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Opinión

El cantar del Mío Sánchez

Iván Redondo y Pedro Sánchez.

Del lejano oriente un virus mortífero se presentó, que provocó gran mortandad en las tierras del buen Mío Sánchez. Aunque ningún pregón llegó advirtiendo del peligro, presto presentó batalla el Campeador, dispuesto a dejarse morir si no lo socorría Dios.

A galope en los lomos de su fiel caballo Iván y empuñando en su noble mano la alarma constitucional, un duro combate brindó. A su auxilio acudieron sus fieles vasallas, doña Calvo y doña Lastra, el caballero Grande-Marlaska y el obispo Fernando Simón. Habló entonces Su Persona, con palabras de verdad, a quienes con él a combatir al Congreso van: "Yo ruego a nuestro Señor y Padre Espiritual que a los que por mí dejáis vuestro cargo y heredad antes de morir os pueda con otros mejores cargos pagar, que lo que perdéis, doblado os lo podáis cobrar". Todos salen al campo, ninguno a resguardo queda ya, pues si ganan la batalla saben que un gran botín les tocará.

¡Qué bien estuvo luchando sobre su dorado arzón Su Persona, Pedro Sánchez, ese buen Campeador! Dura fue la contienda, pero al final, sin honor, ante el Cid el virus por tierra la cara hincó. Ayudóle el Creador, el Señor que está en el cielo, y con su favor el Mío Sánchez retuvo a 450.000 almas que la enfermedad arrebataba al pueblo.

Los infantes de la oposición

Raudos los trovadores, fieles peones del Campeador, partieron con las nuevas a cantarlas en la nación: “A todos nuestros amigos muy bien les podéis decir que Dios nos quiso valer y vencimos en la lid”.

A esto que arribaron los hermanos, Pablo Casado y Santiago Abascal, a mancillar la honra de aquél que en buena hora nos salvó, acusando de dejaciones a tan fabuloso señor. Mientras que estaban urdiendo estos infantes su perversa traición, acudió presta la hermosa Inés con sus huestes a rescatar al Campeador. Más el fiel escudero Iglesias de esta argucia le advirtió: "No te fíes de esos hombres, yo te lo digo, señor, que tu expulsión están tramando con los infantes de la oposición."

Algo traman los infantes, Su Persona es conocedor, más no ha de hincar la rodilla ante el franquismo y machismo feroz. Ya había pensado el Mío Cid, que en buena hora ciñó espada, que acaso el fascismo rampante tras él mande sus compañas y que a atacarle vendrían todas las reales mesnadas.

Preguntó entonces al sabio Tezanos, al que vino súbito una premonición sobre el futuro más cercano que deparaba al Campeador: “Tal es la suerte del Cid que todos le hemos de honrar, que se quedará con lo nuestro, sea por guerra o por paz. Por muy torpe tengo yo al que no ve esta verdad”. Honrado quedó Su Persona, que allá en Moncloa estaba, de aquellos buenos augurios que desde el CIS le llegaban.

A caballo avanza Iglesias

Mío Sánchez y sus ministros vasallos se dispusieron de nuevo a cabalgar, la cabeza va volviendo a ver si todos están. Habló entonces Pablo Iglesias, fiel escudero de su señor: "Cabalgad, Cid -le decía-, cabalgad, Campeador, que nunca tan en buena hora ha cabalgado por España varón, bien irán las cosas nuestras mientras vida os dé Dios." Montó a caballo Iglesias, y con su BOE en la mano, por entre las fuerzas fascistas muy bravo siguió luchando. Enemigos que él alcanza el piolet les va clavando. Mientras tanto Mío Sánchez a los infantes de la derecha tres tajos con el puñal del falso consenso les ha tirado: le fallan los dos primeros, el republicano y el plurinacionalista. Pero el tercero, el feminista, les ha acertado. Vuelven grupas los cobardes para escaparse del campo. Por aquel golpe del Mío Sánchez la batalla se ha ganado.

Estas fueron las hazañas de Mío Cid Campeador: en llegando a este lugar acabose este cantar.

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