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Opinión

El último gobierno monocolor

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno

Los tres golpes políticos que han aupado a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno han sido tan seguidos que todavía está la vida política toda (PSOE incluido) reponiéndose del shock. Primero la moción ganada contra todo pronóstico, después la sorpresa que ha causado la solvencia del nuevo Gobierno y, por fin, su fuerte mayoría de mujeres, son impactos que han causado un auténtico huracán de opiniones, sentimientos, titulares y columnas, y trastocando por completo la situación que se preveía a finales del mes pasado, cuando Rajoy presumía de estabilidad enarbolando los presupuestos, Ciudadanos destilaba impaciencia por la convocatoria electoral, Podemos se levantaba del grave tropiezo del “caso-Plon” y el PSOE apenas existía.

Hay que reconocerle a Sánchez la habilidad que demostró al poner a toda la Oposición (incluso a los nacionalistas que menos le aprecian) ante la ineludible elección de hacerle presidente a él o mantener a Rajoy, y luego ir a explicarlo en sus circunscripciones. El resultado de esta elección efectuada “en negativo” es que Sánchez no carga con deudas, si acaso alguna con el PNV, y que ha podido hacer el Gobierno que mejor le ha parecido y que más le conviene, incluso con el recochineo de designar a Borrell y a Grande-Marlaska, auténticas bestias negras de los mismos independentistas que le votaron.

Todo está ahora trastocado y el sorpasso del líder socialista ha removido muchísimo las aguas de la política. Mientras se decantan, Sánchez tiene ahora la ocasión para escalar posiciones ante la opinión pública como presidente creíble y con futuro, y parece dispuesto a aprovecharla. Para ello cuenta con el desconcierto momentáneo de sus oponentes y con el no menos provisional “efecto Atleti”, al que tantos seguidores antes callados y ahora entusiastas le han salido también, tras ganar la UEFA.

Es llamativo que un país en el que se abominaba tanto del bipartidismo siga siendo tan bipartidista mentalmente y se muestre tan incómodo cuando se habla de acuerdos entre diferentes"

Cuando pase el huracán y el remolino actual se asiente es seguro que las posiciones de los cuatro grandes partidos habrán cambiado y el paisaje ya no será el de hace unas semanas; ni tampoco el de hoy. Los fastos y los estruendos de estos días irán poco a poco remitiendo y se irá aclarando el panorama. Cuando la calma (la que cabe en la política, que nunca es mucha) se vaya imponiendo, veremos cómo ha quedado cada cual, pero cabe pensar que seguiremos teniendo esos mismos cuatro partidos con peso y apoyos mayores o menores pero, en todo caso, significativos.

Lo que vaya a durar este Gobierno no lo sabe ni su presidente, pero, sean cuando sean las elecciones, en ellas se dilucidará la posición de cada uno de los cuatro grandes, no su existencia misma. Que hoy el PSOE esté de dulce y pueda recuperar posiciones electorales no significa que Ciudadanos no pueda recobrarse del susto de verse fuera de la carrera que creía ganada. Que el PP esté en graves aprietos, como está, no le quita su valor como representante genuino de la derecha española, que no va a desaparecer como fuerza electoral, como tampoco lo va a hacer Podemos, que ha tomado votos de toda la izquierda tradicional pero que también ha creado un nicho propio de votantes.

No deja de resultar llamativo que un país en el que se abominaba tanto del bipartidismo siga siendo tan bipartidista mentalmente y se muestre tan incómodo cuando se habla de pactos y de acuerdos entre diferentes. Sea finalmente el reparto electoral el que sea, habrá que ir acostumbrándose a la normalidad de que partidos diferentes pacten, acuerden y aun gobiernen en coalición o mediante acuerdos parlamentarios sólidos.

La situación excepcional que se ha dado estas semanas, en que un presidente lo es más por las ganas de echar al otro que por la adhesión que concita, no es previsible que se repita, así que el Gobierno que acaba de tomar posesión puede que no solo sea especial por el gran número de muy valiosas mujeres que lo forman, sino también porque puede ser el último monocolor que veamos en mucho tiempo.

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