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Opinión

La banda de Sánchez e Iglesias

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Leo en el periódico global que el país tiene una oportunidad única, quizá la última, para transformar el sistema productivo gracias a los fondos europeos. ¿Cuál es el obstáculo? La oposición al Gobierno, la derecha, que no muestra ninguna “complicidad” con el impulso transformador de la “mayoría progresista”. Porque si uno quiere cómplices es mejor buscarlos en los escaños de Bildu o de ERC, ¿no?

El problema de España es que no tiene Gobierno, a pesar de contar con 23 ministerios. No lo tiene desde la moción de censura, allá por 2018. Realmente tiene un grupo al servicio de Pedro Sánchez que a trompicones va tejiendo una red que impida que el socialista caiga al suelo. Un Gobierno es otra cosa, es la organización del mando, que obtiene la confianza social a través del ejercicio racional y útil de los poderes públicos para el bien común. La banda de Sánchez e Iglesias no se acerca a esta definición ni de lejos.

Un Gobierno de verdad hubiera asumido la responsabilidad de enfrentarse al peligro de la pandemia por la covid-19 en el mes de enero de 2020, o incluso en febrero, como hicieron sus homólogos europeos. No fue así. Falló a la sociedad española, mintió, escondió la cifra de muertos y luego se presentó como el salvador. Solo pensó en acaparar los poderes con la declaración del estado de alarma, al objeto de excretar decretos-leyes con los que cimentar su hegemonía política. No actuó por el bien común, la salud, sino por el bien de sus dirigentes.

Fue un desastre bochornoso en el que el Gobierno nacional acusó a los ejecutivos autonómicos del partido de la oposición, y estos hacían lo que podían, sin ayuda, cada uno por su cuenta

La banda de sanchistas y podemitas que ocupa el poder ejecutivo no utilizó los poderes públicos para enfrentarse al problema, a la pandemia, sino para inaugurar la “cogobernanza”; es decir, para lavarse las manos y que las autonomías asumieran la responsabilidad. No hubo coordinación, ni una única legislación, ni un auxilio igual y programado. Fue un desastre bochornoso en el que el Gobierno nacional acusó a los ejecutivos autonómicos del partido de la oposición, y estos hacían lo que podían sin ayuda, cada uno por su cuenta, contra los ataques de la prensa orgánica y de los grupos izquierdistas locales. Los socialcomunistas hicieron política con la muerte. Quizá eso sea “transformar”, pero queda feo.

Otro tanto ha pasado con el temporal Filomena. Un grupo que se hace llamar “Gobierno” tiene que ser previsor, usar los poderes públicos, el presupuesto, el capital humano y los medios oficiales de comunicación para minimizar los daños. Es más; si fueran inteligentes se podrían haber apuntado un éxito sin precedentes: carreteras limpias, aeropuertos despejados, vías férreas en funcionamiento, la UME preparada, accesos a hospitales y centros de salud, anuncio de un plan de ayudas a zonas catastróficas, y contención del precio de la electricidad bajando los impuestos. Es posible que sea mucho pedir para una banda preocupada por asegurar sus poltronas cambiando el régimen por la puerta de atrás.

Otro golpe de Estado en Cataluña

En un año este “Gobierno” se ha encontrado con dos catástrofes y ha sido incapaz de actuar como tal; es decir, como un órgano que genere confianza social en el uso de sus poderes. Y si tiene lugar una tercera desgracia, los dioses no lo quieran, se mostrara a la misma altura de inutilidad. Si antes del verano de 2021, tras el indulto a los políticos presos, tiene lugar otro golpe de Estado en Cataluña, ¿qué hará la banda de Sánchez e Iglesias? ¿Alguien duda de que hablarían de “diálogo”, de “no judicializar la política”, de “sentarse a hablar”?

En esta circunstancia, con la prueba fehaciente de que no es un Gobierno, que no se ajusta a su definición ni a la actuación de sus homólogos continentales, ni pasados ni presentes, ¿cómo va a gestionar los fondos europeos con eficacia? Lo más probable es que haga dos cosas: despilfarrar y comprar con privilegios a sus aliados nacionalistas en el Congreso de los Diputados. Mientras, la economía se hundirá. No hay más que oír las soluciones de las izquierdas: ante un problema, subir los impuestos. Incluso se han quejado de que la gente saliera con un pala a quitar la nieve de sus portales.

Cuando un país sufre una crisis, lo que espera es que el grupo que asume el poder ejecutivo tenga el mando y que lo ejerza con responsabilidad. En España, los ministros socialcomunistas estuvieron escondidos cuando estalló la pandemia y han hecho lo mismo con el temporal Filomena. Sánchez ha tardado 48 horas en hacerse la foto saliendo de su coche y metiéndose en el ministerio del Interior, como si tuviera que ir a ese edificio para enterarse de lo que pasa o dar órdenes. Peor ha sido el comportamiento del líder del “partido de la gente”, escondido en su casoplón para que nadie le pregunte por la subida de la electricidad un 27%. No olvidamos las veces que dijo en la oposición que metería mano a las compañías eléctricas para que no hubiera “pobreza energética”. Era mentira. Demagogia barata.

Mientras la nieve se acumulaba en las aceras y tejados, los ciudadanos han ido acumulando desconfianza hacia un banda que se borra cuando hay que trabajar, asumir responsabilidades, prever peligros y solucionarlos; esto es, cuando se trata de ser un Gobierno de verdad. La clave es que mientras los socialcomunistas relajaban la presencia territorial del Gobierno de España para crear un “nuevo Estado más plural y democrático”, en palabras de Iglesias cuando se aprobaron los PGE, la naturaleza se puso en contra y dio la justa medida de esta banda: un desastre.

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