Opinión

¿Un Sánchez que dimite ? Ce n’est pas possible!

Tras leer la letra pequeña, me di cuenta que quien había dimitido de su cargo había sido el hermanísimo de nuestro Gran Timonel

  • Sánchez tuerce el gesto: demasiados casos le rodean

Para que luego digan que el periodismo de opinión no es un oficio de riesgo. ¿Pues no abro los digitales y leo como titular en todos “Sánchez dimite”? Creí que me moría. Me dio un parraque, un telele, un jamacuco, un paralís, qué sé yo, me puse como se pondría la Pardo de Vera encerrada en un ascensor con Abascal. Lo leído en primera instancia aturdióme, sorprendióme, impactóme y mareóme. Tras recuperarme, y leyendo la letra pequeña, me di cuenta que quien había dimitido de su cargo – de conciencia, será – había sido el hermanísimo de nuestro Gran Timonel. O sea, que el probo Maestro Azagra, visto el pollo que se ha organizado con su puesto de “No sé dónde trabajo, no soy de aquí ni soy de allá”, ha decidido marcharse con la música a otra parte, nunca mejor dicho.

Muchos se alegrarán ante tamaña desgracia nacional pero servidor, que nunca verá con buenos ojos que un compatriota o compatriote o compatrioti se quede sin trabajo, se inquietó. Por la persona, sin duda, porque ya me dirán que hará el chico este de la música para chirimoyas cuando lo que se lleva es el reguetón y Bad Bunny. No lo veo yo con gafas de sol, gorra ladeada, chándal plateado y con las manos llenas de anillos rapeando aquello de “Los hermanos ya no lloran, los hermanos facturan” en plan Shakira despechada.

Porque tiene motivos para sentir inquina hacia el presidente. Hombre, Pedro, que has consentido que la Diputación de Badajoz prescinda de tu tete y eso no se hace, al menos en España. Este asunto también me preocupa, porque si hasta el hermano de Sánchez puede quedarse en la rue, ya me dirán ustedes que hacemos el resto de los mortales que no mantenemos vínculos sanguíneos o afectivos con el muchacho. Por eso me precipité raudo y veloz al ministerio de exteriores pensando, iluso de mí, que ahora que el ministro Napoleonchu está haciendo una purga de embajadores que ríanse de los juicios de Moscú, a lo mejor nombraba al hermanísimo, yo qué sé, representante permanente de España ante la orquesta Mantovani, la de Ray Connif, la de Helmuth Zacharias y sus violines maravillosos, en fin, algo para que el chiquillo se entretuviese. Como no pude ver al señor ministro, me quedé con las ganas. Me dicen que sí, que estaba, pero ya les digo que no pude verlo porque es muy bajito y no estoy a su altura en ningún sentido.

Uno piensa que el hermanísimo no se va a quedar sin un cargo que echarse a la boca. Ahí tienen lo de Miquel Iceta, en París: delegado ante la UNESCO con sueldazo, piso, vivienda, coche oficial, chófer y personal todo pagao.

Begoña tampoco supo darme noticia aunque estaba muy alarmada. “El mejor día me veo vendiendo productos de limpieza en una teletienda”, confesóme un tanto aterrorizada ante la calma sobrenatural con la que Pedrete se ha tomado el asunto. Pero uno piensa que, a pesar de los pesares, el hermanísimo no se va a quedar sin un cargo que echarse a la boca. Ahí tienen lo de Miquel Iceta, en París: delegado ante la UNESCO con sueldazo, piso, vivienda, coche oficial, chófer y personal todo pagao.

Y si lo cesaran, la criatura tampoco se quedaría con una mano delante y la otra detrás. Según su última declaración, posee bienes inmuebles por valor de tres millones de euros; depósitos en cuenta corriente, financieras y otras imposiciones por importe de 682.916,48 pavinis; acciones o deuda pública o bonos por valor de 1,53 millones; seguros de vida y planes de pensiones, 67.610; para rematar, una minucia bajo el epígrafe de “Demás bienes y derechos de contenido económico” que asciende a unos míseros diez mil machacantes. Hombre, Miquel, déjale el puesto al hermano del jefe y tú dedícate otra vez a la cosa pesecera, que Illa es más soso que una anchoa rebozada en sacarina. Y que el hermanísimo tenga un cargo. Eso sí, apúntale bien la dirección: número 1 Rue Miollis, 75015, París, Francia. El pobrecico es un desastre para recordar dónde trabaja. Oh là là!

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