Muchos se preguntan cómo pudo el partido en el gobierno perder las elecciones en Estados Unidos con las buenas cifras macro que presentó el país en 2024. Hay quien podría cuestionarse lo mismo en España: por qué el PIB y la EPA son tan positivos pero todas las encuestas (salvo la gubernamental) mandan a casa al actual Ejecutivo. La respuesta lenta incluye muchos matices, como que el PIB está hinchado con deuda, que el crecimiento se nota menos al tener que repartirse entre más gente o la subida de la presión fiscal (y eso sólo dentro de los argumentos estrictamente económicos, que por supuesto no son los únicos) etc., pero la respuesta rápida es simple: la gente no nota que su economía mejore, lo que vale para Estados Unidos y para España. Y el principal motivo es que les es más difícil adquirir los bienes que desean porque los precios han subido más que sus ingresos netos. En Estados Unidos no sólo es más cara la cesta de la compra, además en un país acostumbrado a vivir a crédito, y a pesar de la reducción de las tasas de interés por parte de la Fed, el coste de endeudarse ha crecido hasta el punto que para adquirir una vivienda el tipo medio de las hipotecas a 30 años (las más habituales) ronda el 7%. Esos son muchos intereses que sumar a una cuota mensual.
Pues la decisión de Trump de establecer aranceles va a empeorar aún más la situación financiera de las familias, y como sus decisiones nos afectan a todos (y ya está habiendo represalias), este encarecimiento de la cesta de la compra perjudicará globalmente. Un arancel es un impuesto que paga el comprador del bien al que se le aplica y la primera reacción del consumidor será o bien no adquirirlo o asumir ese coste más alto. Ninguna de las dos es una buena noticia económica: la primera reducirá crecimiento y la segunda aumentará la inflación (y, por ende, los tipos de interés, lo que reducirá inversiones que también reducen crecimiento). Para Apple, por poner un ejemplo de cómo la decisión de Trump perjudica directamente a su cotizada de mayor capitalización, encarecer la adquisición de componentes chinos de sus móviles provocará que tenga que reducir márgenes o subir los precios de venta al público y los que compren iphones por todo el mundo -incluidos los estadounidenses- impulsarán la inflación. En una guerra comercial global esto es lo que pasará: menos intercambios comerciales y los que haya, más caros.
Si Trump pretende relanzar su propia industria de un modo tan radical, necesitará millones de emigrantes. No es ideología, son matemáticas. Pero en vez de regularizarlos, los está expulsando
El argumento de “así se compra más lo nacional” falla porque el proceso por el que se construyen fábricas y se produce a un coste competitivo dentro de un país, renunciando a las importaciones, es lento y caro. Es un pensamiento mágico creer que, de repente Estados Unidos pueda sustituir no ya todo, sino gran parte de lo importado. Y eso se puede aplicar a todos los países de un mundo que deben gran parte de su fuerte expansión las últimas décadas, precisamente a la globalización. El paripé de saltarse el acuerdo que el propio Trump firmó en 2018 con México y Canadá imponiéndoles aranceles para luego anularlos por un mes a cambio de más protección fronteriza no cambia lo poco idóneo de la medida, que con China, por ejemplo, ya ha provocado una reacción: un nuevo arancel de 15% al carbón, gas y petróleo EE.UU. como represalia. Y falta ver qué pasa con la U.E.
Estados Unidos además tiene un problema añadido: está casi en una situación de pleno empleo por lo que si pretende relanzar su propia industria de un modo tan radical, necesitará millones de emigrantes. No es ideología, son matemáticas. Pero en vez de regularizarlos, los está expulsando. Y dado que los ilegales son una mano de obra muy abundante tanto en construcción como en alimentación, su expulsión va a provocar que sea todo más caro. A esto se suma que los salarios deberán crecer para poder cubrir las bajas, lo que también aumentará la presión sobre los costes empresariales que repercutirán… en los precios. En resumen, todo conduce a más inflación y, por ende, a tipos de interés altos, por lo que se resentirá el crecimiento dado que la inversión y el consumo se reducirán. Y esto pasará a escala mundial.
Es difícil creer que un empresario de cierto éxito como Trump esté tomando decisiones tan malas. Quiero pensar que es una estrategia de negociación, que está lanzando un órdago para poder, desde una posición de fuerza, ajustar los aranceles a los productos que él considera
En Europa pagamos ya más por las importaciones de crudo debido a la fortaleza del $ y cuando entremos en la guerra arancelaria, el IPC subirá y, a la vez, bajará el consumo y la inversión, justo cuando nuestras dos mayores economías, Alemania y Francia, rozan la recesión. Es difícil creer que un empresario de cierto éxito como Trump esté tomando decisiones tan malas. Quiero pensar que es una estrategia de negociación, que está lanzando un órdago para poder, desde una posición de fuerza, ajustar los aranceles a los productos que él considera, con múltiples exenciones etc. pero está jugando con fuego, la economía mundial tiene demasiados desequilibrios como para añadirle unas medidas tan contradictorias.
No olvidemos tampoco que la bonanza económica de los últimos años para una gran parte de la población viene por la subida del precio de loes activos que aumenta su riqueza patrimonial pero la bolsa (y las criptomonedas, que de nuevo no actúan como activo refugio, sí el oro que marcó máximos históricos esta semana) ya ha dado varios avisos y un desplome podría generar una crisis financiera que condujera a una económica. Los índices bursátiles están sostenidos por multinacionales que -literalmente- viven de la globalización. Oponerse a ella es romper el idilio de los mercados con Trump y apuntar directamente a la línea de flotación de Wall Street y, por extensión, de todas las grandes cotizadas del mundo.