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Opinión

¡Qué viene Vox!

La encuesta que publicó ayer esta casa ha producido insomnio en el PP. Pobrecitos

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en durante la campaña electoral de las autonómicas de Castilla y León. Europa Press

Feijóo tiene plomo en las alas de sus gaviotas que, asustadizas, no saben qué hacer. Si nos atenemos a los datos, que sin ser verdad teológica marcan tendencia, el partido de Santiago Abascal aparece como imprescindible si el gallego aspira a presidir el gobierno de España. El análisis que los estrategas de Génova hacen no se aleja demasiado de los monclovitas: a Vox hay que aislarlo, demonizarlo y, a la que se pueda, darle la patada. Pero ahí tienen al presidente Mañueco, que ha conseguido serlo con los votos de don Santiago. Las medidas que han acordado son terribles, dignísimas de un insomnio presidencial como el que nos aseguraba Sánchez que padecería si tuviera que pactar con los comunistas. No es para menos. Bajada de impuestos, supresión de subvenciones a sindicatos y patronal, derogación del Decreto de Memoria Histórica, colaboración con la Policía para expulsar inmigrantes ilegales, aprobación de una ley contra la violencia familiar que atienda a proteger a las víctimas, especialmente menores, mayores, personas con discapacidad o personas vulnerables. Puro fascismo, como podrán comprobar. Muy parecido al que Ayuso lleva a cabo en Madrid. Claro que Ayuso es la mala del culebrón pepero, cosa que Feijóo tiene clarísimo.

Uno quisiera creer que el PP ha extraído alguna lección de lo sucedido con Ayuso, pero mucho me temo que es esperar demasiado de unos políticos acostumbrados al turismo de Cánovas, al dolce far niente y a no navegar nunca en contra de la corriente emanada de los bancos

Volviendo a la encuesta, el PP ha pasado de ser el partido con más opciones de ganar a Sánchez a quedarse con 98 escaños frente a un PSOE que sube a los 101, mientras que Vox se dispara a los 78. Es lógico Feijóo tenga un tic nervioso en la ceja izquierda y esté rumiando que, aunque con la suma de los de Abascal lograse la mayoría absoluta, opta por una gran coalición con Sánchez. Lo que sea con tal de no tomar medidas que turben la paz de la encarnación del Gautama Buda que es la señora Botín. Uno quisiera creer que el Partido Popular ha extraído alguna lección de lo sucedido con Ayuso, pero mucho me temo que es esperar demasiado de unos políticos acostumbrados al turismo de Cánovas, al dolce far niente y a no navegar nunca en contra de la corriente emanada de los bancos o sus terminales mediáticas. Y como no hay peor ciego que el que no quiere ver, de aquí a las generales o la cúpula popular hace un serio ejercicio de autocrítica o no pintarán nada. Los indicadores marcan que Vox ha venido para quedarse, y como sea que no son Ciudadanos ni tienen, por fortuna, en sus filas a una Arrimadas irán fortaleciéndose con el tiempo. Si esperan que la gestión los desgaste –eso me decía un político del PP de relevancia hace poco– que Dios los coja confesados. Una formación política, sea Vox o la que ustedes quieran, que defienda una bajada de impuestos a las clases medias, el alejamiento del enfrentamiento entre españoles, la ordenación en la inmigración incontrolada y una justicia que no victimice a nadie por su condición de género tiene que contar, por fuerza, con el respaldo de una gran parte de la población. Si le añadimos cortar el langostino y el dinero público a organizaciones sindicales y patronales, que deberían haber sido desde siempre autosuficientes desde el punto de vista económica, para que les voy a contar.

Total, que, según dice Sánchez, España está en peligro porque ya tenemos a la extrema derecha gobernando. Qué disgusto, presidente, con lo bien que estábamos gobernados por los etarras, los golpistas separatas y los comunistas corta cuellos reales. ¡Corran, buenas gentes, huyan a las colinas, métanse en a los refugios, escondan las criaturas, oculten a las vírgenes, espanten al ganado, echen el candado a sus posesiones, qué viene Vox!

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