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Opinión

Sánchez nos hiela la sangre

El Partido Socialista Obrero Español nunca ha demostrado, a lo largo de su más que centenaria trayectoria, una especial identificación con el imperio de la ley

Pedro Sánchez y Patxi López
Pedro Sánchez y Patxi López

Cuando al flamante lehendakari Patxi López le preguntó un periodista en mayo de 2009 si conocía el principio de Arquímedes su respuesta fue: "Depende de cuál de ellos". Este prodigio de conocimientos, que fue incomprensiblemente fugaz presidente del Congreso de los Diputados siete años después de su exhibición de familiaridad con la física elemental, se ha apresurado a dar la bienvenida a la solemne declaración de Arnaldo Otegi en la que muestra simpatía por el "dolor" de las víctimas de ETA y afirma que "no debiera haber sucedido nunca". López, ante semejante muestra de repugnante cinismo, en lugar de exigir una condena firme de los crímenes de la banda y la reparación total del inconmensurable daño causado, soltó la siguiente parrafada: "Tienen la representación política que les dan los votos y con esa representación hablamos para ver si podemos resolver problemas que tienen los ciudadanos". Por supuesto, de un tipo que desconoce el principio de Arquímedes, es inútil esperar que comprenda que el principal problema que tenemos hoy los españoles es que el brazo político de una organización de asesinos, extorsionadores, torturadores y secuestradores, detente numerosas concejalías y alcaldías, así como no pocos escaños en el Parlamento Vasco y en las Juntas Generales de las tres provincias y, si todo esto no bastase, sea socio preferente del Gobierno de la Nación. Este blanqueador de criminales es a mayor abundamiento secretario de Memoria Democrática del PSOE, de memoria amnésica será, porque por lo que se ve no recuerda ni uno solo de los tiros en la nuca ni de los niños reventados por las bombas de los colegas de su amigo Arnaldo.

Sobre la supuesta derrota de la banda, basta observar la situación de Bildu en las instituciones y su influencia en todos los niveles de la Administración

Vivimos en nuestro desdichado país inmersos en la mentira sin que aparentemente esta infeliz circunstancia provoque una reacción masiva de la ciudadanía para restaurar la verdad. Hay dos trolas en particular que resultan particularmente inauditas para cualquiera que analice nuestra realidad con un mínimo de objetividad. La primera es que ETA ha sido derrotada y la segunda que el Estado de las Autonomía ha sido un éxito. Sobre la supuesta derrota de la banda, basta observar la situación de Bildu en las instituciones y su influencia en todos los niveles de la Administración para advertir que lo que ha sucedido es más bien lo contrario, no sólo no ha perdido la batalla, sino que está consiguiendo todos sus objetivos políticos. El terrorismo nunca ha sido para ETA un fin en sí mismo, como es el caso de determinadas formas de extremismo islámico o lo fue en las Brigadas Rojas o en la banda Baader-Meinhoff. Para la organización terrorista vasca, la dinamita o los disparos a quemarropa fueron hasta su renuncia a la violencia en 2011 un medio a sus perversos ojos legítimo para alcanzar sus fines. Como ha reiterado hasta la saciedad Jaime Mayor Oreja, ETA es ante todo y sobre todo un proyecto político y este proyecto no ha sido doblegado, sino que florece en todo su hediondo esplendor. Cuando el nefasto Rodríguez Zapatero decidió salvar a ETA del hundimiento completo al que la abocaban la eficacia de la Policía Nacional y la Guardia Civil, el rigor de los tribunales y el rechazo horrorizado de millones de españoles y de bastantes vascos a su cruel vesania, lo hizo conscientemente al servicio de un plan compartido con la banda de destrucción de nuestro orden social, de nuestra unidad nacional, de nuestra economía de mercado, de nuestra democracia, de la Corona, de nuestra historia y de nuestra cultura occidental.

Así sucedió en la Segunda República y en la Guerra Civil y así está sucediendo ahora con el renovado frente popular de chavistas, separatistas, filoetarras y socialistas que encabeza Pedro Sánchez

Cada organización política tiene su código genético, sus tradiciones y sus hábitos. El Partido Socialista Obrero Español nunca ha demostrado a lo largo de su más que centenaria trayectoria una especial identificación con el imperio de la ley, las libertades civiles y el sistema productivo basado en la propiedad privada y en la libre empresa. Su tendencia, a pesar de etapas de contrición como la que forjó la Transición, ha derivado invariablemente a la revolución, la eliminación de sus adversarios electorales mediante la coacción o el fraude y la elección de lo peor de cada casa como aliados. Así sucedió en la Segunda República y en la Guerra Civil y así está sucediendo ahora con el renovado frente popular de chavistas, separatistas, filoetarras y socialistas que encabeza Pedro Sánchez.

Ante esta gravísima amenaza a la Constitución vigente y a la propia existencia de España como vector histórico y como espacio de derecho, de prosperidad y de seguridad, los partidos llamados constitucionalistas han de entender que un enfoque de su actividad bajo la premisa de que nos encontramos en un contexto de normalidad democrática en el que las elecciones dirimen quién gobierna en una pacífica alternancia, representaría un peligroso error de perspectiva que les dejaría inermes ante la implacable coalición destructiva que se cierne sobre nuestra multisecular Nación. Aquí no está en juego la mayoría parlamentaria, ojalá fuese únicamente eso, aquí lo que se plantea va mucho más allá.

Se ha observado y con razón que Pedro Sánchez carece de ideología o de principios y que su sola obsesión patológica es la consecución, el mantenimiento y el disfrute del poder. Estas características de su personalidad son precisamente las que han abierto la puerta de la casa común a aquellos que aspiran a derruirla. El PP y Vox, en la eventualidad de que dentro de dos años articulasen una nueva mayoría, han de prepararse para tiempos recios porque los que hoy poseen el BOE no se conformarán si las urnas les obligan a bajarse del machito y utilizarán todas las herramientas de subversión, desorden y amedrentamiento que tengan a su alcance.

La madre del policía local de Andoáin asesinado en febrero de 2003 por ETA, Joseba Pagazaurtundúa, dijo proféticamente que los socialistas vascos harían y dirían cosas que le helarían el corazón. Pablo Casado y Santiago Abascal han de tener muy presente que su sangre ha de tener la temperatura de determinación, coraje y convicción necesarios para devolver su calor a la que Sánchez y sus cómplices nos han congelado.

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