Quantcast

Opinión

La tragedia de un Rey

Don Juan Carlos de Borbón

Siempre he pensado, estudiando la biografía de don Juan Carlos, que, durante sus años de formación, donde más aprendió de la vida y donde mejor conoció al pueblo español no fue en los colegios suizos o portugueses ni en el grupo de hijos de la nobleza y de la alta burguesía que le acompañó en Las Jarillas, sino en sus años en las academias militares y, sobre todo, en la General Militar de Zaragoza. Allí aprendió muchas cosas y una de ellas fue que, aunque era nieto del último rey de España y tataranieto de la reina Victoria de Inglaterra y aunque era evidente que el general Franco le estaba tratando como si contara con él para sucederle, su familia estaba mal de dinero.

Para empezar, él mismo, que veía cómo sus compañeros, hijos todos de familias de clase media, tenían dinero para cigarrillos y para tomar algunos vinos cuando salían de la Academia a pasear por Zaragoza, mientras que él tenía que pedírselo a los que supervisaban su formación castrense.

A la vez que veía cómo en Estoril su familia vivía bien –no voy a decir que con las apreturas que pasaban entonces todas las familias españolas-, pero porque le daban dinero los nobles españoles, o sea, que vivían, podríamos llegar a decir, de limosna. Por eso no es exagerado afirmar que su familia era pobre en comparación con otras familias reales exiliadas –pienso en la italiana de los Saboya, por ejemplo-, y no digamos en comparación con las familias de presidentes de repúblicas que habían tenido que exiliarse –véanse los Batista, Pérez Jiménez, Trujillo o Perón-. Esto era así, quizás, por la demostrada honradez de ese abuelo, Alfonso XIII, que se fue al exilio literalmente con lo puesto.

Un designio del destino

Quizás fue entonces, en sus años de Zaragoza, cuando comprendió que la profesión de rey, si es que se puede llamar profesión a lo que es un designio del destino, es una profesión de enorme riesgo. No sólo físico, que también, sino, además, económico, pues, entre otras cosas, un rey no tiene la menor oportunidad de ahorrar para que sus hijos puedan tener un futuro asegurado. Probablemente fue entonces cuando, aunque no de forma tan explícita como la Scarlett O'Hara de 'Lo que el viento se llevó', interiorizó el mandato de hacer lo posible para, pasara lo que pasara, no volver a pasar apreturas y la humillación de tener que pedir.

Después, Juan Carlos ha sido rey de España y, sin duda alguna, un rey extraordinario, al que los españoles le debemos una gratitud que me atrevo a calificar de infinita. Pasar de la dictadura a la democracia, acabar con el enconamiento fratricida, propulsar la concordia entre los españoles, proyectar en todo el mundo una imagen de España inmensamente positiva y atractiva, son algunas de las importantísimas cosas que Juan Carlos ha hecho y que nadie habría podido hacer mejor que él ni muchísimo menos.

¿Camino del exilio?

Es posible que, durante los años de su extraordinario reinado, no se haya olvidado de sus experiencias zaragozanas y de su propósito de asegurar su economía. Como es posible que algunos cortesanos le hayan aconsejado mal. Como es seguro que algunos reyes árabes han sido amigos suyos y le han hecho regalos. Y ahora, ¡qué casualidad!, cuando tenemos un gobierno apoyado por fuerzas políticas que quieren acabar con España y con la Constitución del 78, salen a la luz posibles irregularidades económicas suyas. Y empiezan a oírse voces que, con una saña repugnante, llegan a pedir que este rey excepcional se vaya al exilio o que su hijo, que también está siendo un gran rey, le eche de casa, como si de una tragedia shakespeariana se tratara.

No sé si Juan Carlos ha cometido alguna irregularidad o ha dejado de cumplir con algún deber fiscal, pero sí que estoy seguro de que lo que ha hecho por España y por los españoles vale infinitamente más que el montante de todas esas posibles irregularidades. Por eso, lo honesto y lo noble por parte de los españoles de bien sería que, si han existido, desde este mismo momento las excusáramos sin reservas y tomáramos conciencia de que quienes más mueven este asunto son aquellos a los que España y los españoles no les importan nada y estarían felices si dejáramos de ser una Monarquía parlamentaria para convertirnos en una república federal y bananera.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.