Opinión

Vencedores y vencidos

Vencedores y vencidos
Una persona ejerce su derecho a voto en las elecciones autonómicas vascas Europa Press

No creo que nadie pueda sorprenderse de los resultados de Bildu a estas alturas del fin de España. Son los propios de esa hedionda pocilga moral que es el País Vasco, con pocas y honrosas excepciones. Desde el primer momento que ETA anunció que dejaba de matar sin entregar armas, mientras el gobierno traidor habilitaba la marca de Bildu para presentarse a las elecciones vascas y navarras de 2011, la presión que ejercieron siempre fue la eliminación del terrorismo del relato. El PSOE contribuyó con la necesidad de que no hubiese “ni vencedores ni vencidos, en favor de la convivencia”. Lo que ya suponía en sí mismo la victoria de quienes asesinaron durante 40 años en lo que fue un auténtico genocidio. Muchos españoles de buena voluntad señalaron que eran las víctimas las que debían aparecer como vencedores, en una enorme cesión, quizá inconsciente, de la verdad. ¿Vencedoras de qué? Esa circunscripción de las consecuencias del terrorismo etarra a las víctimas directas del terror supuso, una vez más, sacar de la ecuación a lo que realmente estaban asesinando los secesionistas vascos, la nación Española. El terrorismo ha tenido consecuencias más allá de las víctimas. Todos, en cierto sentido, lo fuimos, aunque por desgracia unos se llevaron la peor parte, que hoy debiera empujar al resto a no permitir que tantos muertos lo fuesen en vano.

ETA no ha sido asimilada, blanqueada ni diluida en el régimen de partidos del ´78, sino que ETA fue uno de sus constructores, un albañil del ´78 que provocó gran parte de esas grietas estructurales que alberga la Constitución

Del “ni vencedores ni vencidos” hemos llegado a que el relato sea que el terrorismo es una teoría de la conspiración de la ultraderecha. Joseba Arregui, consejero de Cultura del PNV, dijo en 2019: “No solo es preciso hacer política como si ETA no existiera, sino como si ETA no hubiera existido”. De ahí que hoy sea algo extendido, entre jóvenes y mayores de la izquierda no sólo vasca, que “el terrorismo no existió o lo han exagerado para vivir de él”. “También mataron los franquistas, ETA lo hizo en defensa propia”, es es una más de las consecuencias de tanta condena de la derecha al franquismo rehabilitando la II República.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?. El informe del Observatorio de la Universidad CEU San Pablo de Víctimas del Terrorismo publicado recientemente se pregunta cómo ha sido posible legitimar democráticamente una opción política basada en la violencia, la extorsión y la ruptura de la unidad de España. En contestación a ello, establece la cronología de una traición en la que participan todos los partidos políticos desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Si me permiten, mis apreciaciones en respuesta a cómo hemos llegado a esto, creo que la legitimación democrática de ETA y la exclusión de la derecha española del espacio político hegemónico se debe a dos factores. El primero, que ETA no ha sido asimilada, blanqueada ni diluida en el régimen de partidos del ´78, sino que ETA fue uno de sus constructores, un albañil del ´78 que provocó gran parte de esas grietas estructurales que alberga la Constitución en su articulado. Hasta ahora, quien ha recogido las nueces ha sido el PNV, al que queda poco en Ajuria Enea, pero era cuestión de tiempo que fuese la misma ETA quien se haga con los beneficios de la victoria. La rendición de España consistió en que ETA dejase de matar, cuando casi no podía hacerlo, a cambio de todas las pretensiones por las que había asesinado a tantos españoles: poder territorial vasco, poder en la dirección del Estado y el fin de la nación española. No fue una derrota del terrorismo, sino su absoluta victoria frente a su víctima en última instancia, España.

El régimen constitucional se ha construido sobre la idea absurda y suicida de que sólo es posible la convivencia entre españoles basada en el rechazo a la nación española

En segundo lugar, el éxito de Bildu (más allá de su política local ecogénerofriendly) viene también en cierto sentido de la oposición al terrorismo por su violencia, su falta de democracia, pero no sus fines eugenésicos de lo español. Una vez eliminado lo primero y poniendo unas urnas, no queda mucho relato en contra que impida que a Txpote lo declarasen víctima del 'conflicto vasco'.

Una oposición, que reivindicaba la Constitución en detrimento de la nación, también está contribuyendo al asesinato de España. La marginación de la víctima en último término. La resistencia a los secesionismos vascos y catalán no se basó en la españolidad, ni en la nación, sino en su repudio. ¿Cómo no va a ganar Bildu cuando todos han aceptado que España fuera, que lo que importa es la democracia aparente en los términos partitocráticos de terror que establezcan los vencedores?

El régimen constitucional se ha construido sobre la idea absurda y suicida de que sólo es posible la convivencia entre españoles basada en el rechazo a la nación española. Una situación inviable. La democracia sacralizada como sistema de legitimación del asesinato hace que la izquierda de Madrid interpele a la derecha por qué no puede llamar 'terroristas' a 342.000 vascos que han votado a Bildu. Pero esto fue gracias a asesinar a sus adversarios políticos, la UCD fue exterminada, y provocar el exilio y silenciamiento del resto. La gran eficacia de la violencia en la democracia española. La historia la escriben los vencedores.

Las fuerzas de la anti-España

En la actualidad, estamos ante el éxito absoluto del proyecto de la anti España, con vencedores y vencidos. “Hablaremos con todos los partidos, excepto con Vox,” decía Pedro Sánchez. “ETA sí, España no” es el verdadero marco de convivencia que pretenden las fuerzas de la anti España, el proyecto primigenio vencedor, no sólo desde la disolución de ETA, sino desde los primeros años de la Transición.

Aunque lo supiese y esperase desde hace años, duele soportar estos resultados de Bildu. Con todo lo que se ha sufrido, con todos los que no han sobrevivido… a todos los que hoy tienen algo el alma rota por España: aún no estamos vencidos.