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Opinión

Una semana como las de antes

Aglomeración de personas protestando durante la manifestación celebrada en el barrio de la Txantrea de Pamplona en apoyo al preso etarra Patxi Ruiz.

La nueva realidad ya asoma. En aquellos lugares en los que avanzamos de fase, la vida retoma la calle a través de empresas, comercios y terrazas. Y en los que todavía no cumplen los criterios para liberar de una santa vez a sus habitantes, ya empieza también a presentarse el día a día que teníamos antes de la pandemia. Solo hay que echar un vistazo a los titulares para comprobar que la nueva vida se parecerá y mucho a la anterior.

El PSOE ha recuperado su habilidad para meterse en charcos. Charcos que ellos mismos se crean sin que ni siquiera sea necesario. La última metedura de pata es el acuerdo con EH Bildu. Les costará sacar esta vez el pie, porque Podemos va a aprovechar para hacer ‘casus belli’ y atizar a los de Sánchez por la izquierda. Pero es que el equipo de La Moncloa, que cada vez tiene menos que ver con el PSOE, ha cometido un error imperdonable por varias razones. La primera, pactar con EH Bildu. Más adelante daré la razón principal de este fallo de principiante. La segunda, firmar algo que no se puede cumplir. La tercera, negar lo que está a la luz. Un documento firmado es un documento firmado y pone lo que pone, no lo que dicen que quería poner. Es tan sencillo que hacernos ahora una interpretación que ‘matiza’ lo firmado es tratarnos como estúpidos.

El papelón de Albert Rivera

Las últimas jornadas también han devuelto a Ciudadanos al espacio del que nunca debió salir. Pasar cuanto antes página del papelón que hizo el James Cameron español, Albert Rivera, es fundamental para que vuelvan a erigirse en actores clave capaces de hacer de útil bisagra y, con el tiempo, funcionar como alternativa. A nada que Pablo Casado siga por el camino por el que va, la senda de Inés Arrimadas se irá asfaltando. Por mucho que, en ausencia de argumentos, el PP quiera embarrar indisimuladamente a los naranjas en la polémica del Gobierno con la izquierda abertzale.

Días antes de todo esto, el CIS de Tezanos, que ya es una expresión que sale casi sola para diferenciarlo del CIS aburrido de antaño, cayó como sopa hirviendo en boca hambrienta. Los socialistas se congratularon porque el estudio señala que la dureza de sus medidas no erosiona a su increíble tercio del total de votantes. Y el PP respiró porque su falta de ideas se ha suplido bien con su ejército de críticas y frases hechas que le han servido, según Tezanos, para frenar el ímpetu de Vox. Pero los dos saben que, en el fondo, sus estrategias son terriblemente cortoplacistas.

Ya es mala suerte que del disco duro del PP lo único que se haya salvado sea el argumentario mántrico de los Aznar, Mayor Oreja...

Esta semana, también ha habido pleno de control en el Congreso. Y, otra vez hemos asistido a una retahíla de personas que se gritan como si fuera de las paredes de San Jerónimo no les estuviésemos pidiendo altura de miras, generosidad y pactos de Estado. A todos.

En las réplicas parlamentarias, como sucedía antes, todo es ETA. El coronavirus es ETA. El Estado de alarma es ETA y porque no hay primavera de El Corte Inglés, que si no… La falta de ideas de Pablo Casado sigue siendo preocupante. Ya es mala suerte que del disco duro del PP lo único que se haya salvado sea el argumentario mántrico de los Aznar, Mayor Oreja, Acebes y compañía...

Algaradas callejeras

En estos últimos siete días también hemos visto protestas en la calle. La imagen de un manifestante sentado en el asiento trasero de un deportivo descapotable con chófer no permitía, desde luego, hacer la vista gorda sobre ellas. Las intervenciones estomagantes de Pedro Sánchez han cabreado a la España de hacer hoyo con un buen par. La sorna de las redes sociales daba una solución para disolver la rebelión de Lacoste: enviar inspectores de Hacienda en vez de policía. Pero es tan injusto pensar que todos los pijos defraudan como que todos los de izquierdas son sectarios. Imbéciles hay, lamentablemente, en todo el espectro ideológico, aunque es cierto que en los extremos del mismo da la sensación de que se multiplican. Se percibe con la algarada callejera que suelen promover precisamente los extremistas: los escracheadores ‘borjamari’ tienen el mismo derecho a hacerlo -es decir, ninguno- que aquellos que se pusieron de moda con la persecución borroka en Euskadi o la ‘rebelión anti casta’ de los ahora ‘achaletados’ en Galapagar.

En Euskadi los cachorros de los cachorros de ETA han dado un paso más, uno peligroso, en su nostalgia de la violencia

Y a la vez que en Madrid se rompían semáforos con un hierro 4, en Euskadi los cachorros de los cachorros de ETA han dado un paso más, uno peligroso, en su nostalgia de la violencia. De nuevo, carteles, puntos de mira y pintura en los portales. Y de nuevo, la cobardía de EH Bildu. Que no condena, que no avanza y reconoce que este camino es el peor de todos. De hecho, parece gustarle y lo justifica por la situación de uno de sus sanguinarios presos. Y aunque de momento son cuatro gatos los que empiezan con las pintadas y las cartulinas, solo es necesaria una chispa para que algún iluminado cruce esa línea invisible que tanto dolor nos trajo.

Aquí está el mayor error de ese equipo de Sánchez. Mientras su portavoz negociaba con EH Bildu, estos no condenaban el ataque a la candidata a Lehendakaritza del PSE. Y eso… eso es un hecho imperdonable en política.

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