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Opinión

Por el radicalismo a la irrelevancia

Por el radicalismo a la irrelevancia

Los partidos políticos intentan definir con sumo cuidado sus programas y los ofrecen a los electores llamados a los comicios europeos, legislativos, autonómicos o municipales, en los que se mide el respaldo que suscitan. Luego, a partir de esa toma de temperatura, han de proceder a la introducción de las modificaciones que correspondan, tanto en el plano doctrinal como en el de la composición de sus liderazgos. Es precisamente la convocatoria periódica de elecciones la que sacude el ensimismamiento solipsista de los partidos, corrige sus tendencias al doctrinarismo inane, aguza la sensibilidad adormecida de los dirigentes e impide deslizamientos por la espiral del radicalismo, actitud que encamina por la ruta de la irrelevancia. Se dice que el papel lo aguanta todo, pero en democracia sólo alcanzan el poder aquellos que se ganan la unción del electorado.

Está verificado que sin esa gimnasia mental a que obligan las urnas, la tendencia de los gabinetes acampados en el entorno de los líderes confirma que el sueño de la razón propende a secar el cerebro y acaba produciendo monstruos que declaman aquello de la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera, mi razón enflaquece que con razón me quejo de vuestra fermosura. Se acrecienta la propensión a rizar el rizo de la coherencia y el goce de la destilación del radicalismo rampante da satisfacción a los doctrinos de la plana mayor, mientras se acusa pérdida de masa encefálica, se centrifuga el sentido crítico y crece una distancia creciente respecto de un censo culpable de haberles vuelto la espalda.

Por ejemplo, en Unidas Podemos, de aquellas actitudes tan novedosas como audaces, no queda ni rastro. Veamos que todavía cuando el pasado 13 de enero, lunes, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, entregaba la cartera ministerial al secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, como vicepresidente segundo de Derechos Sociales y Agenda 2030, aseguraba en su primer discurso de inauguración de su despacho que los movimientos sociales serían "la referencia" de su trabajo en el Gobierno de coalición y pedía a sus fervorosos aquello de "no dejéis de criticarnos, no dejéis de presionarnos". Pero esa preferencia por el aire libre ha desaparecido y ahora toda crítica infunde sospechas y sólo parecen aceptables las que resultan ser tigres de papel, curiosidades incruentas, que facilitan ocasiones de lucimiento, como las de la penosa sesión de control del 10 de febrero de 2020.

Con el mismo cinismo de la vieja política que Podemos proclamaba venir a denunciar, Iglesias se ha permitido el lujo de ausentarse la noche del 12-J sin dar la cara ante la derrota sin paliativos"

Con el mismo cinismo de la vieja política que Unidas Podemos proclamaba venir a denunciar, su secretario general, Pablo Manuel Iglesias, se ha permitido el lujo de ausentarse la noche del domingo 12 de julio, sin dar la cara ante la derrota sin paliativos que ha borrado a su formación del Parlamento de Galicia y ha reducido a la mitad os escaños que tenía en el parlamento de Vitoria. Iglesias ha intentado echar la culpa al empedrado y escaquearse detrás de un tuit, donde afirmaba que "nuestro espacio político ha sufrido una derrota sin paliativos" y anunciar el deber de autocrítica, se sobreentiende que de los demás. Pero en unos comicios los derrotados nunca son espacios políticos abstractos sino líderes con sus errores intransferibles a cuestas, sin que valgan excusas victimistas de cloacas adversas.

El varapalo que le han propinado los resultados del escrutinio de las urnas de Galicia y Euskadi y el 'caso Dina' con su tarjeta, su canesú y transacción periodística incluida, sin que le valgan excusas victimistas de las cloacas adversas, ha convertido a Pablo Manuel en candidato inminente al ingreso en la unidad de quemados de La Moncloa, donde ya se le habían adelantado figuras tan señeras como la del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, después de su affaire en el aeropuerto de Barajas con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, o la de Fernando Grande Marlaska, tras la remodelación nocturna de la Guardia Civil con cese del coronel Diego Pérez de los Cobos.

Semejante suma y sigue, con unos resultados cosechados por el PSOE y sus dóciles PSG y PSE, en nada acusa efecto favorable del hecho de encontrarse Pedro Sánchez al frente del Gobierno y mantiene inalterable a la ministra portavoz, María Jesús Montero, hasta el punto de estimar que la coalición de Pedro y Pablo está más fuerte que nunca. Hubiera sido más exacto que explicara cómo la debilidad acusada la hace indestructible. En cuanto al PP acaba de serle signado el nuevo deber patriótico de apoyar los Presupuestos Generales. Quedaba el rey Felipe VI en torno al cual se quiere crear la expectativa de que convierta en un homeless a don Juan Carlos I, cuya figura, sometida a un gota a gota informativo administrado con pulso letal desde algún sitio, está siendo reducida a escombros. Continuará.

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