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Opinión

La memoria USB de Puigdemont y el esperpento del debate con Junqueras

Puigdemont interviene en un mitin de JxCat en Valls.

Conviene comenzar por el final, pues es definitorio del esperpento que acompaña a los 'terraplanistas' catalanes. Todo sucede en el plató de TV3, donde se celebra un debate a seis bandas sobre las elecciones europeas. Allí se encuentra Aleix Sarri, jefe de campaña de Junts per Catalunya, el partido que lidera Carles Puigdemont desde su casa de muñecas de Waterloo. Cuando llega el turno de intervención del tal Sarri, la emprende contra la decisión de la Junta Electoral Central de no dejar participar en el coloquio a Oriol Junqueras y a Toni Comín. “Es un hecho impropio de un Estado supuestamente democrático”, afirma, impertérrito. A continuación, le entrega al moderador una memoria USB con un discurso de Puigdemont y abandona el recinto, como si fuera un repartidor de Seur que, tras firmar el albarán, no tiene nada más que hacer por allí.

El guión se ha vuelto a repetir una vez más: el aparato propagandístico independentista inicia maniobras para lanzar un ataque al Estado, las Instituciones frenan aquello en seco y comienzan una serie de pamplinas que desembocan en llanto, al considerar que lo que ha ocurrido forma parte de una persecución de una ideología, y no del ejercicio del deber de personas que tienen encomendada la tarea de que se cumplan las leyes.

Oriol Junqueras consideró que estaba en su derecho de participar en un acto de campaña, como es el debate de TV3, y la Junta Electoral de Barcelona le dio la razón. El problema es que Instituciones Penitenciarias concluyó que aquello resultaba comprometedor, entre otras cosas, porque a partir de las 22.00 horas cada preso debe estar en su celda y el líder de ERC había pedido utilizar la sala de videoconferencias hasta pasada la medianoche. En esa tesitura, la Junta Electoral Central ha optado por no alterar el orden de Soto del Real. Entre otras cosas, porque en la realidad simulada que se reproduce en prisión no resulta difícil quebrar la paz; y cualquier elemento inflamable puede causar un incendio.

El independentismo ha sabido interpretar con bastante acierto el papel de esposa infeliz, pero discreta, pues ha sabido guardar los trapos sucios dentro de casa, ocultar las diferencias entre cónyuges mediante la mentira y la fantasía.

El 'estadista' que ha adoptado Bélgica sólo tenía pensado comparecer en el coloquio -por videoconferencia, se entiende- en el caso de que lo hiciera Junqueras. "Si él está, yo también estaré allí. Y me emociona mucho estar allí con él. No nos dividirán", expuso en sus redes sociales. El mensaje, falaz,ocultaba una realidad: que sólo estaba dispuesto a dejarse ver en TV3 si lo hacía su principal rival político, ante el riesgo de que le perjudicara en las urnas.

El independentismo ha interpretado hasta ahora con bastante acierto este papel de esposa apesadumbrada, pero discreta, pues ha sabido guardar los trapos sucios dentro de casa, ocultar las diferencias entre cónyuges mediante la mentira y la fantasía; y lanzar balones fuera ante las preguntas directas al respecto. Todo esto tiene pinta de que estallará tarde o temprano, dado que ERC apunta a convertirse en la gran fuerza hegemónica del soberanismo y eso hará todavía más insostenible el liderazgo de Puigdemont, quien no tuvo los arrestos suficientes como para asumir las consecuencias de sus actos y traicionó a Junqueras con su fuga peliculera. De momento, en público, la impresión mayoritaria es la de unidad frente al enemigo común, que es el orden constitucional.

La dificultad de debatir

Dicho esto, esta primavera no será precisamente recordada por la facilidad con la que se organizaron los debates entre los candidatos. La rigidez de la Ley Electoral y la insoportable tendencia de los partidos a especular ha dificultado hasta el extremo algo que debería ser sencillo, como es que una televisión convoque a unos políticos en un plató a una hora determinada para que debatan sobre algunos temas relevantes y se sometan a las preguntas de un periodista.

El guirigay que se organizó cuando la JEC excluyó a Vox del debate de Atresmedia resulta innecesario, pues los ciudadanos tenían derecho a escuchar las propuestas del que entonces figuraba como uno de los principales partidos en intención de voto. Tampoco es justificable la instrumentalización que realizó Pedro Sánchez de la televisión pública -con la connivencia de Rosa María Mateo- para intentar librarse debatir durante dos noches seguidas, el pasado abril.

Hace unas horas, RTVE excluía a Vox del coloquio que celebrará dentro de unos días, al considerar que no tiene representación en el Parlamento Europeo, en lo que constituía la última decisión difícil de explicar con respecto a la organización de debates en televisión.

Lo que ha ocurrido en TV3 es diferente, pues tiene que ver con el régimen interno de Instituciones Penitenciarias. Los alquimistas independentistas han actuado rápido y han transformado la decisión de la JEC en un ataque de un “Estado autoritario” contra la “libertad de expresión”. Nada más lejos de la realidad, pues todos tuvieron la oportunidad de enviar a otros candidatos al coloquio. Pero ya se sabe cómo se actúa por estos lares: no dejes que la verdad te aleje de un buen puñado de votos. En cierto modo, resulta admirable la capacidad del oasis catalán para absorber las tan abundantes aguas residuales que vierte a diario esta canalla.

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