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Opinión

El rescate: cómo y cuando

Pedro Sánchez y Ángela Merkel.

Desde la explosión de la pandemia y la cuantificación de sus devastadoras consecuencias económicas es frecuente escuchar referencias al rescate de la economía española y de otras economías de la eurozona. Estas referencias habitualmente extrapolan lo sucedido en la gran recesión de 2008 y anticipan la imposición de condiciones más o menos similares a las exigidas entonces para recibir los fondos necesarios para atender las necesidades de financiación de las economías correspondientes. Esta visión que equipara la crisis económica provocada por la pandemia con la crisis de 2008 es, en términos generales, incorrecta, lo que no excluye que el Gobierno se vea obligado a realizar antes o después  cambios importantes en su política económica.

Para esclarecer estos asuntos es conveniente empezar explicando de la manera más simple posible el concepto económico del rescate. El espectro del rescate aparece cuando las previsiones de déficit presupuestario y de la consiguiente emisión de deuda pública desbordan ampliamente la disponibilidad de fondos nacionales e internacionales para adquirir dicha deuda y refinanciar los vencimientos del stock existente. Esto puede suceder por un aumento exagerado del déficit público o por una caída de los fondos nacionales e internacionales disponibles, ocasionada esta última por una pérdida de confianza en la política económica del país, o bien por una combinación de ambas cosas. El espectro se suele materializar cuando el déficit es exagerado y se considera que no es un fenómeno transitorio y que su corrección exige alterar significativamente la política económica del país. Cuando esto ocurre, la disponibilidad de un mayor o menor monto de financiación se condiciona a la instrumentación de reformas y medidas de ajuste capaces de reconducir el déficit y la deuda pública hacia sendas de evolución sostenibles. Hay rescates explícitos en los que media uno o varios  organismos internacionales y rescates tácitos o autorescates en los que el propio país, ante los costes inasumibles que acarrea la pérdida de confianza, realiza ajustes y reformas hasta que sean suficientes para recuperar la confianza perdida.

La evolución de la pandemia, así como la disponibilidad de tratamientos y vacunas eficaces contra el virus, irá cerrando el abismal margen de incertidumbre hoy existente sobre la marcha de la economía

Yendo al caso de la economía española, la política monetaria del BCE y la posibilidad de acceso futuro a un monto importante de fondos europeos permitirán cubrir nuestras necesidades de financiación en 2020 sin tensionar prácticamente el coste de financiación de la deuda. La cuestión interesante a plantear es si habrá algún tipo de rescate tácito o explícito para hacer frente al déficit previsto y a los vencimientos de deuda del año 2021 y siguientes. La evolución de la pandemia durante los próximos meses, así como la disponibilidad de tratamientos y vacunas eficaces contra el virus, irá cerrando el abismal margen de incertidumbre hoy existente sobre la marcha de la economía en los próximos 18 meses. Incluso en el mejor de los escenarios posibles, sin embargo, puede afirmarse sin temor a equivocarse que la economía española necesitará un 'rescate', entendiendo por tal una modificación significativa de las políticas económicas que vienen aplicándose hasta la fecha.

Aún en el escenario optimista, el déficit presupuestario de 2021 no será muy diferente del de 2020 ya que la mayor parte de los estímulos introducidos este año deberían continuar durante el próximo a fin de evitar una debilitación e incluso interrupción de la previsible recuperación económica que se producirá en dicho ejercicio. Para financiar dicho déficit y los vencimientos de deuda será imprescindible contar con los fondos europeos y con la confianza de los mercados financieros internacionales, lo que sólo será posible si se llevan a cabo cambios profundos de la política económica actual.

Las expectativas de los mercados sobre la capacidad de los países para encauzar sus cuentas públicas por la senda de la estabilidad se reflejarán con más fuerza en las primas de riesgo del próximo

Es importante recalcar que la alteración de la política económica y la consiguiente realización de reformas de calado son necesarias no sólo para contar en su momento con los fondos europeos disponibles sino también para seguir contando con la confianza de los mercados, esto es, de los inversores privados nacionales e internacionales en nuestra deuda y en el resto de nuestros activos financieros y reales. Piénsese que difícilmente se conseguirá disponer de mucho más del 50% de aquellos fondos antes de finales de 2021 y que las necesidades totales de emisión de deuda en dicho año son más del triple de esa cantidad. Además, las compras de deuda por parte del BCE previsiblemente se ralentizarán en 2021 o a lo sumo en 2022, de manera que las expectativas de los mercados sobre la capacidad de los países para encauzar sus cuentas públicas por la senda de la estabilidad se reflejarán en las primas de riesgo del próximo año con más fuerza de como lo han hecho hasta ahora.

Programas de gasto

Los razonamientos anteriores nos permiten aventurarnos en las respuestas al cuándo y al cómo del recate. El cuándo será evidentemente en otoño. En ese momento deberá haber sobre la mesa una propuesta de reformas y política fiscal para 2021 capaz de ganar el apoyo de las autoridades europeas y de los mercados. En cuanto al cómo, en cuanto al contenido de la propuesta o medidas necesarias para ganar ese apoyo, la respuesta es más compleja. Seguro que no habrá problemas para efectuar una reorientación de los programas de gasto público hacia las prioridades establecidas por la Comisión europea. Sin embargo, conseguir que dicha reorientación pase por sustituir un gasto por otro y no se traduzca en un aumento sustancial del gasto público estructural será más complicado. Al respecto, se ha de tener en cuenta que nuestro país cerró el año 2019 con un déficit público estructural del orden del 4% y un aumento del gasto público estructural entrañaría una carga fiscal latente difícilmente asumible. 

Más difícil aún será presentar un plan de reformas y ajustes fiscales que consiga estabilizar y reducir gradualmente la deuda pública a partir de 2021, como exigirán las autoridades europeas y los mercados. Para ello sería necesario subir impuestos que el Gobierno no quiere subir, bajar algunos que no quiere bajar y realizar reformas estructurales que no quiere hacer o únicamente está dispuesto a hacerlas en dosis homeopáticas. El principal obstáculo para llevar adelante un programa económico de este tipo no es tanto que no obtenga el apoyo parlamentario suficiente como que no consiga el apoyo de la propia coalición de Gobierno para presentarlo al Parlamento.

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