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Opinión

'Puñetazos' al aire en el Congreso

La presencia silente de Feijóo va a convertir el Debate sobre el estado de la Nación en algo contradictorio: Sánchez ya ha ganado el combate antes de empezar, pero los sondeos pronostican que le valdrá de poco

Confieso que me equivocaba. Hace tres meses auguré que Alberto Núñez Feijóo tendría problemas importantes para sustituir a Pablo Casado al frente del PP por no ser diputado; y todo porque entre los periodistas veteranos, esos que vimos opositar a José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, cunde la idea preconcebida de que el liderazgo se forja frente a frente aspirante y presidente desde la tribuna del Congreso.

Feijóo metido con calzador a senador autonómico al único fin de formular una o dos preguntas cada mes al jefe del Ejecutivo en la Cámara Alta (me) sonaba raro. Que no digo yo que comparta modos y maneras con su fracasado antecesor en el partido Antonio Hernández Mancha, allá por los años 80 -nada que ver-, pero sí le veía dificultades al nuevo líder del PP en el horizonte. Y cuando preguntaba a los de su entorno y me respondían al unísono “no le conviene estar en este Congreso tan polarizado”… entonces sí que no entendía nada.

Sin embargo, el paso de los meses y el acelerado deterioro demoscópico del PSOE y Sánchez, cuya última demostración empírica tuvo lugar el pasado 19 de junio con Juan Espadas de víctima colateral en las elecciones andaluzas, han hecho que me caiga del caballo. Como aquel bíblico Pablo de Tarso.

Digamos que empiezo a entender el trasfondo del pensamiento feijoista -una variante del rajoista, otro gallego-: “da solo las batallas que puedas ganar”. Y esta dialéctica y parlamentaria de los próximos 12, 13 y 14 de junio en el Congreso está perdida de antemano para el PP y quien va a ser su líder por un día, la portavoz del Grupo Popular, Cuca Gamarra. Por eso Núñez Feijóo ha decidido estar de cuerpo presente; precisamente, para que la noticia sea su silencio incómodo, no los argumentos que oigamos a Pedro Sánchez. ”Yo le contestaría, señor Sánchez, pero el reglamento me lo impide“, tal parece que estoy viéndole gesticular ya al político gallego.

He acabado por entender la raíz del pensamiento feijoyano: en un Congreso fragmentado y polarizado al máximo, donde nada tiene que ganar y sí mucho que perder, mejor callado en este primer Debate sobre el estado de la Nación desde 2015

Dicho de otra manera, en un Congreso fragmentado y polarizado al máximo y en el primer Debate sobre el estado de la Nación desde 2015, para más inri, cuando Rajoy todavía disfrutaba de mayoría absoluta y a Sánchez aún no le habían echado los barones socialistas de la Secretaría General del PSOE, no es que Núñez Feijóo no quiera estar, es no le conviene ni pasarse por el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. Le convierte erigirse en el ausente, esa figura que tanto ha dado de sí en la política española. Porque tiene poco que ganar y mucho que perder.

El formato siempre lo ha sido a mayor gloria del presidente del Gobierno de turno y el líder socialista ha convocado la cita, lógicamente, en el momento más óptimo para su lucimiento: tras su éxito personal como anfitrión de la cumbre de la OTAN y con los buenos datos del paro este mes de junio -117.000 nuevos empleos aunque el desempleo aumenta entre los jóvenes-…

Vamos, un homenaje parlamentario que se va a dar Sánchez/le van a dar sus socios del bloque de investidura (de Podemos al PNV pasando por ERC y Bildu), con Feijóo de convidado de piedra que habría sido en el mejor de los casos; en el peor, el pim, pam, pum, de una pinza entre ese bloque y Vox, que le tiene ganas después de fiasco de Macarena Olona en Andalucía frente a un agigantado por la mayoría absoluta Juan Manuel Moreno Bonilla.

¿Qué pueden hacer ese PP aún con los 90 escaños de Casado, pese a que los sondeos digan que hoy está en cabeza, y esa Cuca Gamarra reina por un día? Pues poco más que esquivar los puñetazos al aire que lanzarán Sánchez y el resto a Feijóo el silente

¿Qué puede hacer un PP aún con 90 escaños, pese que los sondeos dicen que hoy estaría en cabeza, no Sánchez, y una Cuca Gamarra reina por un día? Pues poco más que esquivar los puñetazos al aire que le van a dar a Feijóo el silente entre el actual inquilino de La Moncloa y el resto de portavoces, incluidos ese Santiago Abascal que se juega una futura vicepresidencia del Gobierno Feijóo en el envite y esa Inés Arrimadas que apenas tiene quien le escriba y se ha inventado eso del G-8 de la refundación del partido liberal para ganar tiempo hasta las elecciones.

Pedro Sánchez, no obstante, es un adversario temible que se crece en la adversidad -que se lo digan a Felipe González, Susana Díaz y los barones socialistas- y hará bien el líder del PP en no darle por amortizado, digan lo que digan las encuestas infladas de cambio de ciclo tras lo de Andalucía. Porque, aunque el deterioro que se avecina en la economía es grande y la confianza del consumidor/ciudadano en el Ejecutivo de coalición PSOE/Podemos está bajo mínimos, echar a un presidente sigue siendo tarea difícil en España. Y, llegado el momento, Sánchez, que no es Rajoy, no se va a ir con los suyos a restaurante Arahy ninguno a ahogar las penas entre vapores de whisky y humo de puro.

Los populares, posiblemente, acaben sacando a los socialistas una buena diferencia en votos y escaños en las siguientes elecciones generales; incluso es probable que antes, allá por mayo de 2023, el PSOE pierda buena parte de los ocho gobiernos autonómicos y miles de alcaldías que ahora ostenta, pero los partidos nacionalistas catalanes y vascos estarán ahí con sus casi seguros 30/35 escaños para volver a investir a Pedro Sánchez a poco que sumen todos contra Feijóo… y, sobre todo, contra Vox.

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