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Opinión

Todos deberíamos ser Valents

Casi la mitad de los catalanes decidió hace tiempo dejar de participar en el proceso político, legítimamente asqueados

Una reflexión acerca de Valents
Presentación del partido político Valents. Europa Press

El simple hecho de escoger como escenario para su puesta de largo como partido el centro de cultura y memoria del Born, el huevo de la serpiente del relato separatista, ya es algo relevante que te dice que quieren hacerse un hueco en el desquiciado tablero político catalán sin pedir perdón ni permiso. Era curioso ver al público asistente dirigirse al auditorio sobre las mismas ruinas de la Barcelona del XVIII que constituyen la piedra angular de la leyenda independentista.

Una vez dentro y con el aforo completo, llegan los discursos. La sensación que queda tras una escucha atenta y desprejuiciada es la de que han aprendido bien las lecciones derivadas del fracaso de Ciudadanos. Defenderemos España desde Cataluña y no nos iremos, dice Eva Parera, la líder de esta nueva formación. Imposible no pensar  en la sensación de abandono que sintió el electorado catalán cuando Inés Arrimadas se fue a Madrid tras la victoria más increíble de la reciente historia, después de la de Rafa Nadal de hace apenas dos días. 

El acto es sencillo pero sólido. Exhiben un vídeo de factura profesional, cancioncilla y logo bonito. Algo inusual en los primeros pasos de una aventura similar. O tienen técnicos que trabajan por idealismo o militantes dispuestos a costear su patriotismo de su propio bolsillo, ambas alternativas son buenas. Los oradores que se turnan en el uso de la palabra son caras muy conocidas en el ámbito del constitucionalismo catalán. Joan López Alegre, tertuliano muy correoso y valiente, Juan Arza, así como gente de Sociedad Civil o de S’ha acabat. Se menciona el apoyo de algunos ausentes, como Valentí Puig y se habla sin titubeos de la necesidad de plantarle cara al independentismo. Qué hay que no nos pueda gustar de esta manera de pasar una soleada mañana de sábado en Barcelona. Pues nada, evidentemente.

Se dirá que nos sobran partidos y nos faltan votantes. Que para voto constitucionalista ya está Vox, o el PP, o Ciudadanos, o incluso el PSC

Se dirá, de hecho ya me lo han dicho, que no es necesaria otra opción para el ya de por sí muy fracturado electorado constitucionalista catalán. Que nos sobran partidos y nos faltan votantes. Que para voto constitucionalista ya está Vox, o el PP, o Ciudadanos, o incluso el PSC. Pero vayamos a la realidad y no a lo que nos gustaría que fuese. Y la realidad es que hay una parte del electorado no independentista que dio su triste victoria a Arrimadas, que venía del socialismo, y no va a votar a Vox o al PP jamás. Por muy bien que les caigan sus líderes o por mucho que comulguen con sus discursos. Porque no pueden, porque les rechina, por razones que ni ellos mismos entienden pero que están ahí, incomprensibles y humanísimas.

Todo es España, pero las cosas no se ven igual desde Sort que desde Medina del Campo, y con esos mimbres hay que hacer el cesto común. Se trata de levantar del sofá a los que no votan y llevarlos a las urnas, y si Valents tiene acceso a una parte de ese electorado, incluidos nacionalistas decepcionados que no van a llegar en su viaje hasta Vox o el PP, bienvenidos sean. Casi la mitad de los catalanes decidió hace tiempo dejar de participar en el proceso político, legítimamente asqueados. Es a ellos a los que hay que llegar y a los que se debe seducir.  En esta Cataluña en que la política consiste en escoger entre España o independencia, cualquier incorporación al bando de los buenos es un motivo de alegría.

A la salida del acto, mientras pensaba en estas cosas, me topé con grupos de turistas a los que unos así denominados guías contaban una versión tergiversada y venenosa de la historia de Cataluña sobre esas mismas piedras que acababan de acogernos. Era importante reclamar para España ese terreno sagrado de la impostura nacionalista. Valents empezó bien. Que no los critiquen quienes se limitan a quejarse de la situación sin hacer nada.

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