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Opinión

Torra, el niño del lazo amarillo

Monstruo de color amarillo

¿Qué merecen los ciudadanos? ¿Un presidente de la Generalitat que no quite los lazos amarillos saltándose las leyes, incumpliendo lo que dictamina la Junta Electoral Central, o que incluso cambie el símbolo del lazo amarillo por otro con la intención de seguir desafiando a quien le rete ante el 'procès' o un presidente que gestione el territorio que le compete? Once días ha estado Torra fraguando su campañita para sustituir el lazo amarillo, y mientras hace eso deja de hacer cosas realmente importantes para Cataluña. Estamos en campaña y es obvio que los símbolos partidistas deben ser eliminados de las instituciones públicas. Torra en su casa puede poner el lazo amarillo donde quiera, incluso propongo que se disfrace de lazo amarillo -por si le faltan ideas- pero no en la Generalitat, eso no es atacar la libertad de expresión, que no nos vendan la moto. ¡Basta ya! Y quien diga que el lazo amarillo solo es para pedir la libertad de los presos que no se engañe: los partidos independentistas han hecho suya la simbología con gran éxito.

De hecho, el lazo ya lo utilizó en el Senado el grupo de CiU en 2014, según consta en hemeroteca. Entonces lo hizo con muy poca fortuna, pero el ideólogo del lazo ha conseguido imponer el símbolo que divide a los independentistas y a los no independentistas. No discutamos de algo que queremos la mayoría como es la libertad de los 12 políticos encarcelados. No obstante, por sus actos, queda claro que Torra es ese niño travieso que va incumpliendo las leyes de las instituciones que avalan su cargo, no tiene en cuenta nada más que el 'procès', no tiene en cuenta nada más que crispar la sociedad, generar conflicto, cuando lo que sería bueno que hiciera es liderar un debate político para conseguir su objetivo sin saltarse la ley.

Con Cataluña sumida en la parálisis, con barracones en las escuelas y listas de espera interminables, Torra sigue jugando al escondite con los lazos amarillos

Todos a favor de la libertad de expresión, todos, pero deberíamos estar de acuerdo independentistas o no independentistas en que no nos tomen el pelo. Tenemos una Cataluña sumida en una parálisis total y absoluta, con barracones en las escuelas, con falta de profesorado, con patios de colegios públicos pelados -los patios de la cárcel tienen más estímulos de diversión que los patios de colegio- con listas de espera para intervenciones que no tienen fin, con urgencias de hospitales públicos saturadas, faltan pediatras, anestesiólogos…; con servicios básicos cada vez más nefastos, con menores inmigrantes que no tienen techo y pasan la noche en dependencias policiales o judiciales, una sociedad enfrentada, partida por la mitad. Debemos, los ciudadanos, exigir a los que nos gobiernan y en los que hemos confiado nuestro voto que dejen el patio del colegio y se sienten a gobernar, no en su guerra de guerrillas quitando lazos amarillos y poniendo otros símbolos, como animalitos amarillos.

Propongo entonces que pongan el monstruo de colores en cualquier fachada, una idea genial de una catalana que en forma de cuento enseña a los niños el valor de identificar emociones como la alegría, el miedo o la rabia. Que cuelguen el monstruo amarillo que simboliza la alegría, la felicidad, a ver si en lugar de resultar ser una Cataluña hostil, a vista de muchos que no son catalanes, volvemos a ser la Cataluña dinámica, impulsora en el ámbito tecnológico, industrial, en investigación, pionera en sanidad, una comunidad que sirva de ejemplo como lo fue en su día, una tierra a la que vengan personas con sueños de prosperar, de una vida mejor, no una Cataluña de la que muchos se hayan desenamorado y piensen en abandonar. Auguro un Sant Jordi inundado de rosas amarillas.

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