Quantcast

Opinión

Un montón de datos

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

“Otra cosa no, pero datos tenemos un montón”. Pedro Sánchez

Así empezaba Pedro Sánchez su videoconferencia del 19 de agosto con el ministro Illa y el director del CCAES, Simón, los dos políticos en los que el presidente ha volcado la responsabilidad de la gestión de la pandemia. Y no le faltaba razón.

Acaba agosto, un agosto sin esas colas en las playas que los más optimistas preveían. Recuerdo cuándo, de joven, antes de emprender un viaje al extranjero, miraba las recomendaciones del ministerio de Asuntos Exteriores sobre el país que pretendía visitar, desde el sofá de uno de los países más seguros y con el marchamo de una sanidad excelente. Hoy, los casi nueve millones los extranjeros que viajaron a España en junio de 2019 supieron por los medios qué pasaba aquí; sólo 200.000 decidieron arriesgarse, como si buscasen cerca de casa la aventura y el exotismo que antes les ofrecía Burundi. Un país donde el 15% del PIB y del empleo dependen del turismo no puede permitirse un derrumbe de 27.5 millones de personas en seis meses donde antes venían 38.3 millones; la incidencia empresarial, laboral, fiscal y social es otro conjunto de datos que el presidente estará manejando. Otro tendrá que ver las ventas de automóviles, que han caído más del 43% respecto a hace un año. Repuntaron en julio, dopadas por el plan Renove y las ayudas al coche eléctrico. El 10% del PIB y el 9% del empleo están también pendientes del análisis de los datos del presidente.

Cifras de muertos oficiales

Tras un final del invierno y una primavera atroces, el cuatro de julio nuestro Leónidas nos arengaba, desde su trono mediático, que el virus había sido derrotado; que la batalla había sido dura, con más de 51.000 bajas que su ejercicio de falseamiento contable rebaja a 28.000. Pese a ello, y gracias a su coraje y a la de sus 22 generales y más de 700 espartanos, se había logrado salvar casi medio millón de vidas contra un Jerjes mutado en SARS-CoV-2. Los aplausos de sus generales, días antes, anticipaban la victoria. Cierto es que, a primeros de julio, las cifras de fallecidos oficiales ofrecían una pequeña luz en esas Termópilas monclovitas que tan bien ha sabido defender Oliver. Un total de 38 bajas en 14 días le llevaron cantar victoria, pues llegaron a ser cerca de mil los caídos diarios en los peores momentos de la batalla. Desgraciadamente, una 'desescalada' acelerada, sin otros planes que el “consuman, troyanos, consuman” esgrimido por nuestro Leónidas ese desgraciado 4 de julio, junto con la ausencia de imágenes del dolor causado por la pandemia en los directamente afectados y en sus familiares, han llevado a que, cincuenta días y cuarenta informes después, los muertos oficiales en los mismos 14 días se hayan multiplicado por 7,5 hasta los 283.

Los colegios y las universidades están a punto de abrir, sin planes claros por parte de las autoridades; al menos, sabemos que la ministra Celáa apuesta por clases presenciales, porque del ministro Castells, tras un largo período de inactividad cerebral estival, sólo sabemos que se reunirá con CCAA y rectores entre el 31 de agosto y el 3 de septiembre. Sánchez, que asumió el mando único el 14 de marzo, ha renunciado al mismo y ha trasladado el marrón a las CCAA, tras descubrirnos que ¡oh, sorpresa! el estado de alarma pueden solicitarlo los presidentes autonómicos, algo que ya sucedía en julio y en todos los meses anteriores desde que el presidente actual tenía 9 años.

