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Opinión

Siempre que

Pedir un debate sobre un asunto que nos afecta a todos es considerado una afrenta a la dirección socialista

Pedro Sánchez y Oriol Junqueras
Pedro Sánchez y Oriol Junqueras

En más de una ocasión, el conector siempre que en lugar de condicionar una acción lo que hace es ocultar las intenciones del emisor para situarse de perfil o en el lado en el que no moleste. El siempre que evita la manifestación negativa que por lo general tiene peor imagen que la positiva. Se vende mejor estar a favor de algo que estar en contra. Como decía aquel entrenador del Barça que nunca llegó a dominar el castellano: “Tú, siempre negativo; nunca positivo”.  Siempre que, con tal que, a condición de, a menos que son formas elegantes de decir que se está en contra de algo porque se sabe que la condición no se va a cumplir en ningún caso. Se queda mejor que el que manifiesta su negativa a la misma acción.

Al nivel en el que se ha situado el debate político en España, resulta enojoso manifestar posiciones contrarias a las que mantiene el Gobierno. No importa que el Gobierno cambie de opinión en asuntos de cierta transcendencia. Lo importante es estar a lo que diga ese Gobierno.

La incomodidad de una mosca revoloteando a tu alrededor provoca más molestia que los comentarios de los cobardes anónimos en las redes sociales

Si la doctrina oficial estaba en contra de los indultos a los sediciosos y malversadores, no había quien les llevara la contraria a quienes defendían esa posición. Pero si por cualquier circunstancia el Gobierno cambia de opinión, no hay quien siga manteniendo la posición primigenia. Quienes mantenemos la posición que se mantuvo por el PSOE hace un año y medio, no tenemos cuartel; los insultos más infamantes salen del anonimato cobarde de los muñecos de la ventriloquía. Pedir un debate sobre un asunto que nos afecta a todos es considerado una afrenta a la dirección socialista. Haber dado buena parte de tu vida para que las ideas socialistas adquirieran cuerpo en esta sociedad, peleando contra la derecha, la extrema derecha, los comunistas, los nacionalistas y los podemitas, solo merecen el reproche, el insulto, el escupitajo de quienes se sienten más cómodos con quienes nos quisieron barrer de la escena política española que con quienes conseguimos evitarlo.

Descarrilar el tren

Creen que ofenden. Se equivocan. La incomodidad de una mosca revoloteando a tu alrededor provoca más molestia que los comentarios de los cobardes anónimos en las redes sociales. Lo que ya no es de recibo es que quienes ocupan accidentalmente un cargo de responsabilidad en la dirección del PSOE se consideren poseedores de la única y auténtica idea de lo que es bueno para nuestro país. Los Congresos del PSOE en los que se elige a sus dirigentes no son los cónclaves del Vaticano en los que el Papa electo goza de la cualidad de infalible. Estar en la dirección de un partido no concede a sus dirigentes ni la infalibilidad ni la mejor interpretación de lo que le viene bien a nuestro país. Hoy eres dirigente y, probablemente, mañana eres casi nada. Y casi nada –por no decir nada- somos los socialistas que sin querer nada, ni orgánico ni institucional, solo aspiramos a evitar el descarrile del tren que conducen nuestros dirigentes.

Ofende a la inteligencia escuchar a quienes hace seis años hicieron todo lo posible por identificar al PSOE con el PP gritando aquello de “PSOE y PP la misma mierda es”,  decir que hay que cuidar y mimar a los interlocutores independentistas que se sienten en la mesa del diálogo. Mimarlos, ¿por qué? ¿Es que alguien ha dicho que van a la mesa a transitar por la senda constitucional sin renunciar a sus principios y objetivos?

Tenemos el derecho y el deber de saber qué se va a discutir en esa mesa donde tanto mimo se va a repartir. Tenemos el deber y el derecho de conocer qué precio tienen esos mimos

Los españoles y los militantes socialistas tenemos el derecho y el deber de saber qué se va a discutir en esa mesa donde tanto mimo se va a repartir. Tenemos el deber y el derecho de conocer qué precio tienen esos mimos. Sabemos desde hace muchos años que existen dos maneras de destruir un Estado: o por la violencia tal y como se hizo en la extinta Yugoslavia en el final del siglo pasado, desmembrando el todo para independizar y reforzar cada parte, o despojando cada vez más al Estado de todas y cada una de sus atribuciones y competencias hasta dejarlo como un puro esqueleto sin músculos y sin tendones.

Lealtad al Estado

Todos sabemos que, por el momento, el ejemplo yugoslavo no entra dentro del esquema de los independentistas; y no por falta de ganas sino por escasez de fuerzas. No les queda otro camino que el del desmantelamiento del Estado. Y por eso, quienes queremos un Estado fuerte, capaz de redistribuir para equilibrar queremos tener la seguridad de que el Gobierno no va a entregar nada que contribuya a mimar a los insurgentes debilitando a los que mantenemos la lealtad con el Gobierno y con el Estado que construimos después de una larga dictadura.

Dije al principio que tiene mejor venta situarse en lo positivo antes que en lo negativo. Junqueras ha hablado. Retira lo de que “se metan el indulto por donde les quepa” y admite errores, pero siempre que... Junqueras –que fue quien obligó a proclamar la independencia a Puigdemont- reconoce que al independentismo le falta fuerza para llegar a la independencia. Ahora falta por saber si los independentistas quieren la negociación para quedarse en lo que establece la Constitución del 78 y el Estatuto de Cataluña o, por el contrario, lo que buscan es que el resto de españoles aceptemos como legal las ilegalidades que llevan cometiendo los independentistas desde que en septiembre de 2017 aprobaron la Ley del Referéndum y las Leyes de Desconexión en el “inicio del nuevo amanecer de libertades democráticas para Cataluña”.

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