Opinión

Que presente las campanadas Pedro

Sería hermoso ver a ese hombre tan enamorado de su mujer y a ella compitiendo por dar la campanada

  • Pedro Sánchez y Begoña Gómez -


Tantos años siguiendo la retransmisión desde la Puerta del Sol de las campanadas de Nochevieja, tantos años viendo a Ramonchu con su capa española y a Anne Igartiburu con su señorío y belleza, tanto estar pendiente de que si los cuartos, de que si las campanadas, de que cuidao no se atragante el primo Jeremías que tiene mal tragar y ahora estos salabardos de la Espantosa van y deciden poner a Broncano y a Lalachus a dar la bienvenida al 2025. Que no digo que no tengan derecho en calidad de estrellas fulgurantes de la tele sanchista leninista que son pero, hombre, el camino que hay entre la capa de Ramon García a los pachachoch de Broncano equivale a la distancia entre Katmandú y Mondoñedo.

Entiéndaseme, no tengo nada en contra de ese señor y mucho menos de la señora, y aprovecho para dejar claro que me parece asqueroso que se la critique por cosas dignas de acosadores de patio como es su físico. Es que considero que los cambios, así de sopetón, son perjudiciales para la salud. Pensemos en esas gloriosas abuelitas que todavía llaman “el parte” al informativo -y sí, ahora tienen mucha razón- y solamente se fían de algo si lo han visto en TVE o lo han oído en RNE. ¿Saben ustedes la impresión que pueden llevarse cuando vean a Broncano y a Lalachus? Ahí puede pasar de todo: sofocaciones, hipo súbito, subida de azúcar y bajada de sonotone, alucinaciones en alta definición, soponcios o, mucho peor, crisis del bulbo raquídeo televisivo. ¿Qué necesidad hay, caramba?

Me atrevo a sugerir a esos cerebros privilegiados que rigen uno de los juguetes más caros del gobierno que sean valientes. Puestos a hacer incluso del tránsito del año un espacio al servicio del régimen con las correspondientes pullitas a Pablo Motos -que las habrá, no lo duden, es marca de la casa broncaniana- , a la derechona, a la fachoesfera y demás espantajos que suelen agitar los integrantes del Séptimo de Chabacanería ¿para qué ir andando con suplentes si se dispone del original? Por eso exijo que los presentadores sean Pedro y Begoña. Ya, ya sé que Boloñesa Bolaños y Marijesú serían otra excelente opción, igual que Oscar López -hay que poner al muchacho de moda- junto a la entrañable Mariyoli que antes de cada campanada la anunciaría con su clásico “Le voy a dar un dato, la una”.

Pero, todo y con ser buenas opciones sin descartar con que las diera Puigdemont desde Bruselas, Otegui desde el zulo donde Ortega Lara estuvo secuestrado por la banda criminal ETA o Zapatero desde Venezuela, nadie como Pedro y Bego para dar el toque de glamur imprescindible en ocasión tan señalada.

Sería hermoso ver a ese hombre tan enamorado de su mujer y a esa mujer tan enamorada del fundraising compitiendo por dar la campanada, y que nadie malicie que me refiero a noticias acerca de dimisiones, divorcios, duelos o quebrantos

Sería hermoso ver a ese hombre tan enamorado de su mujer y a esa mujer tan enamorada del fundraising compitiendo por dar la campanada, y que nadie malicie que me refiero a noticias acerca de dimisiones, divorcios, duelos o quebrantos. Imaginen a Pedro diciendo “Pichona, da tu la primera” y ella, arrebatada de amor respondiendo “No, tonto, primero tú”, y él “No, va, tú primero” y así hasta las tantas, con lo cual nos ahorraríamos el programa preceptivo del Cachitos y todos tan felices.

Qué tiempos aquellos en los que servidor, sentado junto a Sardá en un oscuro control de TVE en Sant Cugat dimos las campanadas junto a aquel entrañable, éste sí, señor Casamajor que representaba lo más sensato, divertido y lúcido de Cataluña. Son campanadas que hoy nos suenan lejanas, muy lejanas, frente a estas que no sabemos a qué suenan, pero intuimos que a nada bueno.

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