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Opinión

La vida extasiada de un rey republicano

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el rey Felipe VI

“Un profesional extraordinario. Formado, riguroso, capaz, serio, combativo, didáctico. Su perfil es perfecto para el puesto”, escribía uno en Twitter. “Nombramiento sorprendente. Un economista de primera, con ideas claras sobre Seguridad Social, que representa una política económica contraria a la anunciada por este Gobierno”, respondía otro. La nominación de José Luis Escrivá, actual responsable de la Airef, para la cartera de Seguridad Social dejó el viernes perplejo al personal. Goza el aludido de buen cartel como tipo serio y fiable, comprometido, según el general sentir, con la ortodoxia de la Comisión Europea en lo que al equilibrio presupuestario, control del déficit y deuda pública se refiere, de modo que su nombramiento ha sido interpretado como una señal a los mercados sobre la disposición de Pedro Sánchez, el mandante, a cumplir los compromisos suscritos con Bruselas, defender la estabilidad macroeconómica y respetar los fundamentos de una economía necesitada de seguir creciendo para crear empleo. Quienes antes del “bombazo Escrivá” ya habían lanzado las campanas al vuelo (“Calviño será presidenta de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos y Montero será la portavoz del Gobierno, un mensaje contundente para los inversores a favor de la ortodoxia económica”) vieron sus tesis confirmadas con el anuncio.

El viernes también se conoció el nombramiento de Arancha González como nueva ministra de Exteriores, una experta en Comercio (métier a la que deberían dedicar sus mejores esfuerzos nuestros embajadores), lo que vino a consolidar la idea de esa pretendida creación de un 'núcleo duro' económico, formado por profesionales solventes, capaz de poner a Sánchez a resguardo del fiasco que en noviembre de 2011 llevó a Rodríguez Zapatero a una rotunda derrota electoral tras haber hecho oídos sordos a la crisis galopante iniciada en 2008. Cumplir con Bruselas y colocar la economía en manos de gente seria, bajo la exclusiva responsabilidad del Gobierno Sánchez, sin que el Gobierno paralelo de Iglesias –dos Gobiernos en uno, vigilados en la lejanía por el preso de Lledoners, dueño de la llave maestra de este Ejecutivo- tenga vela en este entierro. Tranquilos todos.

Más que una repentina conversión a la ortodoxia económica, lo de Sánchez con los nombramientos parece una nueva finta destinada a distraer a los mercados

Como todo en Sánchez, lo descrito tiene trampa. El nombramiento de Escrivá al frente de la Airef fue una de las geniales ideas de Cristóbal Montoro a sugerencia de Álvaro Nadal, uno de esos 'hermanos Dalton' que tan decisiva contribución tuvieron a la hora de hacer del PP de Rajoy el saco de mierda que terminó siendo. Tan independiente resultó Escrivá al frente de la Airef que llegó a llevar a Montoro a la Audiencia Nacional, noviembre de 2015, acusándolo de “obstaculizar su labor supervisora”. Pero, tremendamente crítico con las políticas económicas del PP, de inmediato se convirtió en un corderito del PSOE en cuanto Sánchez ganó la moción de censura. En el Banco de España, de donde procede, saben mucho de ese radical cambio de postura: “Tan independiente era del PP que resultó ser del PSOE”. En contra del Índice de Revalorización de las Pensiones, se ha mostrado también a favor de su indexación con el IPC, una decisión que cualquier servicio de estudios considera una temeridad a tenor del déficit anual que acumula la Seguridad Social. Él sostiene que apoya esa revalorización porque todos los partidos lo hacen (¿quién es el guapo que se atreve en España a contar la verdad sobre el sistema de pensiones?), pero que también ha propuesto fórmulas para hacerlo viable, como la elevación de la edad efectiva de jubilación o la ampliación del período de cálculo de la vida laboral. ¿Un voto de confianza? Tiempo al tiempo.

Más que una repentina conversión a la ortodoxia económica, lo de Sánchez con los nombramientos parece una nueva finta destinada a distraer a los mercados y engañar incautos. La nuestra es una economía en desaceleración, como muestran los datos de empleo (indicador retardado del fenómeno), que en los últimos meses viene soportando la fuga de mucho capital español asustado y de no poco inversor extranjero que ha decidido esperar a ver qué pasa con un Gobierno que anuncia como gran proyecto una transición energética cara (porque las renovables son caras, y más si se pretende cerrar las nucleares en activo), que persigue subir salarios (SMI a 1.200 euros en algún momento de la legislatura) y que quiere desmontar una reforma laboral responsable de haber creado cientos de miles de empleos, ello para dar satisfacción a la caspa sindical. Una trilogía que, a bote pronto, supone más que una amenaza para un mundo empresarial que soporta unos costes de la energía desmesurados y que ha venido reclamando, como la propia Comisión Europea y el FMI, una nueva vuelta de tuerca liberalizadora de la legislación laboral. ¿Cómo piensa Sánchez y su gente financiar tan glorioso plan? Naturalmente subiendo impuestos a todo el mundo, empezando por las empresas, siguiendo por las clases medias y terminando por usted, Juan Español de a pie.

