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Opinión

Una deuda perpetua

Mientras recibamos los 140.000 millones de euros de Europa, iremos tirando, renovando créditos y viviendo del apalancamiento ajeno, hasta agotar la legislatura

Lagarde advierte de que la inflación será elevada a corto plazo y promete actuar "a su debido momento"
Christine Lagarde. Europa Press

No hace mucho y comentando el anteproyecto de ley de Seguridad Nacional que el Gobierno tiene en estudio, escribíamos que dicha ley podría propiciar el embargo y/o expropiación de depósitos bancarios a particulares y empresas que han generado un ahorro con su trabajo y esfuerzo diario, para pagar la deuda pública con la que se mantiene a los que no aportan nada vía impuesto a la sociedad.

Continuábamos diciendo que Nouriel Roubini, profesor de Economía en la Universidad de Nueva York, que predijo con exactitud la crisis de 2007, ha dicho que los niveles de deuda pública y privada se encuentran en máximos de las últimas décadas, mientras que la inflación empieza a asomar la cabeza, azuzada por unas políticas fiscales y monetarias sin precedentes. “Se está preparando el escenario para la madre de las crisis de la deuda estanflacionaria (aceleración de la inflación coexistiendo con tasas de desempleo elevadas) en los próximos años”. Y la realidad confirma este pronóstico: El IPC general en Estados Unidos, interanual a junio 21, es del 5,4%.

Que la deuda pública, apoyada en unos tipos de interés mínimos e incluso negativos, ha alcanzado cifras impagables en muchos países del mundo, no es ninguna noticia de actualidad, pues ha sido un tema analizado y comentado por miles de economistas. Ello ha permitido mantener un estado de bienestar ficticio, viviendo por encima de las propias posibilidades y propiciando así una paz social que ha facilitado la permanencia de gobiernos cuyas políticas han sido, fundamentalmente, el trasvase de la riqueza vía liquidez monetaria de quienes la generan a quienes la gastan, algo que la rusa Ayn Rand, nacionalizada estadounidense, defensora del capitalismo como único sistema económico que le permite al ser humano vivir como tal, es decir, haciendo uso de su facultad de razonar, dejó escrito en el año 1920: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”

El Banco Central Europeo, con su presidenta Christine Lagarde al frente, y el Fondo Monetario Internacional, han ido filtrando diversos mensajes desde hace tiempo, a ver cómo reaccionamos los europeos, sobre una posible requisa o quita de un 10% de los ahorros de los hogares destinada a reducir la deuda pública, que reputados economistas como Richard Portes o Niño-Becerra amplían a la deuda privada, para estabilizar la crisis económica.

Es notoria en los productos de primera necesidad, alimentación y servicios básicos, en una doble vertiente: Incremento de precios o disminución del volumen o capacidad de la mercancía

España tiene una deuda pública impagable, que se renueva años tras año con un incremento desmesurado, exponencial durante los gobiernos de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, con un deficiente control de la misma, una bomba en manos de los citados organismos europeos y mundiales, que explotará cuando se dejen de recibir los fondos por ellos facilitados, desistan de comprar masivamente la deuda nacional (el 90% de la deuda de España está en manos del BCE) y los intereses se ajusten a una inflación ya latente, que en nuestro caso queda enmascarada por diferentes artículos que el ciudadano ya no consume con asiduidad, pero que es notoria en los productos de primera necesidad, alimentación y servicios básicos, en una doble vertiente: incremento de precios o disminución del volumen o capacidad de la mercancía.

Transferencias y financiación

La deuda se ha duplicado en los últimos diez años, nos hemos acostumbrado a vivir con déficit, a gastar mucho más de lo que ingresamos, a mantener toda serie de canonjías, subvenciones, gastos superfluos y claramente prescindibles, beneficios sociales a quienes no trabajan ni aportan nada a la sociedad, a consentir el trabajo en dinero negro, a mantener 17 taifas en la que, en algunos casos, lo que antes era un concejal de una ciudad, hoy es un señor -epiceno- consejero autonómico, con todo tipo de prebendas y asesores, en dónde para mantenerse en el poder, desde el primer momento de la Transición, se han dado transferencias y financiación a ciertas Autonomías que lo han dedicado para montar su infraestructura de odio contra España.

Tras la II Guerra Mundial, para reconstrucción de ciudades y no morir de hambre, se emitió Deuda Perpetua por parte de algunos países. Ahora, no es el caso. En estos momentos, en general, somos pobres, pero gastamos como ricos; y no podemos comer chuletón de buey todos los días, regado con vino reserva de La Rioja e invitando a una cuadrilla de amigos a la mesa familiar.

El Banco Santander ha alargado los plazos de pago y las carencias al 60% de su cartera de préstamos ICO, patada adelante para no cargarse de nueva morosidad por importe de unos 20.000 millones de euros en este apartado.

El silogismo milagroso

Se anuncia una nueva reforma de la ley concursal, si el fracaso de una empresa es su desaparición, el previo es el actualmente llamado Concurso de Acreedores, Ley Concursal del año 2003 que derogó leyes vigentes de los años 1869, 1904, 1912, 1917, entre otras muchas, modificada varias veces desde su publicación, clara señal que no cumple con los objetivos inicialmente previstos, que volverá a echar agua al mar y el efecto real será que bancos y proveedores volverán a poner dinero bueno sobre dinero malo, llevando la falta de liquidez a esos proveedores que, a su vez, tendrán que declararse en concurso, sin que tengamos datos, y posiblemente sea lo más importante, del número de empresas que logran superar el concurso y pagar correctamente el convenio, porque el silogismo milagroso, los fantásticos (de fantasía) planes de viabilidad y el power point de las empresas de reestructuring, lo aguanta todo.

Otra cosa es la realidad. Y la realidad es que la falta de liquidez en las empresas que se acogen a Concurso tiende a aparecer en una fase final, próxima a la suspensión, y se origina en compañías que, si bien históricamente han tenido una evolución comercial positiva, sus estructuras de pasivo, fuertemente endeudadas, les hace más vulnerables a situaciones de recesión o crisis económica, como la actual.

Por mucho que se suban los impuestos, cuyo peso siempre recae en los mismos, con las políticas económicas filocomunistas actuales, ahuyentando a los inversores en palabras de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, que dice “no le preocupa la rentabilidad de los Fondos de Inversión, lo que hay que hacer es pagar más impuestos” -para mantener su zulo de votos- de momento y mientras recibamos los 140.000 millones de euros de Europa, iremos tirando, renovando créditos y viviendo del apalancamiento ajeno, hasta agotar la presente legislatura.

Luego, ya veremos a quien le toca poner orden y establecer la Deuda Perpetua en este país, en el que la insolvencia e incumplimiento de pago también ha afectado, a través de la historia, al Reino de España, fuente Invertia y Carlos Díaz Güell, que ha suspendido pagos en trece ocasiones: 1557 (Felipe II), 1575 (Felipe II), 1596 (Felipe II), 1607 (Felipe III), 1627 (Felipe IV), 1647 (Felipe IV), 1652 (Felipe IV), 1662 (Felipe IV), 1666 (Carlos II), 1799 (Carlos IV – Impago de intereses), 1820 (Fernando VII - Desequilibrio presupuestario durante la Restauración absolutista), 1866 (Isabel II) y 1939 (Franco - Impago Deuda Republicana).

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