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Opinión

Las noticias falsas no existen

El presidente de EEUU, Donald Trump

Una noticia no puede ser falsa. Si lo es, no es una noticia, sino una mentira. Como ahora cuela todo, aunque sea grueso, el sistema ha tragado con lo de las fake news rebajando el trabajo periodístico a la altura del tacón. El periodismo se ha dejado manchar al admitir que un hecho noticioso puede no ser verdad. No hay nada como sustituir a los redactores-jefe por algoritmos que deciden no lo que el público necesita saber, como sujeto del derecho a la información, sino lo que quiere consumir. ¿También hay que echarle de comer si el gusto reclama basura? Entre dudas y tentaciones muere el bien, a manos del mal. Una noticia se comprueba antes de considerarla como tal.

Tal vez todo empezara cuando se distinguió entre periodismo de investigación y lo demás. Como si el resto de las noticias no hubiera que comprobarlas antes de la difusión. A diferencia del periodismo, que cuenta, explica y realiza una labor pedagógica en la presentación de un hecho veraz, la fabricación de las falsedades con apariencia de realidad no busca el bien común, sino el provecho de un interés particular o general. Las mentiras se crean y multiplican dándole a una tecla que disemina las burbujas, por millones, en el océano de internet. Y se hace a sabiendas del hábito de un consumo frugal y rápido. Ya no vale decir que no se quiere saber cómo se hacen las salchichas. Con la información nos jugamos buena parte de nuestros derechos y libertades individuales. El ministerio o comité de la verdad no deja de ser un pretexto para dominar todavía más al sector de los medios de comunicación en España. El actual Gobierno no hace política. Le basta con la comunicación política. Se gobierna con el clic.

Tras las elecciones de Estados Unidos hemos asistido a un acontecimiento que en el mundo del periodismo ha abierto un debate y generado alguna que otra hipótesis de trabajo. Las principales cadenas de televisión norteamericanas, incluida la más proclive a Trump, interrumpieron la emisión de las comparecencias del todavía presidente o de sus portavoces porque no se puede tolerar que acusen de fraude electoral sin pruebas. ¿Se podría cortar a quien dijo que “hemos derrotado al virus” la próxima vez que aparezca porque no es de fiar o trata de crear un estado de opinión basado en hechos no probados y basados en expertos anónimos?

Estas palabras de Trump son tan peligrosas y despectivas como las del dirigente de Podemos, que tacha de ultraderecha a quien publica informes policiales sobre la financiación del partido

Bien es cierto que los directivos de las televisiones de Estados Unidos se han atrevido a cortar al Trump derrotado. Durante los cuatro años de mandato, incluidos los meses previos de campaña, nadie se atrevió a dicha hazaña. Ni siquiera lo hicieron cuando vertía la amenaza de manera directa: “Voy a proponer nuevas leyes contra la difamación para que, cuando escriban de manera deliberada artículos negativos, horribles y falsos podamos demandarlos y ganar mucho dinero. (…) Para que cuando el New York Times publique una exclusiva, lo cual es una desgracia absoluta, o cuando el Washington Post (…) publique una exclusiva, podamos demandarlos.” Estas palabras de Trump, tan peligrosas y despectivas como las del dirigente de Podemos que tacha de ultraderecha a quien publica informes policiales sobre la financiación del partido, fueron pronunciadas en febrero de 2016, antes de ganar las presidenciales y están recogidas en el libro de los profesores de Harvard, Levitsky y Ziblatt, Cómo mueren las democracias (Ariel, 2018) en un capítulo dedicado a la abdicación del partido Republicano en Trump.

El entonces candidato a la presidencia prescindió del periodismo para llegar a los electores. Se saltó las redes intermedias propias de una democracia liberal. Mejor un gobierno sin periódicos. Que alguien entierre de una vez a Jefferson. Si el periodismo ha contado una a una las mentiras de Trump, es un error apagar la señal cuando acusa sin pruebas para crear un estado de opinión. El sistema electoral prevé los recursos con sus pleitos. El periodismo debe explicar si lo que dice el derrotado es verdad o es mentira. Sin duda no fue una decisión tomada por periodistas sino por los dueños y editores que, durante cuatro años, o no quisieron o no se atrevieron con el ocupante del trono más poderoso del mundo. En cambio, ahora sí, al pasar a tener el papel de perdedor. La información incluye contar que alguien dice una falsedad o propaga una mentira. Y eso sí que es una noticia.

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