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Opinión

Fallos del Estado

“¡Negacionista!”, gritan los mismos que hablaban de gripe hasta bien entrado marzo, los mismos que rechazan la existencia de 80.000 muertos directos por la enfermedad

Fallos del Estado
Vacuna. EFE

"¿Qué entendemos por 'fallo del mercado'? Normalmente, nos referimos al fracaso de un sistema más o menos idealizado de instituciones trabajando bajo precios de mercado para sostener actividades 'deseables' o para impedir actividades 'indeseables'" Francis M. Bantor.

La iluminación de las calles, el encintado de las aceras, el transporte de pasajeros y de mercancías por ferrocarril, la provisión de infraestructuras como las carreteras y los aeropuertos… todos ellos son ejemplos habituales que se estudian en las facultades de Economía y en las escuelas de Negocios de todo el mundo para explicar los denominados 'fallos del mercado'. En su clásico de 1958, La anatomía del fallo del mercado, Bantor explicaba por qué falla el mercado y por qué el Estado debe corregir esos fallos. El precio como sistema de información deja de tener sentido cuando el mercado falla.

La socialdemocracia es más sutil y suele plantear con tanta displicencia como suficiencia que el mercado es estupendo, salvo por esos errores que ellos han venido a corregir

No voy a entrar a recordar la enorme cantidad de casos que, diariamente, la prensa y mis colegas se empeñan en mostrar para justificar mayores niveles de intervención pública, a costa de reducciones crecientes de libertad. Las crisis bancarias o las quiebras de autopistas son sólo algunos ejemplos recientes de la necesidad de un Estado corrector y salvador, en el que la desaparición de cualquier agente privado resultaría en el ahorro de desgracias personales, sociales y empresariales; cuando se plantea que la quiebra es necesaria, entonces los mismos te dicen que no, que ellos vinieron para salvar incluso a quien arriesgó más de lo que debía, creando la diabólica paradoja del salto al vacío con paracaídas, airbag y flotador. El límite es el socialismo, representado en nuestro Gobierno por la coalición Unidas Podemos, para la que el propio mercado estorba. La socialdemocracia que defiende la otra parte del Ejecutivo (y que orienta al principal partido de la oposición) es más sutil y suele plantear con tanta displicencia como suficiencia que el mercado es estupendo, salvo por esos errores que ellos han venido a corregir.

La mayor operación logística desde la Segunda Guerra Mundial está en marcha. Desde hace semanas sabemos la fecha en la que la primera dosis de la vacuna contra el SARS-CoV-2 iba a estar disponible. Luego supimos la hora a la que se administraría y conocimos a los primeros beneficiados. El Estado nos daba una lección a todos aquellos que planteamos que debe ser del menor tamaño posible. Incluso algún partisano presente en las instituciones nos da “jaque mate” a los liberales ante la evidencia de que "la vacuna no se vende, sino que se distribuye", obviando los cerca de 20 dólares que cobra Pfizer por cada dosis. No importa, “el mercado ha fallado, y el Estado te salva.”

Inmunidad de rebaño

En el caso de España, y según informaciones que los medios llevaban repitiendo semanas, la farmacéutica distribuiría alrededor de 350.000 dosis semanales para alcanzar, al cabo de 12 semanas, un total de 4,3 millones. El ministro Illa, por entonces a tiempo completo, hoy tan preocupado por la pandemia como por su candidatura a la Generalitat, avanzaba hace algo más de un mes que entre 15 y 20 millones de españoles podrían estar vacunados contra la covid-19 para mayo o junio. Unos días después, la euforia del hoy candidato crecía y le llevaba a afirmar que el 70% de la población lo estaría al final del verano, utilizando la mentira piadosa de Fauci ante una inmunidad de rebaño que sólo se alcanzaría, realmente, con el 90% inmunizado. En todo caso, hablamos de más de 33,5 millones de personas vacunadas a finales de septiembre.

