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Opinión

¡Torra, llámame!

La manifestación en favor de la unidad de España de Barcelona.

El cartel: 'Torra, llámame', que una mujer anónima levantaba con sus manos en la manifestación del domingo en Barcelona, además de ser oportunísimo, demuestra que el humor es un arma invencible contra la ira. Es una genialidad apelar así a quien se ha quejado tanto de que no le cogen el teléfono en La Moncloa.

Pero hay mucho más que humor en esas dos palabras. En ellas está la exigencia de ser escuchada de esa mitad de catalanes a los que los independentistas no quieren ni oír, ni siquiera reconocer, pero sí expulsar del espacio público. Por eso la manifestación del domingo, asombrosamente multitudinaria para la que está cayendo en Cataluña, y el evidente peligro de ser señalado, demuestra que a los estrategas del procés la táctica de pretender que los catalanes no independentistas son pocos, tristes y fachas no les funciona tampoco, como ninguna de las demás.

Pero no solo Torra y los demás líderes indepes deberían escuchar a los catalanes españoles (constitucionalistas, si se prefiere). El resto de españoles también deberíamos preguntar más a aquellos catalanes porque sin su criterio, sin duda mejor y más atinado que el de cualquiera de los que no somos o no vivimos allí, será imposible parar esta locura, deseo que también figuraba en otra de las pancartas: “Stop this madness”.

Además de acompañarlos en la marcha, cosa que está muy bien, hay que atender a los catalanes que quieren parar el procés, que saben más que nosotros, y lo saben mejor. Parece fácil pero quizás no lo sea tanto. Primero porque son menos ruidosos y rotundos que sus adversarios indepes, después porque son tan variados como cabe esperar de un colectivo tan inmenso, y finalmente porque no hay que desdeñar la incómoda posibilidad de que lo que nos digan tampoco sea lo que esperamos oír y hasta puede que incomode a los más fieros defensores de la patria y -dicen- de la Constitución, entre los que no faltan los que querrían demediarla, suprimiendo, por ejemplo, autonomías como la de Cataluña.

La manifestación ha demostrado que en Cataluña hay una sociedad que no se va a dejar amedrentar por los unos, por supuesto, pero que tampoco se va a dejar manipular por los otros

En este sentido conviene recordar que la manifestación fue convocada por una entidad, Sociedad Civil Catalana, que invitó a participar fuera de pancarta a los partidos que quisieran hacerlo desde “la centralidad catalana” y que, en palabras de su presidente, Fernando Sánchez Costa, convocó a “todos los que defienden la democracia, la Constitución y el autogobierno de Cataluña" no así a Vox. Se ve que el nacionalismo populista español no es bien recibido en medio de tantas banderas constitucionales españolas, muy vacunadas contra toda exageración patriótica. La manifestación ha demostrado que en Cataluña hay una sociedad que no se va a dejar amedrentar por los unos, por supuesto, pero que tampoco se va a dejar manipular por los otros.

Pretender que los no independentistas catalanes ven las cosas del mismo modo que las vemos desde cualquier otra parte de España, singularmente desde “el pequeño Madrid del poder”, en afortunada expresión de J. A. Zarzalejos, es un camino seguro al error, porque nosotros también somos cada cual de nuestro padre y de nuestra madre. Así que mucho mejor que señalarlos a ellos como los nuestros de allí, sería convertirnos nosotros en los suyos de aquí.

Populismo nacionalista

A esa mujer del cartel, por ejemplo, habría que llamarla para saber cómo ve ella las cosas, qué espera de los que queremos sentirnos “de los suyos”, en qué se le puede ayudar y en qué nos equivocaremos si hablamos en su nombre sin escucharla. Es ella, pero es toda una sociedad catalana que se siente acosada por el populismo nacionalista la que tendría que saber que el resto de los españoles estaremos, básicamente, a lo que ellos digan, en la seguridad de que no habrá solución a este entuerto tan serio si no se cuenta con las opiniones y los sentimientos de esa gente que tuvo el domingo el coraje de salir por segunda vez a una manifestación de españoles en paz, con alegría y algunos, como esa mujer, con signos de un humor inteligente y liberador en medio de lo que no deja de ser un drama colectivo.

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