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Opinión

Sánchez, presidente sin fronteras

Aitor Esteban felicita a Pedro Sánchez en el Congreso.

Serían las 14:30 horas, la presidenta del Congreso proclamaba el resultado de la votación nominal por llamamiento que arrojaba una distribución de los escaños con 167 a favor, 165 en contra y 18 abstenciones hasta sumar los 350 que integran la Cámara. La suerte estaba echada y los ganadores tuvieron un subidón de la bilirrubina. Era necesario un grito unificador y echaron mano del “¡si se puede!” entre aplausos atronadores, emociones desbordadas y el llanto incontenible de Pablo Manuel Iglesias, que sin arredrarse por la exclusión de Pedro en la anterior oportunidad de junio pasado ha conseguido dar la vuelta hasta urdir la coalición y los apoyos colaterales de la victoria de este mediodía.

Recurramos a la moviola para recordar que la intervención de Pablo ha sido la de un copresidente del Gobierno. Se lo merecía, después de haberse multiplicado, viéndose con Puigdemnont, con Torra, con Junqueras, con JxCat, con Bildu, con PNV y con el sursum corda hasta atar el resultado necesario. Ese circuito nos ha permitido asistir a la que algunos han disfrutado como verdadera fiesta de la libertad de expresión, muy amparada por la presidenta Meritxell Batet, quien imbuida de su papel estuvo dispuesta a ahorrar hasta la más leve objeción cualquiera que fuese la catarata de exabruptos que se vertiera. De ese modo, nada ha quedado por decir. El candidato Sánchez parecía enfundado en traje de amianto, ignífugo, escuchando tanto los agravios que los grupos que le eran favorables o al menos abstencionistas quisieran dedicarle a título personal, como las afrentas que dirigieran al Rey, a los jueces, a los fiscales, a las instituciones que configuran nuestro sistema o a la propia Constitución que a todos nos ampara.

Al deporte de atizar al Rey mientras se desactiva a quienes intentaran defenderle pueden salirle muchos adeptos en esta legislatura con un presidente que mirará para otro lado"

Desde la Tribuna de prensa era imposible advertir que causaran impacto alguno en el semblante de Sánchez, ni que le generasen el más leve gesto de malestar o de rechazo. Después, imperturbable, el candidato se limitaba el sábado y el domingo a subir a la Tribuna de oradores para agradecer con cortesía de gentleman los insultos recibidos sin añadir reproche alguno a quienes los proferían, ni dejar que asomara el menor atisbo de réplica en defensa de las personas e instituciones vilipendiadas. En breve, admirable. Porque cualquiera de nosotros hubiera sido incapaz de resistir y al llegar al umbral de saturación habría contestado dando con la investidura al traste. Semejante autocontrol prueba una destreza resultado sin duda de un entrenamiento riguroso, como aquel al que se sometió Adolfo Suárez y que le permitió mantenerse erguido en el escaño cuando irrumpió Tejero arma al brazo al grito de “¡al suelo, todos al suelo!”. Algunos periodistas se preguntaban dónde estaría la frontera del presidente Sánchez. Otros se apuntaban a un presidente Sánchez sin fronteras.

Esta mañana se disputaba la final en una sesión muy acotada por el reglamento con turnos escuetos sin réplicas ni contrarréplicas. Todos los portavoces han tenido su oportunidad para explicar su voto y profundizar en sus agravios sin recato alguno. Así, la portavoz de la CUP ha tenido a bien manifestar que no le importa un comino la gobernabilidad de España. Un desatino que se pondera mejor si se imagina la que se hubiera desatado si alguien no alineado con el independentismo profiriera una frase análoga dirigida a Cataluña. Por lo general unos y otros han recurrido a reiteraciones muy previsibles, sin dejar de apoderarse de la valentía y otras noblezas para intentar privar de ellas a los contrarios y arrojarlos con más facilidad al basurero del bloqueo y el berrinche. Reseñemos que Pablo Manuel, primero, y Aitor Esteban, después, sin asumir defensa alguna del Rey han advertido a sus defensores sentados en los bancos del PP y Cs de que esa actitud, viniendo de ellos, produciría un efecto contraproducente para la monarquía. Al deporte de atizar al Rey mientras se desactiva a quienes intentaran defenderle pueden salirle muchos adeptos en esta legislatura con un presidente que mirará para otro lado.

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