Opinión

La reelección imposible de Donald Trump

Trump, el primer presidente de EEUU con ficha policial: desafiante y con el ceño fruncido
Foto de la ficha policial de Donald Trump EFE

El juicio de Donald Trump por tratar de revertir de forma fraudulenta su derrota electoral de 2020 comenzará el 4 de marzo de 2024, un día antes del Súpoer Martes, cuando los votantes de 15 estados están llamados a votar en las primarias republicanas. Se le llama Súper Martes precisamente por eso, porque ese día se concentran varias. Del Súper Martes suele salir el nominado porque es el día que se eligen el mayor número de delegados. En 2024 saldrán nada menos que 865 delegados ese día para la convención nacional (sólo California y Texas eligen a 331). La convención se celebrará en Milwaukee entre el 15 y el 18 de julio y, según los sondeos, Donald Trump es el favorito para hacerse con la nominación. No puede haber, en definitiva, peor fecha para juzgar a un candidato que el día antes del Súper Martes.

De los cuatro juicios pendientes que tiene Trump en estos momentos el que se celebrará el 4 de marzo es el de Washington. La jueza Tanya Chutkan le imputó a principios de agosto y señaló la fecha de vista para el 2 de enero, es decir, justo al acabar las festividades navideñas. A sus abogados les parecía precipitado, por lo que pidieron un aplazamiento de más de dos años hasta abril de 2026. A Chutkan le pareció que en enero quizá era pronto pero que había que juzgar cuanto antes, así que se lo llevó al 4 de marzo. La fecha es inapelable, pero los abogados de Trump pueden retrasarlo interponiendo recursos previos al juicio, algo que seguramente hagan.

Es cierto que las presiones y el plan para alterar el resultado se gestó en Washington, en la Casa Blanca concretamente, pero, de haber delito, ese delito se perpetró en Georgia por lo que ha de juzgarse allí

El 4 de marzo era la fecha que había propuesto Fani Willis, la fiscal de distrito del condado de Fulton, en Georgia, para un juicio muy parecido. Allí se le acusa de lo mismo y de unas cuantas cosas más. En Washington le imputan cuatro cargos, en Georgia más de 30. Chutkan se ha adelantado a Willis y dos vistas no se pueden celebrar de forma simultánea, así que Willis ya ha anunciado que está barajando la posibilidad de solicitar al tribunal del condado que se lleven el juicio a octubre. Los abogados de Trump se oponen y ya han adelantado que pedirán al juez un aplazamiento para 2025 o más tarde.

En Georgia, la fiscalía tiene otro problema añadido. Uno de los imputados, el ex jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows, ha pedido trasladar el juicio a un tribunal federal ya que, según él, de haber cometido un delito, lo hizo en Washington y no en Georgia por lo que debe ser juzgado por un tribunal federal del Distrito de Columbia. Trump seguramente vaya por el mismo camino, pero los expertos en la materia no lo tienen tan claro. Es cierto que las presiones y el plan para alterar el resultado se gestó en Washington, en la Casa Blanca concretamente, pero, de haber delito, ese delito se perpetró en Georgia por lo que ha de juzgarse allí.

Si consigue llevarse lo de Georgia a 2025 (que aún está por ver), de lo que no se librará es del juicio por el caso de Stormy Daniels en Nueva York, que también tiene fecha señalada en marzo, el día 25. Un tribunal de la ciudad le acusa de haber empleado dinero de la campaña electoral de 2016 para silenciar a una estrella porno llamada Stormy Daniels (ese es su nombre artístico, el de pila es Stephanie Clifford), con quien mantuvo relaciones íntimas en 2006. El dinero, 130.000 dólares, lo canalizó a través de Michael Cohen, que en aquel entonces era su abogado. Cohen ya pasó por el juzgado y fue condenado a tres años de prisión por fraude fiscal y estafa financiera. El juez del caso Stormy Daniels se llama Juan Merchán y está aún por ver si mantiene la fecha o la aplaza teniendo en cuenta que queda muy cerca, a sólo 20 días, de modo que si se alarga mucho lo de Washington ambos podrían coincidir en el tiempo.

La acusación hace un pormenorizado relato del asalto del 6 de enero de 2021 al Capitolio de Estados Unidos por parte de los partidarios de Trump después de que éste les calentase la cabeza en un mitin que dio en un parque junto a la Casa Blanca

Dos meses más tarde, el 20 de mayo, está señalado el juicio para el caso del mal manejo de documentación clasificada en la mansión de Mar-a-Lago, que Trump utilizó profusamente como residencia oficial durante su mandato. Pasó allí mucho tiempo, celebró infinidad de reuniones y llegó incluso a recibir a líderes extranjeros. Cuando abandonó la presidencia en enero de 2021 había muchos documentos oficiales en esa casa. Las autoridades se los reclamaron, Trump entregó unos cuantos, pero otros se los quedó. En agosto del año pasado, el FBI tuvo que entrar a por ellos y descubrió que no estaban debidamente custodiados. La imputación de Trump por este caso se produjo en junio, tuvo que viajar hasta Miami para prestar declaración ante el juzgado y poco después se fijó fecha para la vista.

