Opinión

Bruselas-Santo Domingo-Pekín

La vuelta al mundo que Pedro Sánchez culmina esta semana en Pekín, vía Bruselas y Santo Domingo, es una tournée en plan líder global llena de oportunidades y amenazas tanto para España como para su persona

Bruselas-Santo Domingo-Pekín
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La Moncloa

Lejos del entremés en el que se ha convertido el día a día del Gobierno, Pedro Sánchez culmina esta semana otra notable gira internacional. El presidente ha encontrado en la política exterior una expectativa de futuro a la que agarrarse ante el encefalograma plano de la coalición. La vuelta al mundo de Sánchez empezó el pasado viernes en Bruselas y finaliza esta semana en Pekín, vía Santo Domingo. Es, en definitiva, una tournée en plan líder global llena de oportunidades y amenazas repartidas a partes iguales tanto para España como para su persona.

No conviene tomarse a la ligera la invitación del líder chino, Xi Jinping, al jefe del Ejecutivo. Primero, y quizá más importante, porque ha logrado poner celoso al propio NapoMacron. Y ése es un pequeño placer, comparable con el de ver a Messi ganar el Mundial a Mbappé, del que conviene disfrutar de vez en cuando.

El hecho de que sea Pedro y no Emmanuel el primer dirigente europeo convocado por China para vender su plan de paz en Ucrania es un regalo por la inminente presidencia española de la Unión Europea. Y un gesto diplomático de primer orden. Tanto es así que el propio Macron, abrasado por las llamas de la liberté, se ha apresurado a viajar a Pekín después de Sánchez y con Von der Leyen de llavero. Es un intento del francés por evidenciar que la verdadera voz europea en China es la suya, y no la de Sánchez. Las casas de apuestas están muy divididas a la hora de ponderar qué ego es más superlativo; si el de Sánchez o el de Macron.

El sueño húmedo de Sánchez en Pekín

Pero más allá del gol a Francia, Sánchez tiene ante sí una oportunidad personal extraordinaria en Pekín. El sueño húmedo del presidente de lograr o al menos encarrilar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania bajo su mandato turnista en Bruselas es una posibilidad que Sánchez tiene muy en mente. Y le abriría de par en par las puertas de una Historia con mayúscula que quiere le recuerde a toda costa, tal y como confesó el susodicho a Máximo Huerta el día que le echó a patadas del Consejo de Ministros.

El plan de paz no está maduro. Pero por primera vez en más de un año de conflicto bélico hay un plan. Tiene 12 puntos. Y es de China. Estados Unidos lleva varios días tratando de desacreditar la propuesta de Pekín. Europa, siempre en otra onda, considera que no es la solución ideal, pero sí un punto de partida. La UE, con Josep Borrell a la cabeza como jefe de la Política Exterior, ve alguna idea rescatable. Sobre todo en lo referido a la no utilización de armas nucleares, ahora que Moscú enreda en Bielorrusia, y el respeto a la soberanía e integridad de los Estados.

El problema es que, como en España, Sánchez juega a muchas bandas en la política internacional. Y si quiere seguir cortejando a Joe Biden tiene que medir bien qué concede a Xi y qué está dispuesto a hacer durante su presidencia europea en el anhelo de una paz justa con Ucrania.

Es un viaje repleto de minas. Pero un viaje de primer nivel al fin y al cabo, que le cae a Sánchez llovido del cielo después de un consejo europeo relativamente tranquilo y la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo. Hace mucho que las citas entre las dos orillas hispanas del Atlántico han perdido lustre, a pesar de los esfuerzos de España por mantener los vínculos con esa América en la que te sientes como en casa.

Sánchez sigue echando una mano a Biden en Centroamérica, mientras con la otra trata de sujetar a la izquierda de los Boric, Lula, Petro y compañía; sin perder de vista que el centro derecha tiene todas las papeletas para echar al peronismo del poder en Argentina en las presidenciales de octubre. Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…