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Opinión

La trampa de la percepción

Quizá la agresión no existiese, pero el miedo que se ha instalado en muchas personas es real y por tanto su odio también

Varios manifestantes durante una concentración en la Puerta del Sol.

Aunque fue hace mucho tiempo, casi una semana, el clima de psicosis que se adueñó del espacio público no ha desaparicido, sino que incluso ha aumentado precisamente por la falsedad de los hechos de Malasaña. No sé si algún desalmado que aún tenga esperanza en la racionalidad de nuestro tiempo esperaba que la realidad modificase el relato distópico de un Madrid tétrico y peligroso para los homosexuales.

En los medios se ha insistido en “informar” sobre este hecho con mensajes como “una mentira define perfectamente la realidad” o “esta vez era mentira, pero podría haber sido verdad”. En medio de esa sensación de estar a punto de ser encerrados en algún ensayo de la película de Milos Forman, Alguien voló sobre el nido del cuco, hubo quien se sorprendió porque las manifestaciones en protesta de un hecho, que todos sabíamos que no había ocurrido, lejos de desconvocarse, se mantuvieran. Como teniendo aún esperanza en una izquierda organizada en torno a la realidad y no la lógica del poder.

La manifestación en Madrid estuvo preocupantemente nutrida, incluso en lo que hace a la cobertura de medios informativos. Parece que los asistentes no tuvieron tiempo de formular consignas actualizadas tras haberse conocido la falsedad de la denuncia, pues allí se gritó transmitiendo un miedo atroz y una solución violenta para plantarle cara: “Frente a sus cuchillos, nuestra rabia”. ¿Los cuchillos de quién? ¿en qué se traduce dicha rabia?

Una maquinaria perfectamente engrasada para imponer y extender percepciones cuando la realidad debilitaría la hegemonía cultural que mantiene a la izquierda en el poder

Un espectáculo dantesco con mensajes muy bien coordinados entre el poder -PSOE y Unidas Podemos-, y los medios de comunicación. Una maquinaria perfectamente engrasada para imponer y extender percepciones cuando la realidad debilitaría la hegemonía cultural que mantiene a la izquierda en el poder, consciente que las percepciones crean realidades. Así se crea poco a poco un clima artificial donde lo que parece impensable hoy por parte del poder, se convierta mañana en una necesidad reclamada por el pueblo, y que,naturalmente, el Gobierno magnánimo ha de atender. Como la ilegalización de un partido.

Esta oleada de miedo no es la primera vez que se extiende a consecuencia de algún suceso mediatizado. Muchas de las movilizaciones organizadas por el feminismo que acabaría siendo ministerial tenía como base dibujar una sociedad violenta y hostil para las mujeres. Se ignoró en todas ellas que no se producían en Ciudad Juárez, Bielorrusia o en un país islámico, sino en uno de los mejores lugares del mundo para ser mujer, España. El nacionalismo catalán y vasco también han vivido de crear la percepción de un Estado inexistente en sus territorios y, aun así, opresor.

Convivencia pacífica

Algo que no esperaba es que en el Madrid de la libertad, el miedo también lo fuese. Y éste es el punto preocupante, de no retorno en la convivencia pacífica en una sociedad. Quizá la agresión no existiese, pero el miedo que se ha instalado en muchas personas es real y por tanto su odio también. Las percepciones que crean realidades son imposiciones de arriba abajo con una clara finalidad política de mantener en el poder a quienes lo ocupan. La forma de bloquear toda oposición es impedir la defensa acusándole de lo que estás provocando, odio.

Ante el hecho escandalosamente inmoral del homenaje a Parot se difunde una vez más la perversa idea de que quien proteste por jalear a un asesino, es quien rompe la convivencia

Resulta peligroso que, en este contexto, quienes están dispuestos a reivindicar mentiras para definir realidades legislen los delitos de odio, cada vez más amplios, vagos e indeterminados sin que seamos capaces de vislumbrar una línea clara en la que cualquiera de nosotros podríamos estar incluidos si mostramos una mínima crítica al discurso oficial.

En este tiempo de percepciones que crean realidades con una coordinación entre medios -algunos, demasiados- y el poder, resulta más comprensible que existan realidades no percibidas al no ocupar tanto espacio en medios.

La paz del PNV

La cobertura mediática y los discursos emitidos desde el Ministerio del Interior de Grande Marlaska con ocasión de la manifestación en Madrid del pasado sábado por una agresión que no existió, no se parecen mucho a los que ya escuchamos sobre la concentración en protesta del próximo sábado en Mondragón por el homenaje a Henri Parot, ese etarra sanguinario condenado por 39 asesinatos, incluyendo los niños de la casa cuartel de Zaragoza. Ante este hecho escandalosamente inmoral, se difunde una vez más la perversa idea de que quien proteste por el homenaje es quien rompe la convivencia y no quien se suma a los cánticos en su honor. Ya saben, la paz del silencio bajo la sumisión nacionalista que el PNV impuso en el País Vasco y que las bombas de ETA ayudaron a mantener. Una hegemonía cultural e institucional incuestionable que ha inculcado una percepción de la realidad que poco se parece a la misma pero que ha llegado a transformarla.

No sé si hubo un tiempo en el que tuvo sentido reivindicar lo moral frente a la inmundicia, los hechos frente a las mentiras, pero sin duda es el momento de no olvidar la diferencia.

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