Tampoco se señala la densidad de alumnos por aula, pero, eso sí, se recomienda a los padres llevar a sus hijos al cole en bici o andando

Mientras Alemania suspende sus tradicionales mercadillos navideños, nosotros seguimos discutiendo sobre la vuelta al cole. Si en junio la ministra recomendaba priorizar las aulas al aire libre, una medida compleja pero claramente eficaz ante la cada vez mayor evidencia científica de la transmisión por aerosoles, ahora se aparca ante la inacción estival del ministerio y de las consejerías de educación de las CCAA, que no han llevado a cabo las necesarias reformas en los centros. El documento plantea la necesaria ventilación de las aulas, algo que, suponemos, ya tendrían previsto los colegios, pero no detalla los tiempos ni la forma, algo que algunos centros universitarios privados sí tienen ya protocolizado. Tampoco se señala la densidad de alumnos por aula, pero, eso sí, se recomienda a los padres llevar a sus hijos al cole en bici o andando. Los vecinos de Los Tojos deben estar muy contentos con la propuesta, al fin y al cabo son sólo 13 km y 400 metros de desnivel hasta el colegio de Terán; saben que esta medida fomentará, sin duda, la comunicación familiar y la reducción de las emisiones de CO2, además de ahondar en la necesaria lucha contra la obesidad infantil.

Impacto en el empleo

En el apartado macroeconómico, los datos también se acumulan. La ministra de Trabajo, desaparecida durante el mes de agosto como el resto de sus compañeros de Gabinete, ha vuelto con fuerza señalando que “el 4 de septiembre se abre la mesa de diálogo social para apoyar al sector turístico en Baleares y discutir el plan ‘Me cuida’”, y asegurando que, en relación con los ERTEs, "habrá un acuerdo con los agentes para ampliar esta herramienta, que expira el 30 de septiembre." Habrá un acuerdo. Alemania ya ha prorrogado su herramienta equivalente, el "Kurzarbeit", hasta el 31 de diciembre de 2021. Claro que Merkel no ha experimentado el sosiego espiritual de reflexionar en las Marismillas o en la Mareta, algo que, podemos estar seguros, rendirá sus frutos en cualquier momento.

El efecto de la pandemia sobre el empleo genera también datos que nuestro presidente estará ya evaluando; la OCDE lo estima en 10 veces superior a la crisis financiera de 2008. Lo mide considerando el impacto en las horas trabajadas, y cuantifica, así, el parón en la actividad económica de una forma más adecuada que mediante el incremento del desempleo, que se ve anestesiado por los ERTEs en sus distintas variantes internacionales.

El impacto está siendo enorme, pero no imprevisible. El 16 de marzo explicaba las razones de una salida de la crisis en L, frente a la manida V que los sesudos analistas y los cuidadores de carteras apuntaban (y aún algunos siguen señalando) en sus declaraciones públicas. El 26 de marzo planteé que la caída del PIB sería de entre un 12% y un 15%, cuando la ministra Calviño expresaba aún su confianza en un impacto poco significativo, que corrigió en junio hasta el 9.2% y que el Banco de España rechazó posteriormente, estableciéndolo en alrededor del 15% en el peor de sus escenarios. En un escenario de incertidumbre, y más cuando juegas con dinero del contribuyente, conviene ser prudente.

Más datos debía haber generado la app de autodiagnóstico que el 6 de abril presentó la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, tan incapaz como el resto del gobierno. Con un marco legal adecuado de respeto de privacidad como el que estableció en su día Corea del Sur y ligeras modificaciones, podría haberse transformado rápidamente en un auténtico Radar Covid, que hubiese ayudado a tomar decisiones basadas en ellos. Nunca sabremos las razones de la inacción.

El Gobierno, la maquinaria más grande de este país, con cientos de miles de funcionarios y asesores, con todos los medios materiales a su disposición, ha sido incapaz de anticipar nada. Tener muchos datos es necesario, pero no es suficiente. Sólo el planteamiento de las preguntas adecuadas, transformar los datos en información y la información en conocimiento permiten acercarse a una solución. Esta crisis pasará muchas facturas, fundamentalmente a los ciudadanos, pero también pasará a la historia de cómo, jamás, debe gestionarse un problema en el siglo XXI.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.