejo. Como en el filme de Coppola no se trata de nada personal, son negocios. Lo personal se circunscribe a la defensa e incremento de su patrimonio.

Mientras Villarejo iba soltando sobre Rajoy y la caja b del PP que manejaba el atildado Bárcenas todo estaba bajo control, pero el mayor problema de un chantajista consiste en saber elevar las apuestas cuando se van agotando los recursos. Ahora toca el CNI y su exjefe Sanz Roldán que le dejó a los pies de los caballos. La sombra de una duda: “se les fue de las manos” el terrorismo islamista en Barcelona. Lo que necesitaban los Rufianes, agotados de genuflexiones. Los profesionales chusqueros del oficio siempre te ofrecen lo que necesitas.

Viviremos todavía muchos meses con olor a Villarejo. Es un tufo persistente que nace del Estado, no lo olvidemos, y si hay algo que aguanta es el Estado; puede cambiar de formas o de actitudes pero siempre tiene raíces muy hondas que se clavan en ese magma colectivo sobre el que crece el temor y la sospecha. Me mantengo en la insistencia por conocer cómo manipuló a los verdes de la Sociedad Suiza Ecológica para beneficio, supongo, de las energéticas.

Al menos, personalizar el delito de esta versión siglo XXI de las mafias digitales, para que podamos decir que hay vida y sufrimiento más allá de constatar que los ricos también lloran, aunque lo hagan por otros motivos. La base, siempre la misma; el color del dinero. Pongamos a Villarejo en su sitio; un delincuente que ejerce desde que asumió al Estado como domicilio fijo, presuntamente. Y los gobiernos le dieron cobijo sin presunción alguna.

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