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Opinión

Ya hay ruido en la calle

También han vuelto los auriculares.

Si les parece una tontería, será porque tienen las entendederas averiadas o la memoria muy corta. Ya vuelve a escucharse ruido en la calle. Esto es una de las principales muestras de que estamos reconquistando aquello que podríamos definir como la normalidad extraviada. Aunque la duda es si este cambio evidente se puede calificar como algo positivo o negativo. Depende de cómo se escuche. 

Como no sabes valorar algo hasta que lo pierdes, durante el confinamiento nos dimos cuenta de cuánto ruido nos rodeaba antes de la pandemia y ahora, cuando desconfinamos, reparamos en lo bien que se vivía sin tanto sonido procedente de la calle. Porque ese silencio quieto, apabullante, casi eterno de las calles desérticas quizás fue una de las mejores sensaciones que nos dejó esta etapa tan extraña como inesperada. 

No hace tanto, en las semanas más duras del enclaustre, por las mañanas ahí afuera apenas había gente y sólo pasaban unos pocos vehículos de reparto y los paseadores con perros. Por la tarde el silencio era tan potente que se volvía confusamente ensordecedor con la excepción de los ocho minutos de aplauso. Y por la noche llegábamos al éxtasis de la calma, porque nada se oía ni se veía. 

Casi lo hemos olvidado porque era una sensación que no podíamos describir con palabras, como si fuera parte de uno de esos sueños que no logramos rememorar por mucho que lo intentemos

¿Lo recuerdan? Hay que hacer un esfuerzo para trasladarse mentalmente a aquellos días sin ruido. Creo que casi lo hemos olvidado porque era una sensación que no podíamos describir con palabras, como si fuera parte de uno de esos sueños que nos marcan pero no logramos rememorar por mucho que lo intentemos. Sólo las sirenas de las ambulancias, convertidas en fatales promesas de contagios y tristezas, quebraban esa suerte de paz apocalíptica. 

Ahora el bullicio, como la sensación de prisa constante, es otra vez imparable. Han regresado con denodada fuerza los ruidos de la calle. Esos coches y sus cláxones insoportables. Esas obras del edificio que los vecinos han retomado con especial fiereza. Esos gritos y esas risas que emanan de las terrazas. Esas sirenas que siguen sonando porque los pacientes de otras dolencias no se han evaporado. 

Del otro ruido, ese que procede del Parlamento y se refleja en los noticiarios, ya hemos hablado demasiado en días precedentes. Y sólo cabe añadir que cada día suena más fuerte pero se escucha menos

Volvemos a estar rodeados de sonidos que nos desquician o nos alegran, según el momento. Las músicas dispares salen disparadas desde bares, comercios y ventanas. También han vuelto quienes se protegen del ruido circundante, porque te cruzas de nuevo con personas que se refugian bajo lo que suena en sus auriculares. Entre otras cosas querrán huir del sonido de los niños que otros disfrutamos, porque ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos. 

Del otro ruido, ese que procede del Parlamento y se refleja en los noticiarios, ya hemos hablado demasiado en días precedentes. Y sólo cabe añadir que cada día suena más fuerte aunque algunos queramos escucharlo menos. De alguna manera, la vida vuelve a escucharse como antes. Otra cosa es que nos guste cómo suena.   

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