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Opinión

Vidas rotas

Debemos poner el foco en la salud mental de este país y dejar de invertir dinero en ineficaces ministerios maría

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La ministra de Igualdad, Irene Montero. Europa Press

Son 29 las mujeres que han muerto este año a manos quienes supuestamente algún día las quisieron. Muchas voces apuntan que siempre ha existido la violencia pero no por ello debemos aceptarla o simplemente lanzar una simple condena, tal y como consta en el tuit del presidente del gobierno Pedro Sánchez. Cierto es que atajar estos terroríficos episodios no depende exclusivamente de él. También es cierto que no hay una única responsabilidad, bien sea social, como apunta el presidente, o policial y judicial, como se explica en otros ámbitos.

El fenómeno de la violencia, ya sea contra la mujer, contra los jóvenes que hacen botellón, contra los niños en las aulas, sea del perfil que sea, en las circunstancias que se trate, debe ser un tema de estado porque afecta al estado anímico y sicológico de cualquiera, y por supuesto, afecta a su salud mental. Debemos poner el foco en la salud mental de este país y dejar de invertir dinero en ministerios maría e invertirlos en instituciones o departamentos, bien sean de nueva creación o que formen parte de una reestructuración, para que afronten en serio y en profundidad el problema. Lo han de hacer desde todas sus perspectivas: educativa, social, sanitaria, política.

Mecanismos judiciales

Faltan manos en el asunto y sobran condenas y lamentos. Tenemos un problema y debemos aplicar soluciones para erradicarlo o tenerlo bajo control. Son 29 vidas rotas, las de las mujeres, pero también las de sus hijos -la mayoría son madres- y las de sus familias. Hijos y familias que van a necesitar apoyo profesional para sobrevivir a la ausencia, para sobrellevar el duelo. Porque hay emociones como el odio, la rabia o la frustración que llevan a esas mentes a matar a sus parejas o exparejas y luego quitarse la vida. Porque muchas de esas mujeres jamás han denunciado por otro motivo que el miedo, un miedo que las paraliza y por el que no se pueden poner en marcha los mecanismos policiales o judiciales que en la mayoría de los casos funcionan, vía orden de alejamiento u otras alternativas.

El ministerio de la Soledad de Japón

Ha de asumirse que, cuando uno de estos casos deriva en la intervención policial o judicial es porque el problema ya está muy perdido. Se echa de menos una mayor prevención, desde las escuelas, desde las familias, en entornos laborales y académicos y sobre todo, atendiendo y cuidando de nuestra salud mental. De la misma manera que podemos acudir al médico de familia, al traumatólogo o al ginecólogo, nos falta una red pública especializada en cuidar de nuestros problemas síquicos. No es suficiente lo que ahora mismo existe en la sanidad pública.

Sigamos el ejemplo de países como Japón o Reino Unido. En 2020, Japón creó su Ministerio de la Soledad a raíz del alto índice de suicidios durante la pandemia -sólo en 2020 más de veinte mil personas se quitaron la vida- y en Reino Unido, Theresa May creó en 2018 un departamento ministerial del mismo perfil para abordar única y exclusivamente la salud mental y el drama social de la soledad.

La soledad de la víctima de malos tratos y del agresor, la soledad del que sufre acoso laboral o escolar, la soledad de aquel que no tiene o siente no tener vínculos familiares y afectivos sólidos que le permitan llevar una vida dentro de la normalidad. El Gobierno que se dice más progresista de la historia bien haría en tomar cartas en este asunto. Más que un Ministerio de Igualdad necesitamos un ministerio en salud mental, porque la igualdad debería aplicarse desde todos los ministerios. 

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