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Opinión

Unidades de Cariño Sanchista

La vicepresidenta socialista, Carmen Calvo, y la ministra de Igualdad, Irene Montero.

El Gobierno de coalición fue convocado en Quintos de Mora para que en unas horas de convivencia los  ministros procedentes de los dos encastes tuvieran oportunidad de compartir unas horas en un entorno campestre, fuera de las obligaciones de agendas oficiales, donde pudieran surgir encuentros espontáneos que favorecieran los roces que hacen el cariño. De modo que las chispas desprendidas entre antagonistas suficientemente próximos al cerrar el arco voltaico aportarían una luminosidad esclarecedora y darían, tal vez, inicio a amistades inéditas entre capuletos y montescos. Pero pronósticos tan idílicos quedaron, allí mismo, rotos según cuentan últimos viajeros llegados de aquel enclave toledano.

El caso es que lrene Montero, queriendo llamar la atención y apoderarse del 8-M, sacó del bolso su propuesta de Ley de Libertad Sexual, en torno a la cual se fueron arracimando los titulares de Justicia, Juan Carlos Campo; Defensa, Margarita Robles; Interior, Fernando Grande Marlaska, los tres Magistrados prestigiosos, los cuales señalaron deficiencias que llegaban al esperpento. Algunas de ellas se hicieron visibles para el público poco después, merced a una de esas filtraciones malintencionadas a la prensa que, siempre ávida de encizañar, la explotó de modo inmisericorde. Entonces, creyendo que Irene, compañera, perdía la cara salieron Pablo Manuel Iglesias primero y Pablo Echenique después para defender a su dama, tachando de machistas frustrados a quienes objetaban el borrador del anteproyecto de Ley. 

Estaba fuera de dudas que era deber de la vice revisar semejante bodrio remitido por la titular de Igualdad, para enmendar la falta de coherencia gramatical y del mínimo rigor exigible en materia penal. Que, por hacerlo, Unidas Podemos la haya cuestionado públicamente es una deslealtad. Pero que, así las cosas, la vicepresidenta primera y ministra de Presidencia y relaciones con las Cortes, Carmen Calvo, apareciera de improviso en los desayunos de RTVE y mandara parar poniéndose de parte del ministro de Justicia Juan Carlos Campo subió la tensión PSOE-Podemos. De ahí que, negándolo todo, la Comisión de Seguimiento del Pacto de Coalición hubiera de anticiparse al sábado para enfriar el encono.

Calvo, cuestionada por Podemos

El desempeño de Carmen Calvo, acusada de parcialidad y tildada de inválida para cualquier mediación que fuere necesaria entre las fuerzas que componen el Gobierno, estaba cuestionado en la opinión pública por la malevolencia de Podemos. Y, al ser interrogada desde la asunción de esos supuestos en los desayunos de RTVE, su respuesta, tras la negativa frontal a que su labor mereciera cualquier objeción, la remató proclamando que gozaba de la confianza absoluta de Pedro Sánchez, lo cual vino a transparentar debilidad. Es como si la fuerza política de cada uno de los miembros del Gabinete hubiera de medirse en Unidades de Cariño Sanchista (UCS) además de que la confianza, como la meteorología, es por naturaleza una variable independiente. 

Cuestión distinta es que la convocatoria de la Comisión de Seguimiento del Pacto de Coalición la próxima semana traiga causa del mayor coeficiente de rozamiento entre el Partido Socialista y Unidas Podemos a propósito, por ejemplo, de la política de inmigración, la ley de libertad sexual, la guía laboral del coronavirus o la pugna de egos revueltos, que dice Juan Cruz. Observemos en todo caso, en desacuerdo con las matemáticas, la suma de muchos ceros puede dar un número peligroso y que, además, algunos quieren ordeñar al chivo expiatorio. En su libro El paso hacia Europa Luuk van Middelaar cuenta que Harold Mc Millan, interrogado por un periodista novel sobre a qué temía más, respondió sin dudar: a los acontecimientos, joven, a los acontecimientos. Ahí está el coronavirus por si a Pedro Sánchez le hiciera falta confirmarlo.

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