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Opinión

La urgente regeneración de la política madrileña

Ángel Gabilondo, portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, y José Manuel Franco, líder del PSOE-M

El mundo de la hipercomunicación crea paradojas. Se dice y difunde con inmediatez lo que sea; lo ilógico es no poner el mismo interés en escuchar, prestando atención a lo que otros dicen.  Cuando esto se produce en política adquiere mayor gravedad. Ponen intencionalidad en no escuchar y difunden ruidos reiterados con el objetivo de distorsionar la verdad; lo esencial no es el mensaje lógico y razonado, o la explicación veraz, sino expandir barro manchando el parabrisas. No todos los políticos son iguales, aunque el barro impida verlo.

Eso y no otra cosa, se está produciendo con la trama de falsificaciones y mentiras de Cristina Cifuentes. La llaga no es que aparezca una titulación que no se tiene; eso por desgracia, se ha producido con harta frecuencia en una cultura cívica que toca a su fin, en la que las apariencias han aventajado a las realidades.

Cifuentes, ante la información facilitada por un diario mintió en sede parlamentaria, exhibiendo documentos falsificados. Será la Justicia la que aclare si hubo o no connivencia. En redes sociales se jactó del trato de favor recibido. Posteriormente se ha venido conociendo que era una cadena de falsedades y favores que hacen presumir, con certidumbre, que se ha producido una prevalencia de la posición ocupada, no sólo para que el “fake título” pareciera bueno, sino que se ha perseverado reiteradamente en ello, y ahora pretende que nos fijemos en el barro que se quiere esparcir.

No es cuestión de verdad o mentira. Están los que aceptan la equivocación y corrigieron y quienes no solo no enmiendan, sino que perseveran en la falsificación"

En lugar de haber dado explicaciones convincentes sobre lo sucedido y asumido la responsabilidad, se busca que escampe al tiempo que, en una actitud ruin, se traslada a otros toda la responsabilidad.  Intentando balancear, han disparado indiscriminadamente, tirando de archivos polvorientos. Pero la equiparación es imposible: ¿cuántos no han dado clases de refuerzo, por ejemplo, sin tener titulación, pero sí capacidad para ello, ya sea de teatro, matemáticas o geografía? Seamos serios, un error en la ficha de referencias corregido de motu propio hace quince años, y no porque alguien lo hubiera denunciado, no se pueden comparar con lo que se está discutiendo ahora. No es cuestión de verdad o mentira. Están los que aceptan la equivocación y corrigieron, y quienes no solo no enmiendan, sino que perseveran en la falsificación con desprecio cínico, sin importarles, irresponsablemente, llevarse por delante una universidad pública con sus profesores y alumnos, y el prestigio de todas. Para ellos da lo mismo arrasar periodistas, opositores políticos o ciudadanos que creen en las instituciones y en quienes les representan.

La solución a la inmoralidad política es tomar medidas de salubridad pública de emergencia. Este es el sentido de la moción de censura encabezada por Ángel Gabilondo y suscrita por el Grupo Parlamentario Socialista, en virtud del artículo 20 del Estatuto de Autonomía: impedir que la política se siga degenerando.

No es un pacto de la izquierda -otra mentira para intimidar-. Está abierta a todos los diputados que creen en la necesidad de frenar esta situación y su voto será toda una manifestación de voluntad para regenerar la política.

No hay un programa previo, ni pacto oculto. La base serán las mociones que han sido votadas afirmativamente, al menos por los tres grupos que están fuera del gobierno, y que tengan carácter perentorio en las preocupaciones de los ciudadanos.

Gabilondo goza de toda la idoneidad necesaria para llevar a cabo esta tarea quirúrgica de sanear la herida, quitando el pus y evitando así que la metástasis mate al sistema"

No hay un reparto de sillones. Es la formación de un gobierno de gestión que resuelva los asuntos públicos hasta la celebración de elecciones. Gobierno que asegure que en las elecciones del próximo año, a diferencia de las anteriores, ningún partido tenga beneficios de salida por financiación irregular, a cambio de favores, como se está dilucidando en los tribunales (Gürtel, Púnica, Lezo…). Elecciones limpias y equitativas. Así de sencillo.

Gabilondo goza de toda la idoneidad necesaria para llevar a cabo esta tarea quirúrgica de sanear la herida, quitando el pus y evitando así que la metástasis mate al sistema. Una propuesta difícil de cuestionar, pues no significa gobernar a beneficio de parte, como viene haciendo el PP. Por ello no se entrega a ninguna opción ideológica la gestión de los asuntos públicos; este es un mensaje espurio con igual motivación que la de querer anular la legitimación de la oposición para exigir la responsabilidad política de una presidenta que ha hecho del mantenimiento del poder su único principio moral. En lógica democrática ello excluye a aquellos que, desde el escaño, han aplaudido y consentido las falsedades y falsificaciones de Cifuentes, su moralidad pública es igualmente cuestionable.

En este momento no hay lugar para estrategias políticas, muchos ciudadanos no renunciamos, a lo que sí tenemos, esperanza a que el futuro político de Madrid sea limpio. Que nadie nos confunda.

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