En el caso de Washington, el que juzga Tanya Chutkan, la acusación la formuló el fiscal especial Jack Smith el 1 de agosto. Le imputan por cuatro delitos, entre ellos tres de cierta gravedad: conspiración para defraudar a Estados Unidos, obstrucción de un procedimiento oficial y conspiración contra los derechos de los votantes. La acusación hace un pormenorizado relato del asalto del 6 de enero de 2021 al Capitolio de Estados Unidos por parte de los partidarios de Trump después de que éste les calentase la cabeza en un mitin que dio en un parque junto a la Casa Blanca.

Este juicio no va a ser tan duro como el de Georgia, pero caerá en plenas elecciones primarias. Eso supone que mientras otros candidatos están haciendo campaña él tendrá que estar sentado en el banquillo frente a un tribunal federal de Washington. La fecha seguramente sea precipitada. Está claro que nadie debe estar por encima de la ley y que las obligaciones personales de un acusado no determinan la fecha de su juicio, pero el acusado aquí no es un cualquiera, es un candidato presidencial. La idea de Trump de llevarse el juicio a 2026 también era excesiva. Su estrategia ha fallado por maximalismo, pero tiene la necesidad de que no se le juzgue ni se le condene antes de que alcance la presidencia, que es lo que espera hacer si consigue previamente la nominación.

Si Fanni Willis consigue que el juicio de Georgia se fije para octubre caerá en la recta final de la campaña electoral con Trump y Biden recorriendo el país y viéndose las caras en varios debates televisados

Si gana el 5 de noviembre, para abril de 2026 llevará ya año y medio en la Casa Blanca y en el caso de que le condenen podrá indultarse a sí mismo. Una operación muy arriesgada, pero a estas alturas no tiene otra opción que ir retrasando los cuatro juicios valiéndose de todas las tretas legales a su alcance. El desastre está garantizado porque no sólo tiene este de Washington. Si Fanni Willis consigue que el juicio de Georgia se fije para octubre caerá en la recta final de la campaña electoral con Trump y Biden recorriendo el país y viéndose las caras en varios debates televisados. Eso después de haber sido juzgado en mayo por los documentos de Mar-a-Lago. Para entonces ya habrán concluido las primarias y es muy probable que Trump tenga más delegados que sus contrincantes. El juicio de Florida comienza el 20 mayo y menos de dos meses después se celebrará la convención de Milwaukee.

¿Tendrá eso impacto sobre los votantes de las primarias y posteriormente sobre los delegados? Seguramente sí, pero aún no sabemos en qué dirección. Una posibilidad es que le den la espalda y voten por otros asumiendo que Trump está muerto y que en cuestión de meses tendrá cuatro condenas firmes que podrían llevarle a prisión. Otra posibilidad es que el electorado republicano se movilice a favor de Trump, que vean en esto una cacería contra el candidato y le apoyen. Votar por él sería su forma de protesta. Eso sí, Trump podría tener asegurada la nominación del Partido Republicano antes de que llegue la sentencia y los votantes sepan si le han condenado. Esto haría las delicias de los demócratas, que es precisamente lo que buscan, que Biden se las tenga que ver con un Trump acogotado y desprestigiado, y no con otro candidato como Ron DeSantis que, de no haberse presentado Trump, tendría las primarias ganadas de calle.

Según las encuestas en torno al 50% de los que votarán en las primarias lo harán por Trump, el 50% restante lo hará por otro candidato

Quizás el equipo legal de Trump encuentre alguna manera de retrasar el juicio a partir del 4 de marzo. O quizá se presente ante el juez y arguya que, como era presidente, gozaba de inmunidad en calidad de eso mismo. En EEUU un presidente sólo puede ser acusado, juzgado y sentenciado por la Cámara de Representantes y el Senado. La inmunidad presidencial no figura en la Constitución, pero hay jurisprudencia al respecto. En 1982 el Tribunal Supremo dictaminó que el presidente tiene inmunidad absoluta (tanto civil como penal). Otra sentencia de 1997 se reafirmaba delimitando el periodo: sus cuatro años de mandato desde que toma posesión del cargo hasta que lo deja porque otro le sucede.

Eso le libra de todo lo que hizo en los días posteriores a las elecciones porque aún era presidente, pero no del caso de los documentos clasificados o el de Stormy Daniels. El primero es posterior a que abandonase la Casa Blanca, el segundo anterior. El de la documentación clasificada se juzgará el 20 de mayo y ahí no podrá recurrir a este comodín, pero en los de Washington y Georgia sí que podrá hacerlo. En el caso de que le condenen en estos dos juicios es seguro que lo elevará al tribunal supremo y ahí podrían anularle la condena o no.

Pero, dejando a un lado el enrevesado horizonte legal de Trump que complica mucho su reelección, para el Partido Republicano todo esto es una pesadilla que les condenará a permanecer en la oposición durante cuatro años más. Seguramente los republicanos más trumpistas le voten con los ojos cerrados, pero este grupo no es tan numeroso. Según las encuestas en torno al 50% de los que votarán en las primarias lo harán por Trump, el 50% restante lo hará por otro candidato. Es decir, que sólo la mitad del electorado republicano pertenece al ala trumpista, la otra mitad se decanta por otros. Si es nominado, muchos esos votantes quizá se queden en casa y la presencia de Trump en la campaña movilizará a los demócratas una vez más, lo mismo que sucedió en 2020, pero esta vez tendrá que hacer campaña desde fuera y asediado por los fiscales. La tentación de cobrarse la revancha por lo de hace tres años es poderosa, pero puede ser la perdición para el Partido Republicano. Harían bien en tenerlo en cuenta.