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Opinión

El ruido de la jauría

José Guirao recibe la cartera de cultura de manos de Màxim Huerta .

A algunos nos cuesta creer en brujas, en videntes, en tarots, en ángeles, en dioses y en milagros; pero estos últimos, haberlos, haylos. Miren si no. Se ha aparecido un ministro en el actual Gobierno, Pepe Guirao, que no tiene cuenta en el Twitter. Cómo no lo vas a mirar con simpatía, con fascinación, con envidia.

Lo entrevisté un par de veces. La primera, en el siglo pasado, cuando él era director del Museo Reina Sofía y estaba a punto de poner en marcha la gloriosa ampliación que hizo Jean Nouvel. La segunda, mucho más larga y muchísimo más divertida, fue hace unos diez o doce años, cuando Guirao era director, alma, corazón y vida de ese lugar prodigioso que se llamó La Casa Encendida. Se sigue llamando así, aunque ya sea otra cosa.

No me extraña que no tenga Twitter. Pepe Guirao habla quedo, sin voces, sin interjecciones, y tiene en la cabeza un concepto de la cultura que a mí me recuerda inmediatamente al Renacimiento italiano: artes plásticas, música, solidaridad, participación, educación, todo eso que muy pocos saben cómo puede hacerse a la vez. Él lo logra. Seguramente los del banco esperaban que Guirao hiciese un museo como hay tantos, una cosa vaticana y elegante, un panteón de cuadros y bibelots. Pero Pepe, que está en esta vida para pasárselo bien inventando maravillas, armó un estrépito de imaginación, modernidad y exquisitez que cautivó a la gente de inmediato. Eso mismo hacía Leonardo.

¡Guirao no tiene twitter! ¿No es maravilloso? Este hombre piensa por su cuenta, mientras que el Twitter se ha convertido en el dominio del pensamiento dirigido y el triunfo de los ignorantes"

Cómo va a meterse este hombre en los lodazales del Twitter, donde la mayoría de la gente está para hacer ruido, moverse en disciplinadas bandadas y agredir a otros, lo merezcan o no. Guirao va con su nombre a todas partes, no se esconde detrás de anónimos (otra cosa son los seudónimos) para ladrarle a nadie. Guirao escucha a quien le habla y no interrumpe nunca, cosas que en Twitter son la antesala del suicidio. Guirao piensa por su cuenta, piensa despacio y piensa sobre un enorme cimiento cultural, mientras que el Twitter (déjenme que lo ponga con artículo: el Twitter, como El Arropiero, la mafia o la manada) que empezó como un canal instantáneo de información y como un combate de ingenios, se ha convertido en el dominio del pensamiento dirigido, la repentización de la estupidez y el triunfo de los ignorantes. Mi amigo Vicente Fernández de Bobadilla encontró el término exacto: las Juventudes Tuiterianas. Es un patio de vecindongas. Una jauría. Y Pepe Guirao no aguanta, por lo que sé, ni el comportamiento ni el ruido de las jaurías.

Esta expresión no es mía ni tampoco de Pepe Guirao. La dijo, al pie del patíbulo político, su predecesor en el puesto, Màxim Huerta El Breve. Imagino que este muchacho, que no escribe mal y que tiene buen gusto para la lectura (Ana María Matute) se ha quedado de piedra al ver que lo arrastraban al cepo no ya por las sandeces que en su día dijo sobre Hacienda o sobre el deporte (naturalmente, las dijo en el Twitter; dónde si no), sino por hacer algo que en España hace y ha hecho siempre todo el que puede: tratar de engañar al fisco. Es algo socialmente aceptado que suele comentarse, cuando se comenta, con una media sonrisa irónica en la barra de un bar. Huerta nunca imaginó que lo que él llama –con todo acierto– la jauría iba a poner a decenas de covachuelistas a fisgar en el Twitter, en la prensa antañona y hasta en las declaraciones de la Renta para descubrir lo que fuese. Y lo suyo era muy fácil de descubrir, entre otras cosas porque ni se preocupó de ocultarlo: creía de verdad que, al haber pagado la sanción, quedaba absuelto. Y eso puede que funcione para la ley y para la justicia. Pero la jauría, y desde luego las juventudes tuiterianas, se rigen por sus propias normas, y en internet no existe el olvido. Y mucho menos existe el perdón. Es justamente lo contrario.

¿Cuál es la diferencia entre Aznar, que intentó ‘distraer’ al fisco 200.000 euros, y Huerta? Pues, en lo esencial, quién maneja la jauría. Y el ruido de la jauría"

Este gobierno se parece al de Zapatero en algunas cosas: ha llegado inesperadamente, ha revuelto el aire espeso de la calle con un ventarrón de optimismo y ha desatado el terrorífico rencor de quienes se han visto, en tres días, desalojados de sus despachos o de sus influencias. Esa es la jauría.

Huerta montó una sociedad para escabullir dinero a Hacienda. Eso está mal. José María Aznar hizo exactamente lo mismo en 2011 y 2012: a través de una sociedad llamada, candorosamente, Famaztella S. L. (Familia Aznar Botella), pagaba un 25% cuando debería haber pagado más o menos el 46%. El resultado es que, en 2014, Hacienda le envió una inspección (el alguacil alguacilado, que decía Quevedo: ¡una inspección a él, que fue inspector de finanzas!) y el expresidente tuvo que abonar una declaración complementaria de casi 200.000 euros, además de una multa de otros 70.000 básicamente por listillo. ¿Cuál es la diferencia entre Huerta y Aznar? Pues, en lo esencial, quién maneja la jauría. Y el ruido de la jauría.

Este gobierno pasará a la historia como aquellos prodigiosos dibujos que Picasso hacía en el aire, en dos segundos, con una pequeña linterna, y que atrapó con su cámara el fotógrafo Gjon Mili: algo hermoso, refrescante, ilusionante, pero forzosamente efímero. Huerta era, seguramente, de lo menos brillante; yo prefiero cien veces a Pepe Guirao, que casi ha perdido ya el acento de Almería pero que sigue pensando antes de hablar y que, en una conversación, cuando el otro habla, él escucha para comprender, no para contestar. A ver el tiempo que le dejan al frente de un Ministerio que Antonio Gala rechazó (Guirao es patrono de la Fundación Antonio Gala): como este hombre pueda, nos vamos a enterar todos de lo que es disfrutar.

¡Y no tiene Twitter! ¿No es maravilloso?

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