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Opinión

El teatrillo de Sánchez y la vice ‘comecuras’

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo

Como Sánchez está en plan estadista salvando Europa, y pendiente de los calambres de Merkel, no vaya a ser que alguno tenga replica en él y mute en ectoplasma, la propaganda nos avisa de que ha hablado por teléfono con la presidenta del Congreso para poner fecha a la investidura. Sí señor, ¡eso es una noticia! Quizá lo sea, porque la vi en casi todas las portadas de la prensa. Es tal la importancia y el protagonismo de Pedro Sánchez en asuntos comunitarios que algo como esto -poquita cosa para la política nacional-, no lo puede tratar cara a cara con la presidenta del Congreso. Y eso que el de La Moncloa usa el avión con inusitada frecuencia. Es igual. La fecha la pone Sánchez y la comunica Batet, que para eso la colocó en la Carrera de San Jerónimo. El teatrillo nacional que no pare. Lo de menos es que a estas alturas no tenga ningún apoyo más allá del diputado Revilla. Todo lo demás es misterio.

Todo es indolencia en este presidente en funciones, un hombre sin urgencias que ha hecho de la estética un tratado de filosofía política para andar por casa. Hay que ver la parálisis del país y la forma artera en que Sánchez y la vicepresidenta comecuras nos tienen metidos. Les ponen un micrófono y, venga o no a cuento, la culpa de esta inacción que vivimos es de Casado y, sobre todo, de Rivera. Y, sin embargo, ni de uno ni del otro puede esperar lo que sueña y desea. En mi opinión, está más lejos Rivera de echar una mano a Sánchez que Casado.

Eso de que en el asunto de Franco hay motivos políticos e ideológicos es una verdad que no se rebaja porque la exprese alguien con sotana

Y no se trata ahora de recordar lo que ambos dirigentes de las derechas –¡ay las derechas, presidente, que ahora tornan en liberales y centristas!- empujen y saquen del hoyo y por la cara a un dirigente y a un partido escaso de escaños y mínimo en su programa para los próximos cuatro años. Hemos estado pendientes de la llamada de Sánchez a la presidenta del Congreso, pero no tengamos ni una pista acerca de cómo se va a financiar el Estado de Bienestar, cómo nos vamos a preparar ante la ralentización económica que llega, qué hacer con la España vaciada, cómo afectara al sistema de pensiones la llegada en masa de la generación del baby boom, el cambio climático, Cataluña… Eso, Cataluña.

Y que todo esto pueda esperar da idea de la frivolidad de un hombre instalado en las pomadas del poder mientras pasan los días y las oportunidades. Aquí el debate es que un obispo italiano antes de dejar de ser Nuncio del Vaticano haya utilizado su libertad de expresión para decir lo que piensa: que resucitar a Franco es una táctica de un gobierno sin las ideas claras, ventajista y escaso de recursos. A mí no me une nada al obispo Renzo Fratini, pero el cura no dice estupideces. Eso de que hay motivos políticos e ideológicos es una verdad que no se rebaja porque la exprese alguien con sotana. Que sacar a Franco de Cuelgamuros divida a los españoles, como dice el purpurado, es ya más dudoso. En realidad, el personal se aburre y agota ante semejante forma de tomarnos el pelo. Le llaman hacer política y es sólo un teatrillo, un folletín sin alma para consumo interno. Y, claro, como el obispo ha salido pelín faltón, la vicepresidenta comecuras amenaza con revisar la fiscalidad de la Iglesia. Olé, olé y olé doña Carmen. Las tonterías tienen un pase, nos entretienen; las mentiras no. Y deberán pasar factura. Calvo no va a revisar la fiscalidad de la Iglesia. Nadie se ha atrevido desde que Marcelino Oreja, ministro de Suárez firmara en 1979 con el cardenal Jean Villolt los acuerdos con la Santa Sede. Nadie con dos dedos de frente se quiere meter ahí. ¿Es así como se hace política, así como se amaga, razona y seduce, así como se argumenta y replica? ¡Dios, que ordinariez! ¡Pero qué barato sale esto de ser vicepresidenta del Gobierno!

Van a tener razón los que avisan de que este teatro malo no consigue engañar ni siquiera a aquellos que jaleaban “con Rivera no, con Rivera no” sin atender a la aritmética

La verdad, la más clara de todas, es que el aparato de propaganda que dirige Iván Redondo nos entretiene con la señora comecuras en los telediarios mientras pretende hacernos comulgar con la idea que si su señorito cae en manos de los independentistas la culpa será de los otros. Y si cae en la mano de los populistas de Podemos, también. Y si le votan los de Bildu, ¡qué va a hacer sino aceptar con desdén los votos indeseables, necesarios! No puedo afirmar que tenga un pacto con independentistas y filoetarras, pero empiezo a creer que Sánchez no da puntada sin hilo. Que sabe de esto más que ninguno. Y que maneja el mundo de las percepciones con una facilidad que en la otra parte se vuelven movimientos ordinarios y cargados de culpa.

O Pedro Sánchez cuenta por qué y para qué quiere la abstención del PP -o en su defecto de Ciudadanos-, o calle para siempre. Van a tener razón los que avisan de que este teatro malo e infame no consigue engañar ni siquiera a los suyos, aquellos que le jaleaban “con Rivera no, con Rivera no” sin atender a la aritmética. ¿Dónde están ahora que no se les escucha?

Lo recordaba recientemente Sosa Wagner: ahora pide la abstención con el mismo gesto que un pordiosero pone la mano en el atrio de una iglesia. Le toca a Sánchez y sólo a él, y sin embargo hay quienes creemos que algún movimiento podría hacer Ciudadanos para desenmascarar al gran fabulador que hace teatro por las corralas de Madrid. ¿Qué ocurriría si Rivera le pone delante los acuerdos que un día firmaron en 2016, aquellos que conocimos como del Pacto del Abrazo, un programa de gobierno en toda regla? Probablemente lo rechazaría con el argumento peregrino de que han envejecido o de que son otros tiempos. Mentira. Sánchez quedaría en evidencia y mostraría su verdadero rostro. Un presuntuoso de la política, pero con las ideas más claras de lo que parece. No nos va a sorprender. Lo que va a pasar en España dentro de unas semanas ya lo hemos visto. Y sufrido. Seamos pacientes. A ver si arregla lo de Europa y se pone con lo nuestro.

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