Da igual cómo hagamos las cuentas. Es sugerir la dificultad de la empresa, y los defensores del Estado saltan para explicarnos nuestros pecados y exigirnos disculpas por dudar de la palabra. “¡Negacionista!” gritan los mismos que hablaban de gripe hasta bien entrado marzo, los mismos que rechazan la existencia de 80.000 muertos directos por la enfermedad. Demuestran los fallos de mercado recordando que ha sido el el Estado quien ha financiado la investigación de la vacuna, mostrando un gráfico… que resultó ser falso y que la propia BBC, fuente secundaria del mismo, tuvo que rectificar.

Han pasado menos de dos semanas desde que empezó la campaña. Cuando aún no ha acabado el viernes, el Ministerio de Sanidad informaba de que el número de dosis administradas representaba hasta ese momento menos de una de cada tres de las distribuidas. El día cuatro de enero, el candidato Illa, en su papel de ministro, se felicitaba por su magnífica gestión (esa que el presidente Sánchez ha calificado como “sobresaliente”) y hablaba de la correcta evolución del plan, mientras prometía que se alcanzaría la velocidad de crucero esta misma semana. Su secretaria de Estado, Silvia Calzón, hablaba a las pocas horas del inmenso esfuerzo de España y de Europa y de la transparencia del gobierno que le nombró y que la universidad de Oxford desconocía sólo 48 horas antes. The Economist califica de glacial el ritmo de vacunación europeo, sin posibilidad de comparación con el 1-2% de los EE. UU. o del Reino Unido, y a años luz del 19.55% de la población ya vacunada en Israel.

Da igual cuáles sean las razones. El retraso en la decisión de pagar a los laboratorios para asegurar la vacuna es una de ellas; mientras aquí discutíamos si la asistencia a una manifestación era cuestión de vida o muerte, el presidente Trump se había ya reunido, una semana antes, con la fuerza de choque contra la covid19 (el comité de expertos, ese, sí, con nombres y apellidos) de las principales empresas farmacéuticas y biotecnológicas para informarse de las posibilidades de la vacuna; mientras en verano la administración de Trump avanzaba un pago de 2.000 millones de dólares a Pfizer para asegurarse 100 millones de dosis y 50 millones de vacunados antes del verano del 21, con la vacuna aún en sus primeros estadios de desarrollo (lo que técnicamente se denomina comprar a riesgo), la UE dudaba entre esperar un poco más o sólo un poquito más. Cuando llegas el último a la cola de la desesperación, es muy complicado que nadie te deje pasar.

Esta es la historia de un fracaso basado en la mentira, en el engaño y en la creación de expectativas falsas, algo habitual en los políticos

Sabemos que Cataluña no dispondrá de los congeladores para almacenar la vacuna hasta mediados de febrero; sabemos que Madrid ha comprado dos ultra congeladores, pero no sabemos si están o no disponibles en este momento. Al ritmo actual, el 70% de la población estaría vacunada dentro de casi cinco años, y los 15 primeros millones lo estarían en los primeros meses de 2023. Todos esperamos que esto no ocurra y que, efectivamente, se pueda acelerar el proceso con la llegada de más vacunas a los centros de salud.

Esta es la historia de un fracaso basado en la mentira, en el engaño y en la creación de expectativas falsas, algo habitual en los políticos, a lo que estamos acostumbrados pero que no acabamos de penalizar con la fuerza suficiente. Una empresa privada desarrolla una vacuna en tiempo récord, la entrega de acuerdo con las condiciones pactadas, y otras empresas privadas de transporte la distribuyen a los centros designados. El Estado, que previamente ha expulsado a casi todos los proveedores privados de salud con su política de ausencia de precios (la famosa sanidad “gratuita”), se ve entonces reflejado en el espejo de su incompetencia y resulta incapaz de llevar a cabo la tarea que él mismo se ha arrogado en exclusiva. El mercado ha cumplido, quien falla es el estado.

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