Opinión

Un latido atronador

Quien cree que el debate de ideas favorece a la izquierda es porque no tiene otras mejores. «Esta polémica beneficia a Sánchez, porque puede escurrir su responsabilidad por la Ley del «sólo sí es sí», afirmó la cadena Cope

El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo
El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo EFE / Nacho Gallego.

El hecho de ofrecer a una mujer embarazada la posibilidad de escuchar el latido fetal en una ecografía, tanto si va a abortar como si no, ha desatado en la izquierda un histrionismo indignado para crear un espejismo victimista. Todo ello envuelto en una espiral de locura argumental. Si atendemos a la realidad que hay tras esta previsible reacción, la cólera de la izquierda resulta luminosa, esclarecedora y útil para construir una sociedad respirable fuera del ecosistema político de mentira y sumisión.

Puede parecer que esta indignación se debe a que hay una nueva derecha que se ha atrevido a tener iniciativa en el debate y no engancharse en el remolque de los repudiados de la agenda marcada por la izquierda. La imposibilidad de abrir una vía en el debate o a cuestionar cualquier postulado. Sin embargo debiera ser ilustrativo que el asunto del aborto a quien molesta no es a la izquierda sino al Partido Popular y a sus medios.

El asunto del latido fetal lo define Borja Sémper como «iniciativa insensible», «ruido mediático que favorece a Sánchez». Quien cree que el debate de ideas favorece a la izquierda es porque no tiene otras mejores. «Esta polémica beneficia a Sánchez, porque puede escurrir su responsabilidad por la Ley del «sólo sí es sí», afirmó la cadena Cope. Esto supone anunciar que no debiera haber otra crítica al Gobierno hasta que lleguen las elecciones. ¿Para qué querría alguien entrar en política si no es para debatir ideas?¿Para qué llegar al Gobierno si no es para defender una alternativa al PSOE?

Quien cree que el debate de ideas favorece a la izquierda es porque no tiene otras mejores. «Esta polémica beneficia a Sánchez, porque puede escurrir su responsabilidad por la Ley del «sólo sí es sí», afirmó la cadena COPE

Borja Sémper dejó la política —después de que los votantes vascos le abandonasen a él — porque no era útil en la política de «conflicto» de Pablo Casado en la que llegaba a acuerdos con Vox. El retorno de Sémper, ahora como portavoz al PP de Feijóo, aclara que su verdadera utilidad en campaña será oponerse a los de Abascal y no a los de Sánchez. Quizá lo importante sea volver a los micrófonos con Eduardo Madina y no las vidas de mujeres que se pueden transformar.

Ayuso se suma a la crítica contra la iniciativa de Juan García-Gallardo de ofrecer, sin ser obligatorio, que las embarazadas puedan escuchar el latido del corazón de su bebé. «¿Qué necesidad hay de alimentar lo que el Gobierno está buscando 'que vuelve la extrema derecha'? Me parece una torpeza. El vicepresidente de Castilla y León ha buscado el conflicto».

Exacto. Conflicto es lo que se encuentra cuando te defiendes y te enfrentas a un proyecto perverso que supone un peligro y una enmienda a tu forma de vida, a la propia vida. Si la presidenta de la Comunidad de Madrid no hubiese generado un conflicto por no someterse a las decisiones y tiempos de Pedro Sánchez en la pandemia ¿qué hubiese sido de los madrileños? El conflicto generado por la defensa de la vida no es ahora menos oportuno. Nunca lo podrá ser.

El PP anhela ser Ciudadanos, un partido que llegó a ser relevante cuando generó conflicto con los secesionistas como forma de subsistencia por el mero hecho de oponerse frontalmente a ellos. Entonces era preciso estar ahí. Por eso fueron a Vic y a Alsasua, porque el conflicto desnuda la barbarie al no rendirte a ella y se vislumbra la decencia y la verdad.

El PP anhela ser Ciudadanos, un partido que cuando llegó a ser relevante fue cuando generó conflicto con los secesionistas como forma de subsistencia por el mero hecho de oponerse frontalmente a ellos

Y esta es la única realidad tras la frustración desquiciada de la izquierda ante una medida llena de humanidad, y no de 'chantaje emocional', como afirmaba el editorial de El Mundo. El progrerío clama evitar el trauma de la consciencia de la realidad. No podemos permitir que las emociones de una mujer sean construidas desde el Gobierno con un velo de ignorancia, que nos dificulten el acceso a la información o a tener opciones, como si fuésemos seres incapaces, instrumentos tutelables por el Estado. Nos quieren inconscientes, manipulables, deshumanizadas, que sigamos adelante sin importarles las consecuencias irreversibles de un aborto.

El trauma no llega cuando una mujer descubre la verdad al escuchar un latido, sino cuando tomas una decisión sin conocer las consecuencias. Todo para protegernos de la certeza atronadora que emerge al escuchar ese latido. La verdad de que llevas una vida dentro, la de tu hijo. El proyecto de barbarie que hay realmente tras la indignación de la izquierda y al que hay que enfrentarse para liberarnos es que el aborto no sea la única opción, sino la última.

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