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Opinión

El discurso del Rey (Cuento de Navidad)

El Rey durante su discurso de Nochebuena.

Humea la sopera en la mesa. El olor que desprende forja un hilo que trae todas las mesas del pasado. Esta noche con hechuras de pesebre quiere parecerse a aquellas.

“...hay un vacío imposible de llenar por el fallecimiento de vuestros seres queridos, a los que quiero ahora recordar...”

Marisa, que fue madre durante los meses del confinamiento, ve en los recuerdos que se dibujan con las filigranas del humo de la sopa, el rostro difuso de su padre, con su corbata a rayas, a la cabecera de la mesa. Las palabras del Rey son el bálsamo del reconocimiento. El niño, que lleva su nombre, se entretiene jugando con uno de los angelitos que la decoran. Ay, papá si lo vieras, cómo juega, cómo balbucea, ay, papá, si lo vieras.

“... la angustia de apenas llegar a cubrir las necesidades básicas; o sentís la tristeza de tener que abandonar un negocio al que habéis dedicado vuestra vida...”

De no ser por el niño, que está empezando a conocer el mundo con el gusto y con el tacto, la cena sería un mar de silencio. Su padre lo mira vivir. El niño se sonríe y por instantes, se lleva a su padre lejos de tanto sufrimiento.

Pero apenas son instantes. Joaquín despista la mirada de su hijo -¡tanto lo habían buscado!- y observa la mesa. Más o menos, lo de todos los años, se dice. Gracias a su madre y sus hermanos que fueron enviando sin que hubiera que pedirlo, el vino, el pequeño capón para dos... hasta los turrones. De no ser por ellos, con el bar quebrado... Y suspira para sus adentros, abrigándose en las palabras del monarca.

“...y comprensible que el desánimo o la desconfianza estén muy presentes en tantos hogares”

Gracias a los sanitarios

Mueve la mano, como queriendo tantear un bulto a su lado, pero no lo encuentra. Acaricia con los dedos el vacío de la silla sin su madre. En una residencia, ¡con lo que ha sido esto en las residencias!

A los sanitarios les damos una vez más las gracias por su enorme esfuerzo, su extraordinaria profesionalidad y su gran humanidad”

Pero no teme; los empleados se deshacen en cariños con los ancianos... Tiene razón el Rey, menudo año. Y se duele, pero peor está ella, se dice y se olvida de su propio dolor, para buscar con la mirada el de su esposa. Si algo podrá siempre compartirse serán los sufrimientos. Acodado en el aparador que les regalaron por su boda, mientras se fuma un cigarrillo, Joaquín ama a su esposa contemplándola. Ella, que está mirando al rey, sabe que su esposo la observa. Le ha dicho que no se preocupe, que saldrán adelante, que...

... a lo largo de las últimas décadas, ante dificultades también graves, siempre hemos sido capaces de superarlas.”

... pero en el fondo duda. Con el bar quebrado y su sueldo rebajado no llega. Él lo sabe, pero sonríe. Guardan en la intimidad las palabras que nombran la realidad en su crudeza, como si guardándolas la alejaran.

... porque ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar.”

No lo van a hacer, no. No pueden hacerlo. E Intuyendo que el Rey está cerca de terminar, Marisa le da vueltas a la sopa, oreándola para que temple. El niño, inquieto por el hambre, brinca como puede en el carrito.

Su padre, que andaba perdido en su mujer, lo toma en brazos haciendo del pecho cuna y de la mano, almohada. Los dedos diminutos le toquetean la barbilla, dejando surcos por los que se filtra un frágil consuelo.

Cuestión de dignidad

Proteger a los más vulnerables y luchar contra las desigualdades que la pandemia ha creado o ha agravado es una cuestión de dignidad.”

Marisa da un respingo. ¡Dignidad! Por fin alguien lo dice de verdad. Y recuerda cómo creyó que se le escapaba cuando pasó de dar comida a pedirla y cómo vio que no, cuando la monjita, dulzura atravesada de años, le hacía carantoñas a su niño y cómo dos desconocidos les señalaban que había sitio a su lado.

Para ese gran esfuerzo nacional contamos en primer lugar, con lo más importante: las personas...”

...como Benja, que se llevó a su marido a hacer chapucillas por ahí. Gracias a él, el niño tendrá regalos esta noche, cuando venga el Niño... Ojalá salga algo antes de que lleguen los Reyes tras la estrella.

No va a ser nada fácil superar esta situación...”

Joaquín lo sabe. Sabe que tendrá que pedir dinero a sus hermanos. Marisa se merece un buen regalo. De no ser por ella, no sé qué habría pasado con nosotros. Lo que no sabe es que sus hermanos ya lo han hablado.

Y como rey, yo estaré con todos y para todos, no sólo porque es mi deber y mi convicción, sino también porque es mi compromiso con todos vosotros, con España”

Y un leve calor lo inunda todo.

Sentados a la mesa, Joaquín sirve el vino que le mandó desde Barcelona su hermano, mientras Marisa llena los platos con la sopa. De fondo, suenan los acordes del himno, mientras un carrusel de imágenes de los Reyes aparece en la pantalla.

-Ha hablado por nosotros –dice ella– Es buena persona.

-Y un gran Rey.

Y el niño que duerme plácidamente, encarna en su sueño otros días mejores.

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