Montero, la mujer con más poder del Gobierno

¿Cómo va a lograr esa “gente solvente” que Sánchez ha colocado al frente del área económica cuadrar el círculo de, en principio, tan aparente desatino, teniendo en cuenta, además, que este Gobierno ha comprometido ya cerca de 6.000 millones sólo en subida de pensiones y salarios públicos, y que Bruselas reclama a España recortes del orden de 9.600 millones para el año en curso? Misterio. La tarea va a correr a cargo de una Nadia Calviño, vicepresidenta, ministra de Economía y cabeza de la Comisión Delegada, que nunca ha pasado de ser una mera figura decorativa (“Nadia no pinta nada”) con Sánchez, a pesar de que se le supone fundamentos teóricos bastantes como para no repetir el heroico historial de Pedro Solbes con Zapatero. A su lado va a estar María Jesús Montero, licenciada en Medicina y titular de Hacienda, llamada a ser la verdadera ama de llaves de la Economía en el Gobierno de Pedro & Pablo, puesto que en sus manos va a estar la caja y el micrófono. La caja como titular de Hacienda y el micrófono como portavoz del Gobierno. Insólito. Será cosa digna de ver a la Montero, tan fiable ella (“¡Qué son 800 millones pa arriba o pa abajo, chiqui! Eso es calderilla”), anunciando con su gracejo andaluz cómo el Consejo de Ministros del viernes acaba de tomar la decisión de meter la mano en el bolsillo de las familias españolas.

No acabar como Zapatero pone de manifiesto el intento de Sánchez por perdurar. Este tío ha venido a quedarse mucho tiempo, dispuesto a apalancarse en el poder. Incluso a suplantar al monarca

Digno de ver cómo defenderá la ortodoxia una Montero responsable de la confección de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), con una Calviño al lado limitada a defenderlos en Bruselas. Cómo logrará reducir el déficit de las administraciones al 1,1% del PIB comprometido con Bruselas para 2020, o cómo se las apañará para reducir la deuda pública, hoy en el 97% del PIB, muy lejos de ese 60% máximo que exige la UE. Incógnita es también la capacidad de Escrivá para, desde su taifa de la Seguridad Social, imponer rigor en el gasto a la de Hacienda, así como la aportación de la nueva titular de Exteriores en este sentido. Parte importante del trabajo de Montero consistirá en no dejar tocar bola a ese alternativo Gobierno Iglesias dispuesto a funcionar en paralelo y ofrecer tardes de gloria (“El Tribunal de Cuentas investiga pagos de Podemos a una consultora portuguesa durante la campaña”, Luca Costantini esta semana en Vozpópuli) sobre el ruedo informativo ibérico, con una ministra de Trabajo comunista y un ministro de Consumo rendido admirador del nivel de vida cubano.

No acabar como Zapatero pone de manifiesto el intento de Sánchez por perdurar. Este tío ha venido a quedarse mucho tiempo, dispuesto a apalancarse en el poder. Incluso a suplantar al monarca. La vida extasiada de un rey republicano. Su propia debilidad le ha obligado a echarse en brazos de lo peor de cada casa, pero sus intenciones son claras, como ha puesto en evidencia su capacidad para engañar a Iglesias con las vicepresidencias dos días después de haberse fundido con él en un abrazo al que solo faltó el beso en la boca a lo Honecker-Brezhnev. Un rosario de señales dispuesto a indicarnos por dónde van a ir los movimientos de este mago de la política, dispuesto a desprenderse, como las serpientes, de la piel vieja de Podemos a la menor oportunidad. El golpe de timón a estribor estará condicionado por la aprobación de los PGE para 2020, el verdadero Tourmalet que le queda por superar a este hábil vendedor de crecepelo. En el momento en que tenga aprobados esos Presupuestos, se considerará en franquía para liberarse de un Iglesias que, pobrecito mío, se cuidará muy mucho de molestar lo menos posible al amo de este “exitoso nuevo PSOE” (Juliana dixit), mientras disfruta de estatus y hace caja, y de quienes, en la ribera del nacionalismo, le han ayudado a llegar al poder. Con esos PGE prorrogados podría gobernar en solitario hasta superar el ecuador de la legislatura, sin posibilidad de moción de censura que valga.

¿Cuándo dará el golpe? Cuando más le convenga. Cuando el trabajo de la maquinaria propagandística que en los medios, privados y públicos, le respalda, haya dado sus frutos y el CIS amigo lo confirme. ¿Qué golpe? El de disolver las Cámaras para ir a nuevas generales en procura de esos 150 escaños que perseguía el 10 de noviembre y que el electorado le negó. Con el argumento de que las malas compañías con las que se vio obligado a rodearse por culpa de la derecha cerril no le han dejado aplicar su programa, no le han permitido demostrar su talla de estadista y benefactor de los pobres que le distingue. ¿Con qué mensaje? Con el de soy un hombre de centro, alejado del extremismo de la derecha y del de la izquierda podemita. ¿Qué puede hacer estallar por los aires este castillo de naipes? La cuestión catalana, naturalmente. Todo un mensaje de atención para el Partido Popular, obligado a trabajar sin descanso en la conformación de un partido nuevo, tan alejado del estulto fare niente marianista como de las tentaciones jacobinas de la derecha dura. Despierta, Pablo.

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