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Opinión

Reimponer la escasez

Si queremos que todo el mundo en este planeta con acceso a internet tenga acceso a una copia completa del Quijote, podemos hacerlo sin gastar más que un puñado de euros

Durante milenios, la historia de la humanidad ha estado marcada por la escasez. Nuestras sociedades tienen acceso a un número limitado de bienes físicos, de posesiones; lo que podemos comer, consumir, fabricar, construir está marcado por el coste de una cantidad finita de objetos físicos, materias primas, y tierra que cultivar.

El progreso tecnológico ha conseguido, a lo largo de los años, que bien mediante un uso más eficiente de recursos, bien utilizando energía para extraerlos y transformarlos en masa, esta escasez haya ido remitiendo. Aún así, la restricción presupuestaria está allí; nada es gratis y todo cuesta dinero.

Durante los últimos cuarenta años, sin embargo, hay un aspecto de la civilización humana que ha conseguido escapar de esta trampa por completo. Gracias a los avances de la tecnología digital, la información, todo aquello que pueda ser convertido en archivos digitalizados, ha pasado de ser algo extraordinariamente caro de producir y almacenar a tener un coste prácticamente cero. Gracias a los milagros de la informática y la ley de Moore, copiar, transmitir y duplicar cualquier libro, película, foto, imagen, esquema, plano, o video es esencialmente gratuito. Cualquier cosa que pueda ser convertida en un archivo informático pasa a ser infinitamente reproducible. Si queremos que todo el mundo en este planeta con acceso a internet tenga acceso a una copia completa del Quijote, podemos hacerlo sin gastar más que un puñado de euros.

Una vez producido un bien, como este artículo que estás leyendo ahora mismo, el coste marginal de ofrecer otra copia es cero, y la oferta ilimitada

La economía en el mundo digital, por lo tanto, tiene unas características curiosas. En el mundo “real”, los precios son el resultado de la interacción entre la demanda de un producto y la oferta disponible de este. En internet, la demanda puede variar, pero la oferta es casi infinita. Una vez producido un bien, como este artículo que estás leyendo ahora mismo, el coste marginal de ofrecer otra copia es cero, y la oferta ilimitada. Cada copia adicional que se “venda” es beneficio puro (en el caso de este artículo, lo que estamos vendiendo es lectores a los publicistas, por cierto, pero ese es otro tema), así que maximizar audiencias es casi siempre la mejor opción.

De un tiempo a esta parte un puñado de gurús, emprendedores, tecnólogos y vendehúmos entusiastas han empezado a promocionar algo llamado NFTs, o non-fungible token, una “revolución” tecnológica ligada a la blockchain y la tecnología crypto. Cualquier cosa que tenga la más remota relación con las criptomonedas debería ser objeto de inmediata sospecha (de esa estafa piramidal podemos hablar otro día), pero las NFT son de una audacia retrógrada tal que merecen un comentario aparte.

La idea detrás de las NFT es crear un sistema descentralizado para verificar la propiedad de archivos digitales. Cuando alguien compra una NFT de un video, o una imagen, lo que está haciendo es registrar esa propiedad en una base de datos descentralizada (blockchain y sus variantes), notificando el archivo, su ubicación, y quién es el titular. En teoría, una NFT permite limitar la cantidad de un bien digital estableciendo un número limitado de copias y/o propietarios, haciendo que esos archivos pasen a ser escasos y por lo tanto valiosos.

Si alguien se pone a vender fotocopias de tu foto de gatitos por la calle, no puedes hacer nada para impedirlo, porque la NFT no tiene validez legal

Por desgracia, todo esto es una ficción absurda sin sentido económico o tecnológico alguno. Para empezar, tener una NFT no significa tener una copia del archivo en tu disco duro. Lo único que contiene es una firma digital que dice que eres su “propietario” y un enlace hacia su ubicación que puede estar o no bajo tu control. Esto quiere decir que, por un lado, si tu NFT con fotos de gatitos está en un servidor de Amazon y el que te ha vendido la NFT deja de pagar las facturas, te quedas si tu NFT. Por otro, la NFT es simplemente un registro que dice que eso es tuyo, pero su validez legal es entre dudosa y nula. Si alguien se pone a vender fotocopias de tu foto de gatitos por la calle, no puedes hacer nada para impedirlo, porque la NFT no tiene validez legal. Ser poseedor de la NFT, por añadido, no te da necesariamente derechos de propiedad intelectual sobre el archivo (derechos de autor, marca…), así que ni siquiera puedas cobrar a terceros por su uso.

Tener una línea de código en la blockchain es un poco como comprar una estrella o apadrinar un tigre en la India; tendrás tu certificado bien bonito, pero de aquí a que alguien reconozca su valor hay un trecho.

Reimponer la escasez

Aparte de este aspecto de cromos digitales de todo el asunto, lo fascinante de las NFT es que intentan “modernizar” internet (Web 3, la llaman) mediante la reimposición de las normas de escasez en el mundo digital. En un universo donde la abundancia es la regla, no la excepción, las NFT intentan crear un mecanismo que haga que un bien infinitamente reproducible deje de serlo. En un contexto donde la propiedad privada no tiene sentido, porque literalmente hacer una copia de cualquier bien es gratis (nótese que la propiedad intelectual sigue importando), las NFT intentan reimponer la escasez creando derechos de propiedad donde son completamente innecesarios.

Y no olvidemos, por supuesto, que el archivo subyacente sigue siendo infinitamente replicable.

La duda, entonces, es si las NFT son un timo, una estafa, una burbuja especulativa sin sentido, una estupidez colectiva, o son todo esto a la vez. Estamos ante un “negocio” en que tenemos gente comprando y vendiendo no cromos, sino líneas de código que dicen que cromos virtuales flotando por ahí fuera son suyos, todo disfrazado bajo retórica cripto, cyber, y moderna. Incluso antes de pararnos a analizar cómo funciona la blockchain que “registra” las NFT (son increíblemente ineficientes y consumen cantidades absurdas de energía para “verificar” transacciones) todo esto se parece demasiado a un negocio de compraventa de tulipanes.

En algún lugar, en algún momento, las NFT, el blockchain y demás quizás tengan sus usos. Ahora mismo, sin embargo, las NFT son una forma sofisticada de vender humo y eliminar la principal virtud del mundo digital. Huid de ellas como la peste.

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