Opinión

Totalitarismo fluido

Totalitarismo fluido
Manifestación bajo el lema "Frenemos el genocidio en Palestina", una movilización que se celebra en diferentes ciudades de España EFE

“Veremos hasta dónde le llega el totalitarismo” dijo Milei ante la ideílla de Sánchez de no dejarle entrar en España para recoger un premio de un grupo de liberales. La frase del presidente argentino nos emplaza nada menos que a hacer mediciones de totalitarismo.

Valgámonos de una hipótesis provisional: los procesos totalitarios comenzaron a ser muy evidentes en España a partir de la matanza de Madrid en marzo de 2004. La izquierda inyectó miedo con mentiras y rápidamente lo convirtió en odio contra la derecha a pocas horas de unas elecciones generales. Ese flujo totalitario pronto se aderezó con la correspondiente ley de memoria para evitar que la gente pudiera pensar e investigar por su cuenta. Las aulas, desde primaria hasta la Universidad, cobijaron un aumento exponencial de todo tipo de procedimientos para mutilar las potencialidades intelectuales de los estudiantes.

Se añadió la agenda 2030 para impedir la investigación científica que no comulgue con la rueda de molino de colorines; eso somete a la población a un empobrecimiento acelerado e infunde un miedo irracional duradero ante el supuesto apocalipsis climático.

También se pusieron en marcha estrategias de polarización con las que se ha ido construyendo el muro de Sánchez. Forman parte de esas estrategias las leyes de violencia contra mujeres que desprotegen a los varones, las leyes de discriminación negativa contra los hombres; la creación de nuevos derechos para minorías que son muy eficientes en la implantación de discursos totalitarios pues el que disiente es insultado, cuando no agredido, como negacionista o facha o ultraderechista o nazi. En realidad, todas estas estrategias de polarización totalitaria son deudoras de Lenin y de Hitler, aunque recicladas en el Foro de Sao Paulo y en el Grupo de Puebla. La decisión de favorecer a delincuentes eliminando delitos del código penal (golpistas, okupas, invasores disfrazados de inmigrantes) o reconocer y ayudar tanto a terroristas antiespañoles como antisemitas son otras herramientas liberticidas. Por cierto, que el islamismo es otro totalitarismo que avanza con la ayuda del totalitarismo no religioso.

La libertad se desvanece y el sujeto queda sitiado por imposiciones que no le benefician en nada, sino que sirven a los intereses de bandas de ladrones y perturbados

Destrozar el estado derecho y la seguridad jurídica mientras bandas organizadas instaladas en el poder se dedican a distraer ingentes cantidades de dinero es la lógica contrapartida de cualquier proyecto totalitario.

Capítulo muy elocuente de este desdichado proceso es el de los confinamientos con la excusa de un extraño virus; suspensión de derechos humanos; vacunaciones masivas que están generando serios problemas sanitarios. Este totalitarismo es un negocio transnacional con la falsa excusa de la salud y del delirante bienestar del planeta. Es la obsesión vieja del maltusianismo con nuevas herramientas y apolillados disfraces de carnaval veneciano.

Seguro que el lector avispado puede añadir muchos más detalles importantes dentro del flujo totalitario que nos atrapa. Tal flujo, tarde o temprano, afecta negativamente a cada individuo en su propia vida. La libertad se desvanece y el sujeto queda sitiado por imposiciones que no le benefician en nada, sino que sirven a los intereses de bandas de ladrones y perturbados. Así fue en el viejo comunismo, en el nazismo, en el moderno bolivarianismo y en los distópicos proyectos de totalitarismo global de la UE, la OMS, la ONU o el Foro económico Mundial.

Todos estos procesos empiezan y se alimentan con discursos peculiares, pero nunca inocentes. Ejemplo: Sánchez decía el 11 de abril de 2021: “La libertad hoy es vacunar, vacunar y vacunar. Esa es la bandera de la libertad que defendemos los socialistas”. Lo que hace es forzar una asociación semántica fuera de toda lógica para crear, frente a la extrañeza, el poder de establecer esa conexión. Él se adjudica ese poder mágico.

Shklovski, un intelectual y poeta ruso de ascendencia judía, reconoció fórmulas dadaístas en las arengas públicas de Lenin cuando en 1924 escribió: “Lenin está en contra de poner nombres; establece cada vez una nueva relación entre palabra y objeto, sin nombrar las cosas y sin hacer que el nuevo nombre perdure”.

Klemperer en su libro La lengua del Tercer Reich (1947) explicaba que “cuanto menos dirigido al intelecto sea un discurso más popular será. Y cruza la frontera hacia la demagogia o la seducción de un pueblo cuando pasa de no suponer una carga para el intelecto a excluirlo y narcotizarlo de manera deliberada.” Esta es la parte de estos procesos en los que los medios de comunicación, incluyendo las aulas, siempre han tenido una enorme responsabilidad. El filólogo judío alemán se dio perfecta cuenta de que los discursos se elaboraban y repetían para debilitar las facultades intelectuales de las masas.

Ciegos para nuestra ceguera

Como dice Daniel Kahneman -psicólogo judío que recibió el premio Nobel de Economía en 2002- en Pensar rápido, pensar despacio (2011) “podemos estar ciegos para lo evidente y ciegos además para nuestra ceguera”. Para él la clave está en el diferente funcionamiento de los dos sistemas que nos constituyen cognitivamente: “El sistema 1 opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario. El sistema 2 centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos. Las operaciones del sistema 2 están a menudo asociadas a la experiencia subjetiva de actuar, elegir y concentrarse”. Aunque Kahneman no lo reconoce, hay notables paralelismos entre esos dos sistemas y los procesos primarios y los secundarios que distinguió el judío Freud en La interpretación de los sueños (1900). Los secundarios trabajan bajo el principio de realidad, requieren esfuerzo y atención de forma similar a lo que nos solicita el sistema 2. Lo que vemos en las aulas universitarias desde hace años es que el sistema 2 de los estudiantes apenas ha sido activado en las anteriores fases porque se han aplicado recetas dedicadas a complacer al sistema 1. Es la fórmula perfecta para no ver la propia ceguera.

José Antonio Ortega Lara, quien padeció el salvaje totalitarismo etarra desde enero de 1996 a julio de 1997, dijo en Viva 24: “Debéis ser los artífices de vuestro propio futuro. No lo dejéis en manos del Estado”. Lo suscribo porque el Estado se apropia del sistema 1.

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  • P
    Perhaps

    Debiera haber dado para más. Muy buen artículo, pero demasiado corto, demasiado espeso.