Opinión

El dardo de Arranz

Señor Sánchez, se lo digo por tercera vez: cállese

Sánchez Feijoo
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en un receso del debate. EFE / Juanjo Martín.

De entre todas las afecciones que suelen perjudicar la salud de los gobernantes existe una que llega a comprometer su estabilidad mental. Tiene un punto antropofágico, pues le lleva a practicar cierto canibalismo, pero no con los demás, sino con su persona. El político desquiciado se devora a sí mismo. Se cocina en su personaje, que a esas alturas está ajado y agria el guiso. Le ocurrió a José María Aznar cuando posó sus pies en la mesa del presidente de Estados Unidos y, fumándose un puro, comenzó a hablar en español texano. Se convirtió entonces el presidente en Napoleón. 1 metro y 70 centímetros de soberbia. Algo similar sufre el Pedro Sánchez de nuestros días, como se ha podido apreciar en el debate contra Alberto Núñez Feijóo de este lunes.

El candidato socialista lleva desde el inicio de la precampaña con el discurso propio de quienes se sienten cuestionados, pese a que consideran que su labor es sobresaliente. Está a la defensiva, con la típica actitud de quien somatiza la ansiedad o necesita exteriorizar su malestar. O, peor, como el actor que sobreactúa y exagera porque piensa que es la mejor forma de ganarse al público. Así se ha podido apreciar en el debate de esta noche. ¿De veras no hay nadie que le advierta al presidente que los gestos sarcásticos, las carcajadas con sorna o las frases indignadas pronunciadas entre susurros (Lorenzo Lamas en pleno ataque de furia) le presentan ante el espectador como un tipo que ha perdido los papeles?

No ha podido completar Núñez Feijóo una intervención en los 100 minutos que ha durado el debate sin que su adversario le haya interrumpido, abroncado, menospreciado o bufado.

Desconozco cuáles son los factores exactos que llevan a un candidato a ganar o a perder un debate, pero sospecho que la hostilidad ayuda más a movilizar a los adversarios que a convencer a los propios. Uno no puede presentarse desquiciado a un coloquio porque, diga lo que diga, tiene las de perder. No ha podido completar Núñez Feijóo una intervención en los 100 minutos que ha durado el debate sin que su adversario le haya interrumpido, abroncado, menospreciado o bufado. Ha ocurrido en no menos de una veintena de ocasiones. La más molesta, la que se ha producido al final del segundo bloque temático, cuando Vicente Vallés le ha llegado a decir al presidente: “Señor Sánchez, por tercera vez le pido que atienda a los moderadores”.

Vicente Vallés le ha llegado a decir al presidente: “Señor Sánchez, por tercera vez le pido que atienda a los moderadores”

Mientras tanto, Sánchez se refería a las consejerías de Igualdad suprimidas por el PP y Vox en tal o cual región, a la censura de una obra de Virginia Woolf que a los electores se la trae al pairo... y al “túnel tenebroso” en el que se sumirá España si pierde el Gobierno. Todo ello, sin parar, sin atender a Vallés. La metralleta. Ra-ta-ta-ta-ta. Vox, censura, la gruta a la que nos conducen; usted, el otro, el otro y usted... El presidente se devora a sí mismo y en su afán por defenderse como gato panza arriba parece que no es consciente de que transmite la sensación de ser demasiado frágil y susceptible ante quienes le llevan la contraria.

Un debate mal preparado

Lanzó el Grupo Prisa la semana pasada toda su artillería contra Pablo Motos, Ana Rosa Quintana y Carlos Alsina porque en las entrevistas que realizaron a Sánchez no le preguntaron por economía, por empleo o por la Unión Europea. Lo que ocurre es que ha llegado la ocasión de debatir y el presidente ha priorizado la bronca sobre la explicación didáctica de sus logros. Quien acude preparado a un coloquio de este tipo debería ser capaz de rebatir a Núñez Feijóo cuando le muestra una gráfica sobre el escaso crecimiento de la economía española; o cuando le culpa del incremento del precio de los alimentos o de los alquileres.

También sería lo suyo que pudiera haber contra-argumentado mucho mejor al culparle de ser el tercer presidente que menos puestos de trabajo ha creado. Es sorprendente que tuviera guardada bajo la manga las cartas de la Guerra de Irak y los atentados del 11-M, pero no algunos datos que le permitieran defender su gestión de una forma más eficiente.

Es sorprendente que tuviera guardada bajo la manga las cartas de la Guerra de Irak y los atentados del 11-M, pero no algunos datos que le permitieran defender su gestión de una forma más eficiente

Ninguno de los dos candidatos es brillante. Más bien, todo lo contrario, pero hay un detalle que resulta muy ilustrativo sobre el desarrollo y el resultado del debate. Digamos que cada candidato le ha lanzado un órdago al contrario. Núñez Feijóo le ha propuesto a Sánchez un pacto por el que se comprometerían a que, tras las elecciones, faciliten la investidura del partido más votado, lo cual es un intento inteligente de situar sobre el tejado del PSOE la responsabilidad última de cualquier pacto con Vox.

Por su parte, Sánchez le ha pedido a Núñez Feijóo que condene la frase 'Que te vote Txapote' -que es repugnante, por cierto-. El popular le ha propuesto un acuerdo de Estado, relevante e incisivo; y el socialista, que exprese su oposición a un meme de mal gusto que ha molestado a la hermana de Gregorio Ordóñez -con razón-, pero también al PSOE. ¿Hay una mejor muestra de que el jefe del Gobierno se está cocinando en su propio malestar y está cerca de quemarse, si es que no lo está ya?

El tono general ha sido muy bronco y los moderadores deberían haber llamado al orden a los contendientes en alguna ocasión a mayores. Sin duda, los españoles han visto el coloquio más desagradable (o casi) desde aquel en el que Miguel Sebastián -hoy vestido con el falso traje de profesor santurrón- le sacó aquella foto de una señora a Alberto Ruiz Gallardón. Eso sí, Pedro Sánchez ha ironizado alguna vez con el “sentido del humor” de Núñez Feijóo. En una de éstas, el candidato del Partido Popular ha sacado a colación el tema del avión presidencial y Sánchez ha respondido, ofendido: “Ustedes siempre sacan el Falcon a pasear”. Su rival ha añadido: “No, hombre, si el que lo saca a pasear a menudo es usted”. Y eso, la verdad, es que ha tenido gracia.

Por lo demás, Núñez Feijóo movía los pies con nervios por debajo de la mesa -pocas veces ha mostrado el detalle el realizador- y consultaba y escribía sobre los papeles que acumulaba encima de la mesa... y Sánchez, directamente, perdía los papeles en ocasiones. Se presentó para intentar provocar al rival y cayó en sus propias provocaciones. Lo dicho: se devoró a sí mismo. A su mismidad.