Opinión

San Jerónimo y las lenguas

Plano general del hemiciclo del Congreso.
Plano general del hemiciclo del Congreso. EUROPA PRESS / CONGRESO

Ya es casualidad que la sede del Congreso plurinacional de diputados se halle en una calle dedicada a san Jerónimo que, para el público instruido, es un nombre ligado al sabio que tradujo la Biblia del hebreo y del griego al latín. A su trabajo se le conoce como la Vulgata, es de finales del siglo IV, y estuvo destinado a facilitar el acceso a los textos sagrados, diluyendo los obstáculos de comprensión. 

Esta es una paradoja, pero el mayor descaro de quienes han adoptado el plurilingüismo moderno, progresista, plural y guay, es el olvido en que han dejado a una parte sustancial de nuestro rico patrimonio idiomático. ¿Dónde están el panocho, la fabla o el chapurriau? ¿Dónde el amazig o lengua rifeña de Melilla? ¿Van a tener que pronunciar  sus discursos los hablantes de estas lenguas en el odioso idioma imperial? ¿Les vamos a cercenar sus derechos a la diversidad? ¿Nos tomamos o no nos tomamos en serio la multiplicidad de nuestra fortuna lingüística?

Estas son cuestiones que la presidenta del Congreso y los hierofantes que la acompañan en el arte recóndito de dirigir las tareas parlamentarias tendrán que contestar y hacerlo pronto, antes de que se agote nuestra sensiblidad progresista.

Se me dirá que son lenguas muertas y aun enterradas. Pues por eso mismo se impone desenterrarlas, incorporarlas a los planes de estudio en los centros de enseñanza

La  misma que nos hace preguntarnos: ¿y qué es de la atención a las lenguas prerromanas? ¿Nadie se va a ocupar del aquitano, de las lenguas celtas, el celtibérico, el celta galaico …? ¿Vamos a aceptar, campeones como somos del amor al cofre de nuestras joyas lingüísticas, que los romanos, con las banderas de un odioso imperio y con la crueldad de sus ejércitos, barrieran las lenguas que encontraron en esta península? ¿podemos exhibir de verdad progresismo multicultural si encajamos sin resistencia aquel atropello?

¿Somos de verdad adalides de la memoria histórica?

Se me dirá que son lenguas muertas y aun enterradas. Pues por eso mismo se impone desenterrarlas, incorporarlas a los planes de estudio en los centros de enseñanza, convocar simposios y congresos e ir preparando traductores e intérpretes. ¿Es cuestión de dinero? Otras atenciones pueden borrarse del presupuesto antes que esta, santo y seña de una reivindicación destinada a restituir la dignidad cultural allí donde hubo desafuero, prepotencia y machismo.

Otras atenciones pueden borrarse del presupuesto antes que esta, santo y seña de una reivindicación destinada a restituir la dignidad cultural allí donde hubo desafuero, prepotencia y machismo.

¿Para qué queremos un gobierno de progreso si no es capaz de limpiar la historia de engaños y argucias, muy antiguas por supuesto, pero que estuvieron tintadas del espíritu vengativo de las derechas, extremas a veces, centradas otras, aldeanas y perversas siempre? Desde el Génesis sabemos que “toda la tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras”. Pero fue Jahvé quien dispersó a todos aquellos ilusos que estaban construyendo una ciudad y una torre cuya cúspide habría de llegar al cielo, con ladrillos y betún como argamasa, una torre alta, altísima, para habitarla y “no estar dispersos sobre la faz de la tierra”.

Yahvé no lo consintió porque advirtió que, si formaban un solo pueblo y hablaban una sola lengua “nada les podrá impedir llevar a cabo todo lo que se propongan”. Y cesaron en la construcción de la ciudad y se dispersaron … hasta hoy.  ¿Y nosotros, ahora, a base de llevar al Congreso unas lenguas olvidando otras -tan ricas y plurales como las que más- queremos rectificar los designios bíblicos?