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Opinión

Sánchez y el tonto del 'bot'

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una intervención en el pleno del Congreso.

Hablan de los 'bots' para no hablar de los muertos, el espanto que no cesa. De repente, el debate político se ha inundado de los malditos 'bots'. Súbitamente, 'sin avisar', como llegó a España el virus maldito, según la particular explicación de la portavoz del Gobierno. Fue Sánchez quien puso al 'bot' en danza en el debate de prórroga del estado de excepción (le dicen de alarma) en su respuesta a Abascal: "Quiero dirigirme a usted y a los millares de 'bots' que trabajan para usted en las redes sociales, que juegan con los bulos, las mentiras y la desinformación, y con el instrumento del odio". El avieso Iván Redondo colocó en la frase de su presidente las tres palabras clave: bulo y odio y desinformación.

'Bot', para perplejos inadvertidos, es la abreviatura o aféresis del término robot. Se trata de un artilugio informático al parecer con enormes virtualidades. Una de ellas, transformarse en un ejército de perfiles automáticos que multiplican y difunden determinados mensajes que se cuelgan en la red. 

El 'bot' que ha alterado nuestra amordazada y cataléptica actividad política es un 'bot' bien cañí. Tanto, que ni siquiera es un 'bot'. Es un tuit ordinario que envió un individuo anónimo, un particular, con un mensaje conciso y eficaz: "GobiernoDimisión-SánchezSepulturero". Uno más de los miles que se pasean agriamente por las autopistas de la información. Con la particularidad de que éste cuajó, creció y se multiplicó con un ansia infinita. La izquierda movilizó a su ejército de las sombras al objeto de controlar la embestida y puso en marcha una campaña de 'bots' fascistas que propagan infundios y falsedades. Algunos informadores de pedigrí y reinonas de los platós picaron el anzuelo.

Echenique, sumo aficionado a los tuits tóxicos, se adentró por esos senderos de la polémica para acusar a la ultraderecha de "lanzar bulos rebosantes de odio y mentiras"

Sánchez sacó su 'bot' a pasear este jueves como arma arrojadiza contra Abascal. El líder de Podemos, estupefacto ante el reproche, acusó al Gobierno de movilizar a su 'brigrada del amanecer mediática' para enlodar a su partido en la esfera digital. Y Echenique, gran aficionado a los tuits tóxicos, se sumó también a la trifulca cibernética para acusar a la ultraderecha de "lanzar mentiras rebosantes de odio". 

¿A qué viene toda esta ceremonia de la confusión en torno a los malditos 'bots'?. La respuesta se antoja sencilla. El Gobierno, desbordado por los muertos que no quiere ver, por el coronavirus cuyo nombre ya ni pronuncia (llámalo Covid, please, que suena a mascota olímpica), por la hecatombe económica que se avecina, ha decidido cambiar de escenario y centrar el debate en el maldito bulo, una especialidad de la casa. Sánchez, el político más falsario de nuestra reciente historia, se ha erigido en el gran inquisidor de quienes difunden patrañas que alimentan el enfrentamiento y agitan la crispación. O sea, la derecha. El sumo sacerdote de la mentira le da así la vuelta al argumento y le endosa el estigma del bulo a la oposición. 

Las redes, llenas de trols enfurecidos, de talibanes peligrosos, de 'haters' furibundos, de espías rusas y agentes chinos, son el penúltimo último reducto de la libertad de expresión

Con estas escaramuzas, Sánchez, de ánimo totalitario y sin escrúpulos democráticos, se dispone a tomar el control de las redes, el último reducto de la información que por ahora se escapa a su mordaza. Podemos pastoreaba con soltura ese territorio. El encierro masivo y doméstico de la población ha modificado drásticamente los usos sociales. Miles de personas que apenas se relacionaban con las redes, se han volcado en ellas y se han convertido en los más feroces acusadores de la gestión de la crisis. Es decir, de la ineptitud casi delictiva del Gobierno. Y se han lanzado al ataque. Convocan manifestaciones digitales, caceroladas balconeras, se agrupan para presentar querellas, denuncian latrocinios, ignominias, afrentas, desgracias...Y, especialmente, se alimenta la aversión frontal hacia Sánchez y su equipo. 

Disidencia virtual

La gente tiene miedo, su vida oscila entre la angustia y el terror y la única respuesta que le ofrece el presidente del Gobierno son los ataques a estos 'bots' fascistas. Habrá que silenciarlos, como en China. O como la 'república digital' de Cataluña, anticonstitucional y golpista. Un decretazo y se acabó. Cierto es que las redes van llenas de trols enfurecidos, de fanáticos activistas, de haters furibundos, de espías rusos, agentes chinos y una ruidosa caterva de singulares semovientes con intereses tan dispares como contrapuestos. Pero también es evidente que son el penúltimo último reducto de la libertad de expresión y de información en nuestro país. Sánchez domina la práctica totalidad de los medios tradicionales, en especial las televisiones, elemento clave para un Gobierno inútil en la gestión pero eficaz con la propaganda. De ahí que haya sacado de paseo al tonto del 'bot'. Primero acusa a la derechona de utilizarlo en forma nociva y traidora y luego, ¡plas!, se le enjaula. Ni Parlamento, ni oposición, ni medios libres, ni Internet. Adiós 'bot'. Adiós disidencia virtual. Adiós libertad. Bienvenidos a lo que Sánchez llama 'la nueva normalidad'. 

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