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Opinión

'PSOEmos'

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

Ya lo hemos visto en la reciente historia de España: político de izquierdas resultón y ninguneado en su partido protagoniza espectacular fuga mientras el de al lado (o sea, el PSOE) extiende la alfombra roja para fagocitarle a él y a su sigla (leáse hoy anular a Podemos). Íñigo Errejón es el caso más reciente pero no será el último; ni Adriana Lastra la última vicesecretaria general socialista a la que le toque dar la bienvenida a la sigla que en la última glaciación política (los 80) se llamó "la casa común de la izquierda".

Al “domicilio” se mudaron antes que Errejón -quien está teniendo la deferencia de disimular compartiendo “piso” con Manuela Carmena- los Enrique CurielDiego López Garrido, Amparo Rubiales o Cristina Almeida. Huían de Julio Anguita y su teoría de las “dos orillas” de la izquierda. Pero si hasta el hoy morado Jorge Verstrynge (“pata negra” del primer PP de Fraga) fue fichado por aquel viejo zorro que se llamaba Alfonso Guerra.

Eran días de vino y rosas aquellos del socialismo hispano del Programa 2000, que parecía el desarrollo de una canción de Miguel Ríos. Se pasaron al partido triunfador con armas y bagajes figuras de relumbrón y, ojo, también organizaciones enteras. Sin ir más lejos el Partido de los Trabajadores de España (PTE) que fundara Santiago Carrillo después de su salida traumática del PCE. Allá que se fueron todos a Ferraz ya sin el veterano secretario general comunista y alma mater de la Transición, al que debió parecer excesivo para su rebosante biografía volver al PSOE tras irse de él medio siglo atrás, justo unos pocos años antes de comenzar la traumática Guerra Civil.

Aquel PSOE de los 202 diputados siempre miró por encima del hombro a un PCE y a una IU que, indefectiblemente, se quedaban en treinta diputados. No había que explicar quién fagocitaba a quién

Así que de novedad en el caso Errejón, nada, pero las circunstancias son muy distintas. Porque aquel PSOE de los 202 diputados siempre miró por encima del hombro a un PCE y a una IU que, indefectiblemente, se quedaban en treinta diputados. No había que explicar en términos políticos quién fagocitaba a quién. No había peligro de que el partido centenario se convirtiera en un mix entre el PSOE e IU.

Pero con 84 diputados y el bipartidismo fuera de juego por una buena temporada, ¿puede Pedro Sánchez hoy permitirse la misma maniobra con un Podemos de 70 parlamentarios? ¿No supondría la incorporación de Errejón demasiado giro a la izquierda, dejando así el centro a los Ciudadanos de Albert Rivera? Y, ya puestos: ¿cómo se lo tomaría Pablo Iglesias, socio imprescindible junto a los independentistas de cualquier opción de gobierno socialista a corto plazo? ¿Pactaría de buen grado con ese PSOEmos a sabiendas de que es su muerte política?  

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