Opinión

La resistencia eficaz más allá de Cibeles y Ferraz

Este sábado Madrid se despertaba en la soleada Plaza de Cibeles, ajena a lo que durante dos semanas ha sucedido al caer el sol, en la calle Ferraz, a quienes han protestado pacíficamente contra el golpe de Estado a la nación española por parte del PSOE. Otro más junto a separatistas. La movilización permanente en horario de tarde ha concentrado durante quince citas consecutivas a miles de personas de toda edad y condición, a gritar, rezar o simplemente a estar presente como acto de conciencia. Los asistentes son principalmente jóvenes de 20 años en un ambiente de protesta, de enfado y frustración por ese sentimiento de abandono y desesperación ante un Gobierno que nos arrebata lo poco que nos queda. Quince noches de protestas sin un sólo escaparate roto ni vandalizado, seguidas de una represión desproporcionada de la policía frente a manifestantes pacíficos, salvo algún infiltrado de Marlaska. Una policía que, bajo protocolos de órdenes políticas, ha convertido Ferraz en una ratonera de golpes y detenciones, donde han quedado suspendidos los derechos fundamentales de los españoles que protesten allí contra la Ley de amnistía para salvar España.

Hay una España preocupada que no está dispuesta a la humillación y la venta de España a quienes la odian.

Un ambiente muy distinto al vivido en la Plaza de Cibeles, en ese rincón cercano al escenario inundado por banderas de la Unión Europea repartidas por el Partido Popular. No se podían ver dichas banderas casi en ningún otro sitio de la multitudinaria manifestación. Como si el cuerpo principal de la movilización, ajena a la dirección, se conectase con las concentraciones en Ferraz al compartir enfado y desazón, aunque no horario.

Hay una España preocupada que no está dispuesta a la humillación y la venta de España a quienes la odian. Que no está para canturrear estupideces frívolas de «me gusta la fruta», como algún sector cercano al PP esta mañana lo hacía en Cibeles con absurdo jolgorio. Hay una España muy numerosa que no considera una fiesta el golpe de Estado, ni la ruina económica a la que nos lleva con su expolio y no le permite perder el tiempo en escuchar los mismos discursos, de los mismos, que no han impedido que lleguemos aquí.

Sin embargo, la concentración de Cibeles ha sido muy importante. Toda manifestación en este momento es necesaria y plausible. La resistencia al Gobierno antidemocrático de Sánchez recoge una pluralidad de posiciones donde es necesario olvidarnos de las diferencias, al menos ahora, y canalizar el propósito común. Es muy positivo que centenares de miles de personas, un millón según los organizadores, que se oponen a la amnistía que sella el pacto de Gobierno con Puigdemont, estén dispuestos a hacer algo. Necesitan un liderazgo.

Pero antes es necesario resolver la cuestión principal de la oposición para adoptar riesgos y posiciones políticas coherentes, ¿a qué nos enfrentamos con este Gobierno de Pedro Sánchez y la amnistía? Porque si realmente consideramos que se ha avanzado a una forma de Gobierno despótica que no podemos soportar ni tolerar; que de la ley a ley se procede a subvertir el régimen constitucional a espaldas del procedimiento para ello. Entonces, en ese caso, hay que actuar en consecuencia para evitar que no haya un sistema de injusticia para los españoles y otro para los delincuentes en el poder que publican en el BOE. Actuar de forma eficaz para que nuestros derechos y libertades no queden al arbitrio de quienes odian España y evitar arruinarnos para pagar el impuesto revolucionario de servidumbre a Cataluña y vascongadas.

Si se coincide con este diagnóstico, no es aceptable manifestarse cuando y donde le parezca bien a los medios de comunicación del régimen, ni decir lo que a ellos les parezca aceptable. No es útil centrar tus esfuerzos en ser el vacío moderado, europeísta, cuando viene la federación de las regiones en el interior de España para diluirla en una organización transnacional como la Unión Europea. Salvo que tu proyecto autonomista lo veas compatible. No es aceptable impedir la oposición al golpe porque es colaborar con él. Ahora más que nunca es necesaria la oposición institucional eficaz al Gobierno y unirse alrededor de ésta. No someter la unión a la eficacia, sino a la inversa, para no convertirse en la oposición venezolana, llena de traidores, desunida y siempre perdedora. El problema es que sin unión de estrategia por la oposición mayoritaria, no hay eficacia ni victoria posible. Sólo manifestaciones que minarán la esperanza de la gente.