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Opinión

La vida sigue igual (de mal)

Se le pueden dar las vueltas que se quiera, pero el resultado es el que es. El separatismo sigue imponiendo su voluntad en la política catalana

El vicepresidente de la Generalitat en funciones y candidato de ERC a la Presidencia, Pere Aragonès.

El votante constitucionalista catalán ya puede encomendarse a todos los santos. El Parlamento catalán va a seguir siendo controlado por todos aquellos que, de una forma u otra, creen que esto de España es poco menos que el infierno y la Constitución un cuento de Lovecraft. La franja que va de las CUP a En Comú Podem, pasando por PSC, Esquerra, JxCat o PDeCAT, suma más que Vox, PP y Cs de calle. Por goleada. Y sí, vale que la abstención podría ser un detonante porque el votante no separatista es, con toda probabilidad, quien se ha quedado en casa; vale que la pandemia puede haber influido en las votaciones; vale que hacía mal tiempo. Pero la última razón es que el lazi acude a la urna como un creyente al oficio religioso y, en cambio, el que no lo es, pasa si no le ofrecen algo sólido.

Y lo cierto es que en el córner constitucional la solidez brillaba por su ausencia en buena medida. Con un PP que, a pesar de tener al mejor candidato al frente, tenía al enemigo en casa, un Cs que estaba cantado que iba a naufragar como aquellos barcos que describía Lorca, que buscan ser mirados para hundirse y un Vox, eso sí, que puede considerarse como el auténtico ganador del centroderecha por su irrupción sólida en el hemiciclo autonómico. La diferencia de resultados y movilización es la misma de siempre: el separatismo solo tiene que invocar su pensamiento mágico y canturrear sus mantras y ya tiene motivada a su gente. En cambio, en el otro extremo del prado los diferentes oráculos se pelean entre ellos, se lanzan puyas, van separados y a la greña y, en suma, acaban defraudando.

En Madrid no han entendido nada ni acerca de Cataluña ni del separatismo ni de la política de mi tierra

Siento decirlo, pero estas elecciones son, una vez más, la demostración de que en Madrid no han entendido nada ni acerca de Cataluña ni del separatismo ni de la política de mi tierra. Creo que los dos grandes partidos nacionales, al menos en lo que a la historia de nuestra democracia se refiere, PP y PSOE, ha existido siempre la pulsión de caer bien al nacionalismo, de hablar catalán en la intimidad, de alabar a Cataluña y a sus dirigentes sin medida ni rubor en lugar de plantar cara a una gente que solo aspiraba a medrar a costa del resto de españoles mientras sembraba la semilla del supremacismo y el odio de manera constante y se lucraba con comisiones sucias e infames.

No me parece que esto se haya modificado al presente, salvo en el caso de Vox, que ha considerado desde el minuto cero que el separatismo era un cáncer que debía extirparse si no se quería que contaminase al resto de la nación, como así ha sido. La metástasis de la podredumbre procesista, la mediocridad de sus representantes políticos y el autoritarismo de estos se ha extendido por todo el país, y ahí tenemos a Sánchez y a Podemos demostrando a diario que el espíritu sectario y totalitario se ha apoderado de nuestras instituciones. Debido a esa inopia buenista popular y al cálculo malvado socialista, de lo que haya sucedido en Cataluña tienen más culpa ellos que Puigdemont o Junqueras, que no hacen más que lo que les permiten hacer. Que nadie se equivoque. En Cataluña el Estado hace décadas que se marchó por la puerta falsa para nunca más volver y he aquí las consecuencias. Que nadie venga ahora a hacer cábalas o a llorar. Esto sí se podía saber, esto sí se podía haber evitar, esto sí se tenía que haber cortado en seco en su momento.

Da igual que sea el PSC o Esquerra quien lidere, que JxCat o ERC se ganen el uno al otro. Esto seguirá pivotando alrededor de la independencia, del referéndum, de las mesas de diálogo, de los indultos...

Da igual que sea el PSC o Esquerra quien lidere, que JxC o ERC se ganen el uno al otro. Esto seguirá pivotando alrededor de la independencia, del referéndum, de las mesas de diálogo, de los indultos, de poner por encima del resto a unos pocos. Y por mucho que Vox haya tenido unos magníficos resultados, con cuatro palos, por más sólidos que sean, no se edifica un castillo.

Ah, y al sabio que decidió fichar para la lista popular a Lorena Roldán o a Eva Parera, porque eso sí que iba a hacer ganar votos y no Cayetana Álvarez de Toledo, o al cerebro privilegiado que pensó que Carrizosa se iba a comer el mundo con patatas en lugar de poner a alguien con cara y ojos como Jordi Cañas, que los envíen al rincón de pensar. Y, de paso, que Casado y Arrimadas salgan en rueda de prensa y reconozcan sus errores. No les pido que dimitan, que sería lo suyo, porque tampoco estamos para greguerías, pero por menos que eso en Europa la gente se va a su casa. Recuerdo que don Manuel Fraga dimitió como presidente de AP tras unas elecciones vascas por perder cinco de los siete diputados que tenía.

Total, que no hay novedad, señora baronesa, y la vida seguirá igual de mal.

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