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Opinión

El tío de la vara

El ministro de Educación Íñigo Méndez de Vigo.

El ministro portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, llama a “escuchar el clamor de la sociedad” a favor de la prisión permanente revisable, vigente en España desde 2015, tras la sesión parlamentaria del jueves, en la que el Partido Popular y Ciudadanos vieron derrotadas sus enmiendas para endurecerla en un pleno que contaba con la presencia de los padres de Diana Quer, Mari Luz Cortés, Sandra Palo y otras víctimas de la vesania de delincuentes de mente imputable pero enferma. Fue escasa, por no decir nula, la oportunidad de celebrar el citado pleno dos días después de enterrar al pequeño Gabriel Cruz, con España conmocionada, y con el correspondiente cruce de acusaciones entre los portavoces del PP y el PSOE sobre quién de los dos no había sido capaz de impedir la reunión de la Cámara en esa fecha.

Pero no pretendo volver sobre la diatriba que encendió a muchos y avergonzó a no pocos, sino señalar cómo el Gobierno clama al cielo cuando la oposición le acusa de utilizar a las víctimas, invitándolas a la tribuna del Congreso, pero no se despeina al deslizar que los pensionistas están siendo manipulados por algunos partidos y sindicatos. Porque habrá clamor popular a favor de la prisión permanente revisable, según Méndez de Vigo, pero no sé cómo califica el ministro el tsunami de centenares de miles de jubilados que han llenado reiteradamente en los últimos días las calles de nuestro país, tras el desahogo epistolar de la ministra de Empleo comunicándoles la subida del 0,25 por ciento de las pensiones.

Qué soltura, qué equilibrio, qué gracejo. Como si víctimas y pensionistas no tuvieran suficiente dolor y precariedad"

Clamor por clamor, parece, por el momento, más sonoro el de los jubilados, a no ser que el portavoz del Gobierno esté por la doble vara de medir: oigo por aquí, pero no por allá; nosotros no manipulamos a las víctimas, pero vosotros sí a los pensionistas. Qué soltura, qué equilibrio, qué gracejo. Como si víctimas y pensionistas no tuvieran suficiente dolor y precariedad, respectivamente, para que vengan unos y otros a mentarles la madre.

Así las cosas, cabe pensar que empieza a respirarse cierto aire electoralista, con algún más que llamativo cambio de postura. El despertar del Partido Popular y del presidente del Gobierno hacia la existencia de esa marea de jubilados, que son unos de sus principales caladeros de votos, ha sido notable. Como las contorsiones de Ciudadanos, tan venido arriba por las encuestas y sus resultados en las elecciones catalanas, instalado en un sí es no es, ahora sí ahora no, con respecto al Gobierno, y que ha dejado ver lo mejor de su equilibrismo en su posición sobre la prisión permanente revisable, al pasar de considerarla “cadena perpetua” y “venganza” a no pedir su derogación. El PSOE, que con su Escuela de Buen Gobierno que ha celebrado este fin de semana muestra un escasamente envidiable cierre de filas -renunciaron a asistir desde Rubalcaba a Susana Díaz, pasando por Ximo Puig o Javier Fernández-, mitiga ahora su prisa derogatoria sobre tan polémica reforma y decide esperar a que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre el recurso que presentó.

Y mientras, mareas de pensionistas llenan las calles de España. ¿Será un “clamor de la sociedad” para el ministro Méndez de Vigo? ¿Con qué vara medirá la riada?

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