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Opinión

Que no venga Sánchez

El discurso sanchista ha caducado y no encuentra el interruptor para encender a los electores del PSOE

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general del PSOE de Andalucía y candidato a la presidencia de la Junta, Juan Espadas

La irrupción de Sánchez en las campañas autonómicas resta votos. Ocurrió en Madrid y Castilla y León, y está pasando en Andalucía. Según una encuesta, más del 85% de los votantes andaluces votarán pensando en su autonomía, no en clave nacional. En el caso del elector socialista la preferencia por lo regional no es solo por el carácter de los comicios, sino porque les avergüenza la política general de Sánchez.

El discurso sanchista ha caducado y no encuentra el interruptor para encender a los electores del PSOE. Unas cuentas: unos 500.000 ex votantes se abstendrán, otros 100.000 se irán al PP, y unos cuantos miles a Vox.

El panorama es desolador para el socialismo. Los sanchistas han agotado los perfiles electorales y nada funciona. Empezaron con el modelo duro intentando asustar con Vox, y han conseguido el efecto contrario. Luego fueron al perfil repartidor, el de las subvenciones, con limosnas como los 50 millones de euros, que es un insulto y no cuela porque la gente sabe que ese dinero sale de su propio bolsillo.

El perfil moderado no le sale al sanchismo del “no es no”, del nuevo Pacto del Tinell, del abrazo con ERC y Bildu, de los Lastra y Simancas, o del senador Manuel Pezzi que llama “tontopolla” a Feijóo para conseguir la risita nerviosa del socialismo. Superamos hace tiempo el estilo de la crispación y ya no renta en la urnas. La gente lo toma como un modo de no hablar de las soluciones a los problemas. Un partido de gobierno digno lo sabría.

Fue entonces cuando pusieron en mangas de camisa a Sánchez para lucir palmito, y se hizo una foto con militantes maduritos con cargo porque no atrae a la juventud

En plan desesperado, Moncloa ha tocado a rebato para que los ministros vayan a Andalucía, pero nadie los conoce y no sirven para animar nada. Fue entonces cuando pusieron en mangas de camisa a Sánchez para lucir palmito, y se hizo una foto con militantes maduritos con cargo porque no atrae a la juventud. Alguien le dijo: “Pedro, toca sus entrañas, sus raíces progresistas”, y fue cuando Sánchez soltó eso de “orgullo rojo” que sonroja a cualquiera que conozca una campaña electoral por dentro.

Lo único que le queda por probar al PSOE es retirar a Sánchez del foco y que Espadas diga que es una campaña andalucista, local, ombliguista e independiente de Moncloa. Su única posibilidad es decir que no es sanchista, que es un socialista andaluz autónomo, y que quiere una región con voz propia, centrada en sí misma.

El batacazo se parece mucho al de Ángel Gabilondo en Madrid. Al pobre le llevaron de una estrategia a otra sin éxito, de querer quedarse con el votante de Ciudadanos a tirar los tejos a Pablo Iglesias. Gabilondo no supo hacer campaña propia ni hablar de Madrid, sino que pareció una triste marioneta de Sánchez y de Iván Redondo. Hoy el PSOE es la tercera fuerza en la región, y bajando. ¿O es que alguien sabe cómo se llama el “líder” del socialismo madrileño?

Solo falta que ese pensamiento que se está instalando, en buena parte gracias al miedo a perder el cargo en comunidades como Castilla-La Mancha, Aragón o Valencia

Si el fracaso es importante, si las cifras bajan de los 33 escaños que consiguió la olvidada Susana Díaz, los alcaldes socialistas de toda España se van a echar a temblar pensando en mayo de 2023. El PSOE puede perder muchas alcaldías si sus candidatos se identifican con Sánchez. Esto supone que muchos socialistas se queden sin empleo, con sus vidas paralizadas por una política nacional ajena a su localidad. Tendrán que adoptar un perfil propio, independiente, en un ambiente general de cambio de ciclo electoral en España.

Sánchez y el sanchismo restan desde el momento en que no animan al voto, lo que dice mucho de una parte considerable del electorado socialista. Solo falta que ese pensamiento que se está instalando, en buena parte gracias al miedo a perder el cargo en comunidades como Castilla-La Mancha, Aragón o Valencia se traduzca en algo práctico.

En 2016 el PSOE tuvo el coraje suficiente para plantar pie en pared y echar a Sánchez por dañino. Quizá un “que no venga por aquí” no sea suficiente si las encuestas de Andalucía se confirman el 19-J.

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