Opinión

El dardo de Arranz

Salvador Illa, la inmigración, la amnistía y el travestismo del PSOE

Domina el PSOE de sobra las artes de la transfiguración y la transubstanciación. Le sucede como a El País y a La Vanguardia: mudan de aspecto y de forma de vez en cuando para adaptarse mejor a la realidad. Habrá a quien le pueda extrañar que Salvador Illa pronunciase el otro día un discurso en el que llamaba a poner coto a la inmigración. “No podemos decir que aquí venga todo el mundo”, afirmó, en una entrevista concedida al periódico de José Antich, es decir, al medio más cercano a Junts.

Las palabras de Illa causaron indignación en esa izquierda que considera una aberración la protección de las fronteras y de los ciudadanos que viven dentro de ellas. El líder del PSC, con ese rictus serio, con esas gafas y ese traje fúnebre de contable de derechas... o de inspector de Hacienda... acababa de pronunciar una frase por la que cualquier portavoz socialista se hubiera llevado las manos a la cabeza hasta ese momento. Incluso hubiera encuadrado a su autor dentro de la ultraderecha.

¿Qué ha ocurrido aquí? Pues lo de siempre, que el PSOE es uno y trino, que goza de la gran cualidad del camaleón y que cuenta con la fortaleza suficiente en España -inigualable- como para acompañar al cristo en un pueblo de Toledo el Jueves Santo mientras entrega Navarra a Bildu y levanta el puño en Rodiezmo. O sea: para mutar cuando le plazca, sin que a nadie de los suyos le extrañe demasiado.

Hace falta sentirse inmune para actuar de esa forma. El PSOE lo es. Intocable e inmortal. Así que ahora que se acercan las elecciones de Cataluña y el PSC intuye que Junts es el gran enemigo a batir, Salvador Illa aprovechó su visita al órgano de expresión del partido -ElNacional.cat- para hablar de inmigración. Es decir, de un tema tabú para la izquierda, pero que resulta especialmente interesante para los ciudadanos de sus tradicionales bastiones en esta comunidad autónoma, a los que necesitará cuando lleguen los comicios.

Sin mucha vergüenza...

Se avista en el horizonte, pues, un choque de trenes entre estos dos partidos por el poder en esta región, aunque eso no es óbice para que ambos hayan alcanzado diferentes pactos en los últimos meses. La política es el arte de la negociación, en este caso, con un pastel en el centro de la mesa que es el Estado. O sea, el patrimonio común. Los impuestos.

Dedujo Cicerón que “el buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes”. Aquí, el personal no se entera. Junts ha llegado a exigir que se modifique el artículo 43 bis de la Ley de Enjuiciamiento Civil para que su amnistía no la frene nada ni nadie. O sea, reducir las garantías judiciales porque les viene bien. 'Mejor esto que la derecha', piensa una parte de los ciudadanos. Mejor Puigdemont de vuelta, perdonado y libre, a que los fachas cancelen obras de teatro en mi pueblo. La España frentista se despliega estos días con sus representaciones más amorfas.

Son unos trileros rodeados por corifeos que, a este paso, se van a quedar afónicos tras tanto tiempo cantando las alabanzas a Pedro I el imprevisible

Con estos elementos sobre la mesa, caben dos opciones a la hora de interpretar lo que sucedió el pasado martes en el Congreso: puede que la amnistía fuese rechazada porque incluso en las filas socialistas causaba un conflicto moral el ceder a las exigencias de Junts...; o puede que haya alguien dentro del PSOE que haya decidido que, en este momento, conviene cambiar de piel para evitar males mayores.

Porque a lo mejor los socialistas pretenden ahora vender en Galicia el mensaje de que no están dispuestos a ceder ante las exigencias de los independentistas. Quizás alguien en Ferraz consideran que la aprobación de la amnistía no da votos, sino que resta, de ahí la necesidad de interpretar el sainete del otro día. ¿Hasta cuándo? ¡Pues hasta que se cierren los colegios electorales! Tienen un mes de plazo para recomponer la ley y los gallegos votan el día 18. Después de eso, quizás nos anuncien la vuelta de Puigdemont. Repetirá Zapatero entonces eso de “en política, quien no ha cambiado de opinión, está tan sólo a 15 minutos de hacerlo”. Mientras tanto, el votante más crédulo, ciudadano atroz, dirá: “pues vale, mejor esto a la derecha”.

Apoteosis tertuliana

¿Y qué hay de los tertulianos? Lo de siempre. Los mismos que esta semana despotricaban en la SER y en el programa de Julia Otero sobre la “derechita cobarde” que es Junts, dirán en las próximas semanas que la amnistía contribuirá a cerrar el procés y a pasar página, pese a que los independentistas digan en público todo lo contrario y mantengan su desafío al Estado. ¿Qué más da? Don PSOE manda. Su impostura hace obligatoria la nuestra; y sus vicios inconfesables son en realidad los nuestros.

A lo mejor es cierto que lo del martes anticipa una legislatura corta, del mismo modo que quizás pater Illa considera que hay que controlar la inmigración en Cataluña. Atendiendo a los precedentes, cuesta creer cada cosa. Son unos trileros rodeados por corifeos que, a este paso, se van a quedar afónicos tras tanto tiempo cantando las alabanzas a Pedro I el imprevisible.

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