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Opinión

Ni puta idea

El conseller de Interior, Miquel Buch

Rueda de prensa del Mariachi Vargas en la Generalitat. Conseller Buch, el que lleva lo de la porra y tal. Le preguntan por el número de personas sancionadas el pasado fin de semana por irse a su segunda residencia. Le acotan la pregunta, añadiendo cuantas de estas multas han sido leves y cuantas graves. Se lo acaban de poner a tiro cuando inquieren acerca de las zonas este hecho se ha dado más. Respuesta: ni puta idea. Bueno, no ha dicho eso, que estos chicos son muy finos, pero para el caso da igual. Que si no tenía los datos, que no los llevaba encima. O sea, vas a una rueda de prensa a informar de tu negociado pero los datos te los dejas como el paraguas, olvidado en el recibidor de casa.

Eso sí, como persona intuitiva que vive en armonía con el universo, Buch afirmó creer – creer, así mismo – que los catalanes hicieron caso mayoritariamente a los consejos que les habían dado acerca de no salir de casa para, alcanzando el zénit del Nirvana, añadir que posiblemente también hubo personas que decidieran irse a su casita en la Cerdaña o similar. A la gallega, unos si e otros non. Eso es arte.

Por su parte, la Consellera de Salut, Alba Vergés, es preguntada hábilmente por la canallesca respecto al número de personas menores de cincuenta años ingresadas o en estado grave por el coronavirus en territorio catalán. Doña Alba, que cada vez recuerda más al alcalde de “Bienvenido Mr. Marshall” con aquello de os debo una explicación y esa explicación que os debo os la voy a pagar, dijo que bueno, que sí, que había gente entre los veinte y los cincuenta ingresadas o graves, según, que el virus afecta a todos y que eso ya lo había dicho el otro día porque era muy importante. ¿Y la cifra? Ni puta idea. Ah, pero ha tirado de retórica empleando palabros tan estomagantes como casuística, sectorizar, gestionar y patologías, que es lo que se dice cuando no hay más cera que la que arde. Qué personaje, sin mayor mérito que el de hacerse fotos con un bebé, ambos ornados por sendas esteladas. ¿Y la estafa de treinta y cinco millones por la compra de material sanitario? Cito textualmente: “La Generalitat no valorará pedidos concretos de material. Hemos diversificado – las compras – para tenerlo en un mercado cerrado con mucha competencia”. Y se ha quedado tan ancha.

Ni el responsable de mantener el orden público durante este confinamiento ni la responsable de que la salud funcione como una seda tenían ni puta idea; que digo puta idea, ni putísima idea de las más elementales preguntas

Rematemos este escogido ramillete de sabiduría con la inefable tartavoz gubernamental, la señora Budó. Se le pide que explique como el Govern de la Generalitat pensaba repatriar a los catalanes en el extranjero si el President Torra exigía a Sánchez que se cerrase el aeropuerto. Esta, más lista que los otros dos, ni siquiera se ha dignado responder, argumentando que las embajadas de la Generalitat están a disposición de todos los catalanes – al resto que les den por donde amargan los pepinos – para “darles todas las alternativas posibles para que puedan volver con sus familias”. Ninguna concreción respecto a qué puede hacer por sus paisanos tanto pesebrero repartido por el orbe planetario, ninguna cosa concreta, nada sustancial. Ni puta idea.

Resumiendo; ni el responsable de mantener el orden público durante este confinamiento, ni la responsable de que la salud funcione como una seda, ni la portavoz de un ejecutivo que se jacta de que si fuéramos independientes habría menos muertos ni, aunque no estuviera presente, la responsable de que el fet català sea apoyado por la humanidad tenían ni puta idea, que digo puta idea, ni putísima idea de las más elementales preguntas: cuanta gente joven está enferma, si se mete caña a los que desoyen las instrucciones, qué pasa con los que están en el extranjero. Pero lo peor no es eso, porque, al fin y al cabo, no están ahí para gestionar, sino para hacer agitación y propaganda en beneficio de sus intereses políticos. Ni saben gobernar ni lo pretenden, su meta es la independencia, no el bienestar de la gente. A ellos qué les cuentas de camas de UCI. Lo triste es que les volverán a votar las mismas personas que están encerradas en sus casas. Que ironía. Decían que las calles serían siempre suyas y, al final, son de un virus.

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