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Opinión

Santiago Abascal y las vacunas mutantes

Los partidos que han construido su reputación pública vendiéndonos principios, firmeza y ortodoxia lo tienen más difícil a la hora de cambiar de postura. No se lo van a permitir

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El presidente de Vox, Santiago Abascal. Jesús Hellín / Europa Press.

Dice un conocido adagio que cuando un político grita públicamente la palabra "¡Nunca!", lo que en realidad está expresando es un modesto "por ahora", y que cuando exclama "¡Siempre!", lo que de verdad nos está diciendo es que "de momento, si".

Y es que las cosas, tanto en política como en la vida, cambian, y los políticos deben adaptarse constantemente a las nuevas circunstancias sobrevenidas modificando sus apriorismos ideológicos construidos desde las estrechas ideologemas de sus credos, flexibilizándolos o directamente cambiando sus antes rocosas opiniones para adaptarse a una realidad siempre mutante, especialmente cuando tienen la responsabilidad de gobernar.

Principios y firmeza

Como ustedes ya suponen en realidad no hablo de todos los políticos, solo de los que quieren mejorar las vidas de los ciudadanos y hacer progresar a sus países independientemente de si para ello tienen que modificar sus opiniones y principios; los otros, los que han construido su reputación pública vendiéndonos principios, firmeza y ortodoxia lo tienen mucho más difícil a la hora de cambiar de postura: sus seguidores no se lo van a permitir, de hecho incluso podrían acusarlos legítimamente de traición.

Si Abascal confiesa que se ha vacunado incurriría en delito de lesa traición para toda esta banda, y por el contrario si confiesa que no se ha vacunado, podrá ser acusado de irresponsable por sus rivales políticos

Traigo esto a colación porque la pasada semana Santiago Abascal, líder de la sección española de la menguante internacional nacionalpopulista, fue entrevistado por Federico Jiménez Losantos, y ante una pregunta del periodista, defensor a ultranza por cierto del partido de Abascal desde su nacimiento, sobre si se había vacunado contra la covid19, nuestro Santi salió por peteneras diciendo que no iba a contestar a esa pregunta porque nosequé de la libertad.

Jiménez Losantos, presa de un ataque de ira de los suyos, afeó a Abascal de manera gruesa y vehemente que un responsable político cometiera tal irresponsabilidad, pero no consiguió sacar al presidente Vox de su posición.

La razón es evidente, queriendo o sin quererlo, Losantos había dado con uno de los talones de Aquiles de Vox, un partido que ha basado su crecimiento electoral en lo inamovible de sus posiciones.

Abascal no contestó a su pregunta porque en realidad no podía hacerlo de ninguna manera sin perjudicarse gravemente al aparecer ante los suyos como lo que es, un político oportunista y acomodaticio que dirige un partido que -pásmense- llevó en su programa electoral presentado a las elecciones generales de 2019, concretamente en el punto 56 del mismo, la obligatoriedad de las vacunas infantiles. Han leído ustedes bien, obligatoriedad. Un partido que ¡ha traicionado sus propias e inamovibles convicciones!

Y no, no es casual, a pesar de su pasado fervor vacunero, Abascal y los suyos se han dado cuenta de que buena parte de su electorado está formado por antivacunas, magufos y conspiranoicos de todo pelaje, una banda tremendamente militante de la que forma parte gente como Miguel Bosé y que ha convertido a Vox en el gran partido de la libertad vacunera y a Santiago Abascal en una suerte de Lord Protector de toda la recua de irresponsables que pueblan las redes defendiendo que la gente no se vacune, por lo que si Abascal confiesa que se ha vacunado incurriría en delito de lesa traición para toda esta banda, y por el contrario si confiesa que no se ha vacunado, podrá ser acusado de irresponsable por sus rivales políticos, algo que ya hizo en directo Jiménez Losantos, por cierto.

A mí no me queda si no felicitar a Santiago Abascal por superar sus complejos infantiles y haber sido capaz de cambiar de posición política sobre un tema como es el de la obligatoriedad de las vacunas y animarle a que en próximas ocasiones además de cambiar de opinión, sea capaz de hacerlo públicamente, sin complejos y sobre todo en beneficio del país, no de sus intereses electorales.

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